Camilo, el amigo de siempre

Han transcurrido 61 octubres desde que su ausencia se hizo definitiva solo en lo físico, porque la realidad demuestra que de nosotros no se fue.

Camilo Cienfuegos Gorriarán se instaló definitivamente en el corazón de Cuba como uno de los hombres de mayor pureza, cubanía, coraje y, a la vez, una sensibilidad imborrable en la memoria colectiva.

¿El hombre perfecto? Eso él jamás lo aprobaría. Incluso en cartas a su familia se disculpaba por algunos sufrimientos que ocasionó en correspondencia con su actuar rebelde ante las injusticias sociales.

Quienes vivieron cerca de él disfrutaron de sus virtudes, dotadas de una diversidad de matices difíciles de calcular, aunque la alegría, el valor, la fidelidad y el sentido de justicia están entre las más sobresalientes.

Era el bromista que no se limitaba ante hermanos de lucha tan serios como el Che, el jefe que exigía a sus subordinados, pero a la vez los escuchaba y compartía con ellos sus escasos recursos de guerrillero, el soldado que jamás traicionaría a Fidel.

De Camilo nos quedan las fotos, las anécdotas, la heroicidad y la certeza de que su nombre simboliza lo más auténtico del cubano, la simpatía, la capacidad de sobreponerse a situaciones adversas, en fin, la sensación de tener en él un amigo permanente, de los que no fallan, de los que aconsejan en momentos difíciles con una sonrisa que invita a la vida. Con nosotros tú sigues, Señor de la Vanguardia.


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