Ciego de Ávila vs COVID-19: ¿entendemos los riesgos?

La movilidad de los avileños en los últimos días desdice cualquier idea de que aquí se entienden los riesgos. 

De ayer a hoy poco ha cambiado en Ciego de Ávila con respecto a la COVID-19. Se mantiene la misma cifra de confirmados y de recuperados, cuya relación habla a favor del control de la epidemia aquí. El 83.3 por ciento de los casos positivos ya está de alta clínica y es una gratísima noticia saber que ninguno desarrolló manifestaciones graves de la enfermedad.

Salvo los dos fallecidos, que llegaron tarde a la atención médica (por ocultar síntomas a la pesquisa), el resto de los hospitalizados avileños ha cursado con sintomatologías leves y 50 de ellos prácticamente asintomáticos. Solo la niña de ocho meses y una paciente de 58 años, ambas del municipio de Venezuela, estuvieron reportadas de grave, pero por padecimientos no relacionados con la COVID-19.

Todo parecería estar controlado, atendiendo a que disminuyó el número de personas en vigilancia (de 990 ayer a 762 hoy) y se cerraron dos focos, el del primer positivo de la provincia, en Ceballos, y el primero de Baraguá. Esta semana, además, podrían cerrarse los eventos de trasmisión local en Florencia y el Plan Hortícola si no aparecen “sorpresas”.

Pero no hay cómo ponerle certidumbre a esa idea, mucho menos si decimos que de los 11 contactos identificados en el último confirmado de Turiguanó (Caso 83), hace dos días, el trabajo de control de foco ya ha conectado a otras 60 personas.

Que a casi 40 días del primer caso de SARS-CoV-2 en Ciego de Ávila y en medio de un evento de trasmisión local en Turiguanó (que derivó luego en medida de cuarentena para toda la comunidad) todavía se puedan determinar 70 contactos de un caso confirmado ―cuya fuente de contagio se desconoce, para más complejidad― apunta a la indisciplina individual en el cumplimiento de las medidas de aislamiento y distanciamiento social.

Por eso las autoridades sanitarias insisten en la veracidad de las respuestas de la encuesta epidemiológica y en declarar todos los posibles contactos, directos e indirectos. Basta que quede un eslabón suelto, como explicaba mi colega Katia Siberia, para que la cadena, en lugar de romperse, se fortalezca.

La pesquisa, no obstante, no se detiene. Solo al cierre del domingo se identificaron 30 personas con infección respiratoria aguda y ocho fueron considerados sospechosos por su riesgo epidemiológico. Se mantienen en centros de aislamiento 126, una cifra inferior a la de los últimos días, tal y como se aprecia en la gráfica. 

28/04 29/04 30/04  1/05 2/05    3/05  4/05
149  149  160 139 149  150  126

 

Y en medio de un panorama que a simple vista se presenta menos complejo con respecto al primer mes de epidemia, no solo para Ciego de Ávila, sino para toda la región centro-oriental del país, ¿cómo seguir convenciendo a la población de que no estamos a salvo?

Percepción de Riesgo, la deuda

Una investigación de 1993, de los muy reconocidos estudiosos estadounidenses Vincent Covello y Miley Merkhoher, identificó varios factores que inciden directamente en la percepción del riesgo.

Decían los autores del texto Métodos de evaluación de riesgos: enfoques para evaluar los riesgos para la salud y el medio ambiente, que procesos como el entendimiento, el temor, la reversibilidad y las víctimas conocidas podrían aumentar la percepción ante posibles riesgos en poblaciones determinadas.

En total, listaron 14 factores que modifican la manera en que los individuos o grupos sociales responden a los riesgos. En Epidemiología, por ejemplo, el riesgo se entiende como la probabilidad de un evento que, como hemos insistido para el caso de la COVID-19 en Ciego de Ávila, se afinca en una tasa de incidencia acumulada de 19,2 por cada 100 000 habitantes.

