El agradecimiento y la alegría de volver a casa habiendo sido útiles, matizaron la noche de despedida a los médicos que apoyaron el enfrentamiento a la COVID-19 en Ciego de Ávila.
La foto que acompaña este texto probablemente debería ser la de los médicos sobre el escenario, agasajados en señal de agradecimiento por el director del Hospital Provincial Roberto Rodríguez, de Morón, Juan Carlos Villares.
Pero la foto obedece a la intención de resaltar otra cosa: lejos de la cámara, sin saberse observados, conversaban como amigos de toda la vida una epidemióloga y un intensivista cienfuegueros junto a los médicos moronenses, antes de que todo fuera "himnos y vítores".
• De la llegada del contingente.
La escena es apacible, pero no sorprende después de verlos, minutos antes del acto formal, haciendo el suyo propio: se tomaron fotos abrazados en cada rincón del vestíbulo del hospital, hacían bromas y hablaban sin parar de sus provincias natales.
En toda Cuba mucha gente fue feliz esta mañana, porque llegó mamá, papá, la esposa, el hijo. Y es lindo pensar en la despedida de esa manera, enfocándola en el reencuentro largamente esperado, y que, sin dudas, merecen todos ellos.
Es mejor quedarse con la emoción que el doctor Villares no pudo disimular cuando les dijo gracias, "por separarse de sus familias y sus hogares, por ponerse ante el riesgo junto con nosotros".
Repasar la palabras de Tamara Montenegro Carderón, epidemióloga, que nunca había salido de Cienfuegos para hacer medicina, y tampoco había sospechado ser tan útil, ni con tanta satisfacción por hacerlo con la gente de su propio país.
O recordar que Julio Héctor Jova Dueñas, intensivista, estuvo todos estos días loco por ver a su hija, a su esposa y hasta a las vecinas que lo vieron nacer; recordarlo cada vez que nos de vergüenza regañar a un imprudente.
• Otro equipo de expertos asumió el diseño de un plan de medidas de control de la pandemia.
Dice Julio que no tuvo ningún problema en integrarse al equipo ("un equipo muy bueno, tremendos médicos tienen aquí"), y que si no fuera porque se lo dicen a menudo, no sospecharía cuánto significó su aporte. El aporte de todos, porque Julio no habla en singular, ni siquiera cuando admite que venían con miedo, en espera de muchas más cosas, pero dispuestos, habría que acotar. El miedo fue goteando de los valientes, antes que los sudores y que la sangre, cantaría luego Buena Fe.
También lo piensa Daniel Alejandro Guerra García, joven máster en la especialidad de infestología: "Ojalá no tengamos que volver por algo así, pero volveremos, seguro." Habla con una cultura profesional que ya involucra desprendimiento cuando explica que en sus tareas fundamentales estuvo el aseguramiento del protocolo de bioseguridad para que ningún doctor moronense se contagiara.
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El acto de despedida fue sencillo, con las acostumbradas muestras de respeto de parte de las autoridades provinciales, poemas dedicados a Fidel, canciones que invitan a tomarse de las manos y que se cantaron a coro.
El agradecimiento, en cambio, es hondo y no simple, nace de saber que al momento de partir, ni siquiera uno solo de ellos pensó "después será, no es mi ciudad; luego será, no son mis hijos".