Las culpas de Viviano

Una de las primeras familias infestadas en este rebrote de Ciego de Ávila cuenta sus días en pasado, cuando hay secuelas que todavía no pasan

Se suponía que con el tiempo el pasado se hiciera débil y los recuerdos pudieran evocarse sin el drama doloroso de una historia que ya vence los 60 días y puede contarse en presente, hasta cuando Viviano Moyano Trujillo use verbos en pretérito y su mujer le corrija fechas de agosto y de septiembre.

Aun así, ellos narran y sienten al mismo tiempo. Todo otra vez. Solo que ahora lo hacen desde el final y exteriorizan la calma de los sobrevivientes, una calma que no tuvieron mientras transcurría agosto y creyeron que lo de ellos era dengue… porque eso fue lo que les diagnosticaron.

Yolexi y su hija terminarían, incluso, ingresadas en un centro de aislamiento por dengue, pero las sospechas de COVID-19 las hicieron cuidar a los otros, a tal extremo de que hoy hablan con orgullo de que “por su culpa nadie se contagió”.

Culpa es una palabra que repiten mucho. Sin embargo, todas las culpas comienzan a partir de un día impreciso, sin saber a quién culpar primero de un contagio que nunca tuvo fuente de infección precisa. Todavía son capaces de hilvanar días, lugares, personas… asegurar que la rutina de casa era invariable, que ellos siempre fueron estrictos y exagerados —si es que caben excesos en salvarse de la COVID-19— y, precisamente por eso, no entienden cómo pasó todo.

Cómo fue que Viviano, luego de que pusiera a todos en riesgo (sin querer), tuvo su PCR 12 días después de los síntomas que se le agudizaron en neumonía severa, confirmando sus sospechas e iniciando una secuencia de culpas que terminarían en la familia. Si, por su culpa, había infestado a su esposa, al dormir con ella; y a su hija y a su yerno, que vivían con él. Si, por su culpa, su madre de 79 años y con padecimientos pulmonares podría morir por ironías del destino, pues antes él ni siquiera iba a visitarla, la veía de mes en mes al pasar por Orlando González, y mucho menos la besaba. Pero en agosto, cuando se creía que la pandemia iba barranca abajo, él trajo a Eliodora para su casa por unos análisis de rutina… y ahora su vieja era su contacto directo. Y su temor más grande.

En efecto, en casa todos se enfermaron, el edificio que sigue llamándose Pediátrico entró en cuarentena y la cadena se tejió a partir de “su culpa”, aunque no fuera retorcida, larga o de eslabones sueltos. Más de 60 PCR después lo sabría: nadie en el edificio, nadie en su trabajo, nadie de sus amigos, ni siquiera su hermano, jefe del Servicio de Terapia Intensiva que estuvo asociado al evento del Hospital Provincial Docente Doctor Antonio Luaces Iraola y resultara positivo, luego, de aquel foco.

Serían solo su hija, su yerno, su esposa y su madre. Y fue suficiente: se sintió culpable de haber enfermado a las personas que más amaba en esta vida y sintió miedo por ellos.

Eliodora no. Ella nunca tuvo miedo, siempre creyó que no iba a morirse y no solo sobrevivió, sino que repartió ánimos.

Sus pulmones maltrechos jamás necesitaron oxígeno. Y mientras Viviano cuenta que le quedó una inflamación en los ojos que aún trata, que la hija y el yerno tienen, a veces, un poco de decaimiento; y Yolexi es capaz de describir sus dolores de cabeza con halones de pelo y el entumecimiento de sus pies… Eliodora es de esas abuelas que si uno le preguntara ¿vieja, cómo se siente?, ella diría “campana”. Sin oscilar, sin pensar, sin dudar… Si le insisten mucho debe decir, “ahí, con un poco de dolor en los huesos, figúrate…”.

Entonces uno comienza a figurarse cualquier cosa, menos que una anciana de 79 años tenga a su hijo y a su nieta enfermos y, enferma ella, saque fuerzas para continuar siendo cabeza de familia.

