Cuarentena proactiva

Días atrás le dije a un compañero de trabajo que tenía que dar una noticia muy importante. Aproveché el alcance de las redes sociales para hacerla pública, así no solo mis amigos más cercanos se enteraban, también sus amigos conocerían la pequeña historia detrás de aquel post de Facebook con fecha del 21 de octubre de 2020.

Desde el 17 de agosto hasta ayer, 20 de octubre, varios de mis vecinos trabajaron para revivir un elevador que los...

Posted by Lisandra Morales Cruz on Wednesday, October 21, 2020

La reacción de los internautas se mantuvo por debajo de mis expectativas, entonces, quienes desconocían causas y consecuencias no reaccionaron a una publicación que pretendía elogiar el trabajo de cinco de mis vecinos, para echar a andar un ascensor sin vida desde el mes de enero.

Que el elevador no funcionara implicaba, en el peor de los casos, una escalada nueve pisos arriba, lo equivalente a subir o bajar 72 escalones el número de veces necesarias en el día, en un edificio donde se refleja a pequeña escala el envejecimiento poblacional del país, y en el que quien escribe es una de las pocas mujeres jóvenes, sin contar la exigua cantidad de niñas y niños.

Otro punto importante podría radicar en el hecho de que, cuando mis vecinos iniciaron las reparaciones, de cuatro ascensores con que cuenta la edificación solo funcionaba uno, por tanto, estábamos en constante riesgo de romperlo por sobrecarga.

Lo digo con números para que se entienda mejor. Con casi 30 años de explotación, la mayor parte de los elevadores instalados en el Micro Distrito C del reparto Vista Alegre, en la ciudad capital, funcionan a media máquina o, por desgracia, ya no lo hacen. Entre los ejemplos más tristes pudiera estar otro en mi edificio, averiado desde hace 15 años y reemplazado por uno de moderna fabricación, hace cinco, que tampoco resolvió el problema.

Por eso, mis vecinos y yo no nos podíamos dar el lujo de dejar “echado a perder” un equipo que nos devuelve la vida luego de regresar del trabajo o de llegar con la pesada compra de los alimentos. Incluso, es tabla salvadora cuando pensamos en los ancianos que residen en pisos altos y deben bajar para ir a consultas médicas. También nos asustaba pensar cómo socorrerlos en medio de una eventualidad porque en tragedias, por suerte o por desgracia, debemos pensar.

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En resumidas cuentas, dos meses fueron necesarios para reanimar al armatoste mecánica, electrónica y estéticamente. Fines de semana, mañanas y tardes, almuerzos en plena digestión y sin la ayuda del mecánico responsable de ello, por residir fuera de los límites de la ciudad.

Yo pudiera describirle los que sus ojos no ven: un equipo con el confort de sus similares en instalaciones hoteleras, luces y pintura nuevas, todo gracias al aporte de quienes convivimos allí. Sin embargo, lo más gratificante es el sentimiento de hermandad que se respira, porque cada quien, con un vaso de agua, una taza de café, un buenos días, contribuyó con el resultado final.

Del mismo modo otros avileños, nasobuco mediante, hacen de su cuarentena un tiempo para tomar acción en jardines y patios abandonados, para pintar aceras, en fin, para hacer lo que a otros toca pero, en muchas ocasiones, solucionan los dolientes. 

Y es gracias al empuje de unos pocos, pues la mayoría no se sube el pantalón a media pierna para guataquear o limpiar áreas yermas, como estos días de encierro se tornan productivos. Un elevador es el gancho de este comentario, cosa grande según yo, pero de pequeños detalles nacen grandes cambios.

Aunque esperaba más reacciones en aquella publicación de Facebook, me conformo con los Me Encanta y Me Asombra que en diálogo verbal expresan los vecinos y unos cuantos curiosos en busca del ascensor “nuevo” del edificio nueveplantas. Tal y como dije ese día, la realidad supera cada palabra que escribo.


Comentarios  
# idalmis mena 03-11-2020 14:11
Muy buen artículo, tambien una bonita actitud, reconocer el trabajo, que seguro, gratuitamente ,acometeron estos vecinos. Así somos los avileños, unos trabajan y otros reconocen su esfuerzo.
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