Autodefensa para la historia

Con la valentía que siempre le caracterizó, el doctor Fidel Castro Ruz asumió el 16 de octubre de 1953 su propia defensa y pronunció el alegato conocido como La Historia me Absolverá.

Esa vista de la causa 37 contra los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente, sería también en defensa de todos sus compañeros de lucha y del pueblo de Cuba.

Ante un reducido grupo de personas, fuertemente custodiado por esbirros de la dictadura, en la pequeña sala de estudio de las enfermeras del Hospital Civil Saturnino Lora, Fidel inició su alegato.

“Señores magistrados:

“Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones; nunca contra un acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro, son en este caso la misma persona. Como abogado, no ha podido ni tan siquiera ver el sumario y como acusado, hace hoy setenta y seis días que está encerrado en una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado, por encima de todas las prescripciones humanas y legales”.

Un silencio profundo inundó todo el lugar. Las palabras de Fidel desenmascararon desde el inicio la inconstitucionalidad del golpe de Estado cometido por Fulgencio Batista y los crímenes y horrores realizados por la dictadura contra los jóvenes asaltantes.

“No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que en una semana completa; los golpes, las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos no cesaron un instante, como instrumento de exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen”, manifestó.

En sus palabras, denunció los turbios manejos del proceso judicial, los intentos de asesinarlo y la separación del resto de sus compañeros. El valioso documento trascendió también porque expuso el programa político, jurídico y social propuesto por el movimiento revolucionario, una vez derrotada la dictadura.

“El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación, y el problema de la salud del pueblo, he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubiesen encaminado resueltamente nuestros esfuerzos junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política”, aseveró.

La decisión de asaltar los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes no fue al azar. Desde un inicio los participantes en la acción estuvieron guiados por el pensamiento de José Martí y Fidel así lo reafirmó:

“Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”. 

Al concluir su defensa, el joven revolucionario subrayó que no iba a terminar pidiendo su libertad. Él quería correr la misma suerte de sus compañeros que ya estaban sufriendo en la prisión de Isla de Pinos.

Sabía que la cárcel iba a ser dura, pero no le temía. Y concluyó su histórico alegato con la frase que trascendería el juicio y el tiempo: “Condenadme, no importa, La historia me absolverá”.

En opinión de la periodista y escritora Marta Rojas, ya fallecida, “la primera victoria estratégica derivada de la acción del Moncada, apoyada por 153 combatientes bien entrenados, aunque mal armados con escopetas de caza, sería el alegato que posteriormente cobra forma de libro y se imprimió y distribuyó clandestinamente en Cuba a partir de 1954, con el título ya universalmente conocido de La Historia me absolverá”.


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