Viviano Viviano Moyano Trujillo. “Nos cuidamos porque no nos creemos inmunes, y mucho menos queremos revivir esta historia”

Yolexi sí confiesa que empezó a llorar, que incluso cuando le dieron el alta y venía de Camagüey no paraba de llorar por ser la primera en recuperarse y dejar al resto de la familia atrás. La suerte, admite, fueron los vecinos, que no quisieron ni que cocinara y, manteniendo distancias, estaban al tanto hasta de sus estados de ánimo.

Porque dos meses antes ella había debutado con una hipertensión emocional y una recaída era premonitoria. El día que Invasor le hizo recordar sus dolores, con una sonrisa de cortesía dijo que tendría que tomarse la pastilla, una píldora que le ayudara a soportar dos meses después el dolor de aquellas jornadas en las que salva, de paso, un recuerdo: Tamara.

Tamara es la enfermera que hacía lo que le tocaba y lo que no. Bajaba hasta el piso donde estaba Talía, la hija de Viviano y Yolexi, para verla y contarle a una madre desesperada cómo estaba su retoño. Para eso tenía que bañarse dos veces, cambiarse de ropa y volver después a hacer lo mismo, con el “recado” en sentido contrario. Todo un proceder que entrañaba riesgos al menor descuido. Esos “detalles” ellos no los olvidan y quieren que Invasor los cuente, aunque la enfermera camagüeyana no los lea.

En Facebook, Tamara se llama Tamy. Su perfil nos dice que tiene 24 años y que cuando la familia de Viviano ingresó ella llevaba apenas dos meses de trabajo.

Tamy, o Tamara, es una recién graduada, de esas que, a veces, suelen subestimarse desde la altura de un grado científico o años de experiencia, pero habría que reverenciarla si de curar el alma se trata (amén de que desconocemos su otro desempeño).

La lista de agradecimientos, no obstante, la excede. Es larguísima, Viviano acumula nombres que van de Ciego a Morón y de Morón a Camagüey; amigos que lo llamaron de toda Cuba recordándole sus más de 20 años en los Joven Club en la provincia; vecinos que se alegraron cuando lo vieron la noche del 18 de septiembre… Hay un video en Facebook, de apenas 13 segundos, que lo muestra feliz, agasajado por un edificio de ocho pisos; una mole de gente que lo aplaudía con música de fondo.

Regreso de Viviano Moyano Trujillo a su comunidad de residencia el edificio multifamiliar El Pediátrico, del municipio de Ciego de Ávila... A su regreso de Camagüey de alta médica y recuperado de la COVID 19, Viviano Moyano Trujillo recibió el amor de sus vecinos y se encontró de nuevo con su esposa, recuperada también de la enfermedad.

Posted by Televisión Avileña on Friday, September 18, 2020

El día antes, finalmente, su tercer PCR había dado negativo. “No negativizaba”, dice en términos médicos, queriendo describir la renuencia del coronavirus a abandonar su cuerpo. Y cuando por fin logró deshacerse de él, se le quedaron las culpas, como secuelas.

De eso todavía no se recupera.


Comentarios  
# Martiniano Hernández barcelo 08-11-2020 18:30
Conmovedora la historia pero debe saber el hermano Viviano que siempre estuvimos con el y su familia los muchos que le queremos y estimamos
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# Rodolfo Emilio Rosabal Dominguez 13-11-2020 22:25
Hermosa la historia como todas las que leo en invasor. Soy médico intensivista del Camagüey, al frente de la comisión de expertos de la provincia y realmente los recuerdo a todos los ingresados desde marzo hasta hoy pues discutimos caso a caso. Qué bueno es ver luego de tanto esfuerzo las personas recuperándose ese es nuestra mayor fortuna, incluso mayor que la ovación nocturna de la hora del cañonazo habanero. Gracias invasor por la parte que nos toca a los Camagüeyanos, suerte y disciplina Ciego que estamos venciendo y venceremos.
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