Reynaldo González Zamora es nuestro, avileño, más allá de que lleve tantos años residiendo en La Habana. Por eso, no necesita ningún motivo especial para visitar una y otra vez su Ciego de Ávila; a veces sin hacer mucho ruido, otras con toda la fastuosidad que merece.
Porque acá nos regocijamos de que tenga un currículo envidiable por cualquier escritor; con saber que es Premio Nacional de Literatura (2003), Distinción por la Cultura Nacional, Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (2007), Medalla Alejo Carpentier (2021), miembro de la Academia Cubana de la Lengua; editor periodista, poeta, narrador y ensayista; ganador de premios como Casa de las Américas, Italo Calvino, Juan Rulfo (de Cuentos, París), y seis veces Premio Nacional de la Crítica Literaria.
Sin olvidar que también a él le debemos que el espacio de presentaciones de la Feria del Libro en Ciego de Ávila se nombre Ciego del Ánima, en homenaje al seudónimo que le da a su ciudad natal en la novela Siempre la muerte, su paso breve…
Otra más de sus obras se inscribe en el territorio avileño: La fiesta de los tiburones, que se desarrolla en el contexto temporal de los treinta primeros años del siglo XX, en Cuba, en la república de liberales y conservadores, donde Reynaldo combinó testimonios con su acuciosa investigación en las páginas del periódico El Pueblo, que se editaba en Ciego de Ávila.
A sus 83 años de fecunda vida, este terruño sigue estando anclado en el alma y la memoria de Reynaldo González, y viceversa. Por eso el Centro Provincial del Libro (CPLL) tuvo a bien traerlo una vez más, físicamente, a su tierra y, con el aval de la Dirección Provincial de Cultura, entregarle la primera Distinción Santa Palabra, destinada a un escritor avileño por la obra de toda la vida.
Natacha Cabrera Cepero, directora del Centro de Promoción Literaria (CPL) Raúl Doblado del Rosario, resumió los motivos para ello en sus palabras, antes de que Yanelis Santos Nieves, directora del CPLL, le entregara la Distinción a un visiblemente emocionado Reynaldo: "Por todas estas y otras muchas razones, como su conmovedor sentido de pertenencia a esta provincia, la significación que para la cultura tiene su obra y, sobre todo, por la forma en que lo reconocemos con una admiración común, como un estandarte de la intelectualidad avileña, y a la vez una parte nuestra inseparable y trascendental, flamante y sencilla que nos dignifica".
Durante la cita en una de las lecturas de invierno que el CPL lleva unos dos meses convocando para cada tarde de viernes, a las 4:00 de la tarde, la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y la Dirección Provincial de Cultura entregaron obsequios también al ilustre avileño, que no quiere ni puede olvidar que nació y creció en el barrio al que todos llaman Chincha Coja.
En la mañana de ese mismo día 26, tras la presentación de su más reciente libro publicado, Un cuento de negros y blancos. La tragedia racial en Cecilia Valdés, editado por la prestigiosa editorial Ediciones Matanzas en 2018, en el salón de la galería Azagaya, ubicada en la sede del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), aprovechó la institución para homenajearlo, al hacerle entrega de una obra del joven escritor y artista plástico Yasmani Rodríguez Alfaro, miembro también de la Uneac.
Durante su corta pero fructífera estancia en Ciego de Ávila, Reynaldo estuvo, además, el jueves 25, en la peña Calibaneando, cuyo anfitrión es el periodista Damián Betanzos, en el Café Barquito, adscrito a la Casa del Joven Creador avileña (sede de la AHS en la provincia), donde deslumbró a todos los asistentes con su gratísima y sincera conversación, durante la cual contó los momentos duros y también felices de su infancia y juventud en la Ciudad de los Portales; tanto como dio testimonio de su incansable quehacer intelectual.
Vasily M.P
Cada uno de esos momentos en que pudimos estar con Reynaldo, conversar con él, escucharle contar de sus amigos (entre los que están grandes personalidades de la cultura cubana como Pablo Milanés, Manuel Moreno Fraginals, José Lezama Lima, entre tantos otros); de sus investigaciones, en que la fidelidad a un rigor del que no se permite digresiones lo ha llevado a, incluso, pasar temporadas viviendo en los lugares donde ocurrieron los hechos, o a "zambullirse" en papelería que a otros llevaría una vida escudriñar; de sus memorias vitales ricas en gracejo popular; reír con sus ocurrencias y su desparpajo, o tararear las canciones a su vera; son tesoros, instantes para recordar toda la vida.