Riesgo es, también, la relación entre la gravedad de la amenaza y la vulnerabilidad de la población expuesta. Para el territorio avileño, con 435 170 habitantes, las vulnerabilidades se acrecientan en el 19 por ciento de esa población (83 108 personas) que tiene 60 años o más, de acuerdo con el Anuario Estadístico de Salud, edición 2019.

Digamos, además, que 55 de cada 1000 avileños padecen Diabetes Mellitus, 228 de cada 1000 son hipertensos y 83 de cada 1000 sufren de Asma Bronquial, tres comorbilidades determinantes en la evolución de la COVID-19. Esas tasas de prevalencia, no obstante, se triplican en los adultos mayores de 60 años en el caso de la diabetes, y se duplican en la hipertensión y el asma.

Los dos fallecidos de la provincia tenían antecedentes de diabetes mellitus e hipertensión arterial y ambos eran mayores de 60 años. ¿No queda suficientemente clara la vulnerabilidad y la gravedad de la amenaza?

Veamos, al cierre del 3 de mayo, cómo se comportan algunos de estos factores mencionados por Covello y Merkhoher, y así entender mejor por qué la percepción del riesgo en esta provincia pareciera haber pasado el “pico” máximo sin que hayamos notificado que tal cosa ya sucedió:

Familiaridad: Riesgos desconocidos son percibidos como mayores en comparación con los riesgos conocidos. El SARS-CoV-2 es un virus nuevo del cual todavía se están obteniendo resultados científicos que explican su naturaleza, capacidad de expansión y peligrosidad. Su parentesco con otros coronavirus ya estudiados y manejados no ha sido suficiente para la comunidad de expertos. Esto, como se ha dicho hasta el cansancio, no es un catarro y en consecuencia nadie debería creerlo. La situación debería estar lejos de crear sentimientos de familiaridad.

Entendimiento: Riesgos difíciles de entender son percibidos como mayores en comparación con los riesgos claramente comprensibles. No parece muy complejo comprender la magnitud de la pandemia cuando el número de contagiados supera los tres millones de personas en 184 países y la cifra de víctimas fatales ha escalado vertiginosamente los cinco dígitos. No parece que la baja percepción de algunos avileños tenga como base la incomprensión, aunque tampoco se explica por qué no.

Reversibilidad: Riesgos con efectos irreversibles son percibidos como mayores en comparación con los riesgos sin tales efectos. Que 70 de los 82 confirmados de Ciego de Ávila (no se cuentan los dos fallecidos) ya estén recuperados, y que los 12 hospitalizados cursen sin gravedad la enfermedad, unido a la baja letalidad del 2,3 por ciento podría generar la falsa expectativa de que “en el supuesto caso de enfermar, saldremos bien”.

Temor: Riesgos que generan fuertes sentimientos como el miedo son percibidos como mayores en comparación con los que no crean sentimientos tan fuertes. Habría entonces que entrar a debatir a qué le temen los cientos de personas que se amontonan en los portales de las tiendas. ¿Temerían ver imágenes de personas en estado crítico por la COVID-19? ¿Sería ético mostrarlas? ¿Por qué el número de personas graves y con peligro inminente para la vida, informado día a día, no representa un miedo suficientemente grande para los que todavía se exponen?

Víctimas conocidas: Riesgos con víctimas identificables son percibidos como mayores en comparación con los riesgos con víctimas estadísticas. ¿Será que solo nos duelen y afectan, al punto de producir un cambio en la conducta, las muertes de personas cercanas? ¿Falta empatía para sentir en nosotros mismos el efecto demoledor de una víctima mortal en La Habana o en Villa Clara? ¿Cuántos abuelos, padres, hermanos, tíos, primos más deben morir para que el resto entendamos la magnitud del riesgo y actuemos en consecuencia?


Comentarios  
# Guajiro de cangalito 05-05-2020 12:39
Es cierto que en ciego de Ávila parece si miramos las calles que todo pasó hay que tomar medidas pero ojo mucho ojo tomar medidas no es reprimir como lo que está volviendo a pasar con las motos eléctricas y otras Alejandro Gil solo hablo de autos estatales con chapa B en ciego casi siempre nos tomamos facultades que no tenemos
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