Siempre se ha hecho de la misma manera, pero no tendría que ser así. Proponemos cambiar el procedimiento de las exhumaciones en Ciego de Ávila
Si tuviéramos el aplomo de otras culturas ante la muerte, quizás estas letras estarían de más. O no. Porque no se trata solo de asumir con ecuanimidad la partida de un ser querido, sabedores de que morir es tan natural como vivir, sino de que el proceso sea digno en todo momento.
Yo digo dignidad y habrá quien se pregunte de qué estoy hablando, si a los muertos ya nada les afecta. Los vivos, en cambio, nos quedamos rumiando los dolores, aguantando como se puede el vacío, aprendiendo a seguir. En medio de ese sismo avasallador, sufrir un mal servicio necrológico es echar sal de mar en una herida que no cierra, ni siquiera
dos años después.
Soy tan específica en cuestiones de tiempo porque pasados dos años corresponde exhumar los restos (solo eso queda físicamente de todo lo que un día llegamos a ser) y vuelve, como una ola pedregosa y salada, la sensación de la pérdida, el desconsuelo y ese dolor en las entrañas, cual si tragáramos vidrio molido… en seco. Abrir la bóveda sellada y descubrir la vida hecha muerte no es algo a lo que podríamos acostumbrarnos.
Por eso creo que no es digna la manera en que hoy se exhuman los cadáveres en nuestros cementerios. No es saludable emocionalmente exponerse así a los recuerdos; no hace bien. El reglamento de los camposantos hoy en Cuba es muy claro, sin embargo. La exhumación es responsabilidad de los familiares y solo si se trata de nichos estatales es obligatoria cada dos años. Ha sido así siempre, pero solo la muerte es eterna.
Yudenia Valdés Rodríguez, subdirectora provincial de Higiene y Necrología de Servicios Comunales, coincide en que, al no estar institucionalizado el servicio, con frecuencia se dan escenas criticadas en este mismo periódico, dígase féretros desvencijados en las calles interiores de los cementerios, incluso huesos. Una imagen grotesca que habla tan mal de esa última morada… y de nosotros, en definitiva.
Ante la propuesta de cobrar el servicio, tal cual se ofrece el de incineración o el de coronas florales, Valdés Rodríguez apunta una realidad que no puede desconocerse: hay dolientes que prefieren hacerlo ellos mismos, y también están quienes no podrían pagarlo. Y eso se respeta, por supuesto; no deberían ser opciones excluyentes.
En respuesta a las quejas que ha generado la situación del Cementerio de la ciudad de Ciego de Ávila, se realiza un...
Posted by Dirección Provincial de Servicios Comunales de Ciego de Ávila on Thursday, March 3, 2022
Lo que está en discusión aquí no es únicamente quién, sino cómo. ¿Por qué no habilitar un pequeño local, con condiciones mínimas para los procedimientos a realizar, haya o no un cobro mediante? ¿Por qué debemos seguir compartiendo escenas dolosas, rudimentarias y antihigiénicas? ¿Por qué no ofrecer la posibilidad de que terceras personas, los sepultureros, por ejemplo, hagan el trabajo con el que están familiarizados, legalmente? En la práctica, son ellos quienes lo asumen muchas veces a pedido (y con regalías en especie o dinero) de los familiares. O sea, casi estamos proponiendo la invención del agua tibia.
Según se publicó en nuestro sitio web en agosto del año pasado, el nuevo cementerio de la ciudad, construido bajo la urgencia del profundo golpe asestado por la COVID-19 aquí, dispondrá de nuevas áreas, entre ellas un espacio para las despedidas de duelo y la exhumación. Ojalá estén listas para 2023, cuando esta provincia se asomará a cifras desconocidas y revivirá la aguda punzada que dejó ese agosto aciago: 339 enterramientos en 17 días, solo en la cabecera provincial.
Para ese momento serán historia las tres exhumaciones diarias que, como promedio, se realizan en la actualidad en el municipio avileño, o las 10 mensuales en el resto de los territorios. Si no se organiza desde ahora, tendremos otro “pico”: el de ataúdes al aire libre; la más penosa estampa después de la muerte misma.