Puede ser que en un día soleado el mar resplandezca en Júcaro y parezca bonito, pero cuando está más turbio de lo normal y la lluvia y el viento se conjugan aquello se asemeja al abismo. Lo saben quienes nacieron y crecieron allí y ya se han acostumbrado al fango y a los aguaceros de la costa; pero que después del huracán Irma han debido dar un giro de 180 grados a su vida y aprender, de la peor manera que tanta proximidad también puede ser dañina.
Estas son las instantáneas de uno de esos días en que hasta los más fieles a su pedacito de tierra han debido partir sin mirar atrás para proteger sus vidas y a los suyos, en franca demostración de que bien vale la pena precaver antes que tener que lamentar.
Las embarcaciones permanecen amarradas en canales seguros
Convencerse de partir siempre es una decisión difícil
Son muchos los botes particulares que están anclados en Júcaro
En medio del torbellino del traslado todos permanecen con nasobuco
Los ómnibus esperarán hasta la última familia
El mar luce impetuoso a los pies del poblado
Varios camiones fueron destinados para el traslado de equipos electrodomésticos y colchones
El tren será transporte seguro durante la evacuación
La Marina Marlin está vacía