Como en las historias clásicas del cine, hay inocentes y culpables en esta, pero una aclaración se impone de la realidad que les cuento: los inocentes ignoran que lo son. Los culpables, ignoran a los inocentes y, si pudieran, se ignoraran a sí mismos o se declaraban inocentes.
En el rodaje intervienen personajes con papeles secundarios y un protagonismo inusitado, a tal punto que si no se retoma el hilo del “guion” terminan desvirtuando la trama. Llamémosle revendedores, aunque en ese apartado aparecen, también, inspectores, de vez en cuando. Actúan, además, muchos niños, muchos, en escenas lastimeras. Y están los padres que, increíblemente, hacen de malos en esta película.
Sinopsis: en un país donde la infancia se protege y donde los niños y las niñas son “la esperanza del mundo” los juguetes se venden con impuestos de hasta el 240 por ciento. Los pequeños que no entienden, y los padres, que tampoco, deben sortear la infelicidad cualquier día del año. Pero si es enero y se anuncian los Reyes Magos…
Anticipo (aunque no les contaré el final) que esto no es un happy end.
Escenografía: está ambientada en una ciudad donde se abren carnicerías, nuevos mercados, se construyen hoteles encantos y se cambian los pisos de las tiendas que recaudan divisas a la velocidad de las construcciones chinas. Justo ahí se inserta el juguete que hace feliz al niño, que ya no viene por cupones, sino por barcos y los que logran pagarlos terminan costeando el flete, la estadía en puerto, la transportación, el estibador… al presupuesto del Estado que recauda para el mismo juguete del año que viene y para la leche en polvo.
Pero hay un punto muy incomprensible en el reembolso (y en la película). A estas alturas y a tales impuestos bien podrían tributar —si es que resulta vital lo recaudado en las jugueterías— otros productos; de modo que se pagaría la leche con lo recaudado por la mayonesa, la salsa china o las blusas de Tailandia y nunca jamás con la inocencia de los niños. El filme, por tanto, tiene requisitos para triunfar porque juega con los sentimientos.
Encima, para no aburrir y reforzar el contrasentido, las escenas del niño llorando por un juguete o la del que observa a su amiguito feliz el 6 por la tarde, se alternan con las de un grupo de adultos, capaces de lograr que una malanga se mantenga a 6.00 pesos, pero incapaces de escuchar a revendedores desgalillados en su “abuso infantil”. Hay quienes hasta pagan por eso en un canapé de confituras, al que acude un inspector pidiendo la licencia que el hombre muestra. Y en un guiño de comicidad (como todo filme cubano que se respete) la autoridad dice que está autorizado.
Casi al final aparecen dos padres, con la intención de mostrar el lado feliz de la historia. Un hombre lleva a su hijo a las cuevas de Florencia y en el menor descuido coloca unos pesos amarillos debajo de una roca y le dice que han ido a buscar un tesoro que, por supuesto, el pequeño encuentra. Los brincos alcanzan hasta el eco y luego se van a comprar el juguete más bello del mundo y, probablemente, el más barato.
Una mujer le dice a su niña que los Reyes no han podido venir, que vendrán para su cumple del 26 de enero, que han equivocado la fecha. La hija le pregunta cómo puede hablar con esos magos y ella le contesta que hasta que no se tenga un bebé una no aprende a “hablarles”. Entonces le responde que ella sabrá mucho porque tendrá tres cuando sea grande y su madre carcajea por la inocencia y la felicidad.
Sin embargo, la secuencia de planos muestra otros padres que no saben de magia y sí de reyes, que pueden comprar patines y ponerlos debajo de la cama. De ahí los saca un príncipe que patina y que pasa ante otro que no entiende qué hicieron mal los suyos o él. La cámara hace un travelling, se acerca y se queda en los ojos del niño que no llora, quizás, para no empañar lo que ve.
y las autoridades no se han percatado de lo que esto representa para la salud,en los niños pequeños es muy normal que se lleven estos "juguetes'' a la boca.
brmh
Claro, Kamilo, la Revolución se hizo, entre tantas cosas, para que todos los niños y las niñas tuvieran juguetes. ¿Y qué me dices Katia de los abusivos precios de las galleticas y los caramelos cuando el precio de los cigarros y el ron no sube? Este puede ser tambien un medidor de la justicia social
Por: Vasily M. P.
