Puede que los juegos a la maestra cuando niña le hayan calado en alguna parte. Le llaman vocación, pero no sabe si en su caso sea el motivo de disfrutar tanto pararse frente a un aula. Aunque, ciertamente, algo hay detrás de esa afición.
Las vueltas de la vida o lo poco que se sabe de ella a los 17 años, la llevaron a llenar una boleta y escoger una profesión con la cual comenzó a soñar en algún momento de la adolescencia, dejando atrás el mundo de pizarrones improvisados de la infancia.
Esas mismas vueltas de la vida la llevaron a tener un oficio extra en su primer año de trabajo. Volvió a revivir los mejores años, esos del preuniversitario, de la beca en el IPVCE de Ciego de Ávila, una etapa feliz. Solo que ya ella no vestía uniforme azul, ni las cosas eran tan simples como antes; tampoco complicadas, solamente diferentes.
Un grupo de muchachas y muchachos la observaban con la forma de mirar que se tiene a esa edad y comenzaron a hacerla sentir mucho menos jovencita, mucho más seria y a decirle profe.
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Esa sensación, la del primer momento en que se dirigieron a ella de esa manera, fue demasiado extraña; y aun así le gustó. Si la fuera a ilustrar se pondría un poco cursi al decir que fue como encender un bombillo en algún lugar.
Desde allí empezaron maratones de turnos, mañanas y tardes perdida entre los textos de Papá Goriot y Casa de Muñecas, oraciones bimembres, tiempos gramaticales, aguantando la carcajada cuando alguien soltaba un disparate; porque aunque se sentía menos jovencita, ellos no la veían del todo como una adulta y había que ganarse el respeto.
Fue de esos cursos ajetreados, intensos y, al mismo tiempo, una experiencia divertida, novedosa, que la dejó con deseos de seguir ese camino, un segundo oficio que se volvió también complemento.
Después del Español-Literatura y el pre pasó a la universidad y la Filosofía. Para ese salto tuvo el mejor de los referentes en los años de la carrera, uno de esos maestros inspiradores. Ni siquiera sabía para aquel entonces que terminaría siguiendo ese ejemplo y las libretas guardadas no cogerían polvo olvidadas en una caja.
Ella fue la profe de varios que aún la saludan así por la calle, es ahora de otros que la llaman a la casa antes de las pruebas, y pretende serlo mientras eso, vocación, aptitud o inspiración, la sigan acompañando para sumarle dicha a sus días.