Hoy, por primera vez, las imágenes de un microscopio electrónico nos muestran la mucosa nasal de dos cubanos: uno negativo y otro positivo, como si uno le “revelara” el virus al otro y las células epiteliales fueran más nítidas en la fotografía de los confirmados.
Si no supiéramos lo que miramos pudiéramos decir que son imágenes bellas de la microbiología que nos compone. Preciosas, aun en blanco y negro. Pero nuestra realidad nos obliga a rechazarlas con una envidia totalmente justificada porque solo ahí, en esas fotos, es que observamos la diferencia. Fuera de ellas nos confundimos, no podríamos notarla ni a primera, segunda… o tercera vista.
Por la calle caminaríamos con el temor de quien no tiene a mano un microscopio de barrido para visualizar las diferencias y poder apartarnos de un positivo, como si huyéramos de una ley física donde los polos opuestos se atraen, para colmo.
Yo sé que todo eso es absurdo, pero el mundo de ahora también lo es y por eso (d)escribo sin culpas mi sinsentido. Peor es que la gente que más se quiera sea la que tenga que alejarse, que casi siempre es la que más ama la vida y renuncia, por tanto vivirla a plenitud. Que los que piensan en presente y no en futuro se expongan en un fila interminable, poniendo en riesgo los dos tiempos… al mismo tiempo.
Que los que trabajan paguen carísimo el precio de ser imprescindibles, mientras los acomodados que durante años han vivido de ellos siguen acomodados en sus casotas, ilustrando lo baratísimo que les ha salido ser millonarios. Y que los que ni trabajar pueden, deseen con todas sus fuerzas ser explotados.
Que los países pobres y pequeños ayuden a los grandes y ricos, o simplemente ayuden, y sean cuestionadas sus intenciones. Que los hambrientos sigan siendo invisibles; aunque ahora habrá quien les envidie que el hambre no se pegue ni con una lágrima de desconsuelo y esta epidemia se propague con microgotas invisibles, capaces de volar por el aire. Parece Ciencia Ficción el contrasentido mundial.
Y en medio de ese espanto me aferro a una Isla en colores que hace siete días da solo buenas noticias, a pesar del tono gris de sus muertes. Parece que desciende en su curva de miedos y entre susto y susto encuentra el camino de regreso. En el caso de la imagen es la de la izquierda. Feliz coincidencia.