Bebé: una puesta en escena con la semilla en el surco

Proponemos otra mirada al más reciente estreno de la compañía Polichinela, de Ciego de Ávila

Ver una puesta en escena no es lo mismo que leer una obra. Los lenguajes cambian y los moldes se ajustan o se rompen en dependencia de la propuesta que haga la dirección artística.

En este sentido, en la puesta en escena de Bebé, el más reciente estreno de Polichinela, ver no es una representación conceptual o intelectual, es un acto de sentido: donde cada signo remite a otro signo y deja abierta la obra a la dinámica de los códigos (palabras, gestos, música, movimientos).

De manera que el espectáculo escénico es todo un acontecimiento con intencionalidad organizada, un proceso, una presentación de intensidades audiovisuales que sobrepasa lo ceremonial y se convierte en verdadero disfrute cultural por la teatralidad que portan tanto el guion como el lenguaje visual. La hedonia que deja en el espectador solo es comparable con la lectura del Gratia Plena, de Amado Nervo.

La trama, con una sintaxis coherente y bien proyectada, se desarrolla con unidad y claridad en las escenas, lo que facilita el abordaje de un tema que no por ser tan viejo como La historia del hombre contada por sus casas deja de ser, a día de hoy, crucial en la sociedad cubana: la migración. Esta vez articulada como ese desarraigo que lacera y desgarra el alma del ser vivo.

No es el subtema el que lleva el peso de la trama, no por menos significativo como lo son la bondad y el altruismo, pero que, si bien se mira, son rasgos inherentes a los niños o de casi todos, mas en este caso no es lo que deja dicho la parábola de la puesta escénica.

En el subtema no hay dolor ni para Bebé ni para los demás personajes, en cambio, el tema deja marcado, a su manera, a cada uno. Ahí radica la clave para entender el exergo, la sublimidad de acción y pensamiento de Bebé en ese viaje que se emprende con el corazón metafóricamente partido, con ese hueco que por momentos no deja respirar, casi que ni llorar, por la confluencia entroncada de sentimientos y emociones.

Con la obra Bebé, de Polichinela, inició Jornada Títeres al Centro en #CiegodeÁvila

Posted by Delicia Leyva Morales on Wednesday, November 1, 2023

Estamos en presencia de un espectáculo que no solamente va dirigido a niños y jóvenes, sino también a la conciencia del alma adulta; porque nos deja claro en su eje transversal una situación que arrastra costos psicológicos asociados a la obligada reestructuración de la vida cotidiana que implica esta crisis migratoria y los efectos que sobre la economía, la salud, la educación, la cultura y todas las áreas de la sociedad zarandean, particularmente al sujeto social: familia, como expresión de la tensión que se produce en los vínculos intrafamiliares, para finalmente mostrarnos una familia atravesada por las migraciones.

Una familia que parte en busca de la “sanación”: (“Escúchame Bebé, tu madre está enferma y ´aquí´ no hay solución para mi enfermedad”), pero que obviamente solo encuentra otra realidad: la ambición desmedida, la hipocresía y los intereses humanos (“Estoy agotada. Esta sociedad me agobia…la nostalgia me mata y ese señor que no me deja en paz ni un segundo”).

Esta es la esencia del espectáculo teatral, al que se le hilvana de manera muy fina las narraciones martianas de La Edad de Oro. Desde esta perspectiva, el espectáculo escénico lleva implícito un decálogo de principio a fin, con el que su director enaltece la esencia martiana de “con todos y para el bien de todos”.

Otra de las líneas estructurales de la puesta descansa, sobre todo, en la escenografía, el vestuario, el attrezzo, el diseño de la banda sonora y el de las luces con todo su entramado, que vienen a realzar la estética de un director que sabe lo que quiere y por qué camino quiere que transiten los espectadores. Nada en el lenguaje del espectáculo desentona, la puesta todo el tiempo mantiene un ritmo in crescendo en todos los actantes.

La caracterización de los personajes está cuidadosamente elaborada y trabajada, tanto en la alusión a nombres emblemáticos de la historia patria como en la raigambre de la cubanía que propone. Su director va en la búsqueda de la perfección, donde imbrica la tradición textocentrista con la escenocentristra que, aunque todavía le falta la altura que demanda, sí logra el refinamiento preciso en los códigos del entramado dramatúrgico.

¿Dónde se observan entonces las fisuras que viene a tener toda obra imperfecta? En este caso en el trabajo de la dirección, al descuidar la proyección, la voz y la dicción de algunos actores, lo cual evidencia, además, el descuido de estos últimos en la conformación de sus personajes y el propio ejercicio actoral desde el trabajo de mesa.

Es Bebé, aunque puede haber quien le arroje láudano y veneno, una puesta incensurable, porque desde la visión martiana que promueve valores ideoestéticos en la formación ciudadana y prevé, también, las consecuencias de la migración para toda familia a la que el tiempo le pasa lento, y tiene que esperar el momento del reencuentro, nada se le puede objetar. Ese es el mayor anhelo de todo ser humano, el de Bebé, regresar a aquel lugar, con el que tanto se sueña. Y al regresar, ¿cuánto nos puede curar un abrazo?...

Gracias Martí. Gracias Rafael. Se disfruta cuando se alcanza el sueño adorado, la ilusión de la existencia, y eso en Bebé ya tiene la semilla sembrada.


Escribir un comentario


Código de seguridad
Refrescar