Apenas me leí este texto: BASADO EN HECHOS REALES, en el Invasor impreso de este sábado, me saltó la pregunta. Esta que le da título a mis palabras.
El estilo de esta crónica de Katia Siberia es contundente y buscapleitos. Lo que me resulta genial. Las verdades hay que decirlas en ese tono. Sin más allá porque se puede volver trifulca, y sin más acá porque se queda en la denuncia a media voz con tesón en la cobardía.
Katia no es una mujer cobarde. La conozco demasiado poco, pero esa mujer que he visto en varias reuniones y, por sobre todas las cosas, en sus escritos, es una mujer de madera noble y preciosa, resistente y privilegiada.
En esta crónica no solo hace referencia a una realidad «real» que nos golpea a todos, sino que, también, nos dice cómo estamos en la defensa de nuestro rol de padre o de hijo, según el caso.
La solución de este asunto, Katia no parece saberlo, podría estar en nosotros mismos como personajes de la historia, o de la película, que no filma Katia, pero si la vive.
Es la arista que quise ver un poco más allá de la económica, la social.
La narración de este texto se vuelve compleja. No así la sintáxis del propio texto. Lo difícil de de su lectura, a mi entender, es comprender los niveles de realidad con los que juega su autora.
¿Estamos en la película, estamos dentro de la metáfora, es la realidad nuestra o la de Katia, es hoy o es ayer? ¿Será el futuro más inmediato?
Esto podría ser un atenuante para que el lector de casa, de nivel cultural promedio, pueda comprender enteramente, de qué se está hablando. Pero igual, en algún momento, le coge el hilo al cuento y se ha de enterarse de lo que está leyendo.
Es ahí donde la magia de la enseñanza cobra fuerza. Y el talento de Katia sobresale por encima de todas las cosas. Uno aprende en la medida que se aclimata a su narrativa Y cuando lo consigue, entonces la frase, «me la comí, ya entendí», se vuelve reafirmación de la inteligencia personal para esos lectores.
Pareciera que Katia escribe a golpe de musa, como dice Cortázar que han de escribirse todos los cuentos. A veces tiene tiempo de revisar estilo, sintáxis, gramática, etc. Pero ahora pareciera que no. Y nos regala un texto que parece no decir lo que entendemos, pero que sí lo dice, y no es parte de película alguna, sino, de nuestra realidad.
La realidad nuestra, la avileña, que es rica en tantos matices como Katia y otros periodistas le quieran ver y sacar.
Aplaudo este texto y me inclino porque se le conceda tiempo a Katia para que nos obsequie ese precioso libro de cuentos, o esa novela, que aún no termina. La literatura avileña ya lo va necesitando. Y yo también.
cuando vas a dedicar tiempo a la critica CULTURAL?
ciego lo NECESITA URGENTEMENTE despues del "retiro''de JOSE y la negativa de SAHYLI .
hoy apenas se hacen comentarios sobre algun hecho ''cultural'' y tu tienes conocimientos y AUTORIDAD para acometerlo.
brmh
lo que si leo todos los dias es el invasor digital y alli este ano apenas habran salido un articulo.
como lector, puede que concuerde o no con tu criterio ,pero SIEMPRE lo agradecere pues es el de un especialista y te abre las ENTENDEDERAS.
muchas gracias por te deferencia al contestarme
saludos
barbaro martinez
ahh, una aclaracion,la coneccion donde logro leer el invasor es muy buena el precio pues su valor es de 10 centavos de cuc la hora.
me asalta una duda, por que invasor digital no publica regularmente a vasily ?