La Covid-19 ha generado una pausa laboral en la mayor parte del sector no productivo, sin embargo, persiste la necesidad de generar bienes y muchos son los protagonistas en ese empeño.
En apariencias el país está detenido y da la impresión de que la permanencia en las viviendas para evitar la propagación de la Covid-19 es una generalidad, aunque las actividades aseguradoras de la economía siguen su curso.
La práctica demuestra que las labores no están al ritmo que la sociedad cubana requiere, sin embargo, constituye una realidad el hecho de que Cuba, a pesar del bloqueo, ha generado estrategias para que su economía subsista en las más difíciles etapas que puedan surgir.
Ciego de Ávila tiene un peso enorme en cuanto al potencial agrícola, capaz de aportar recursos al balance nacional, con énfasis en las viandas, las frutas y los granos.
Esas producciones estuvieron muy deprimidas en la última década del pasado siglo, cuando el Período Especial llevó a una escasez casi absoluta de cultivos en los campos, etapa en la que el marabú y otras malezas inundaron el paisaje rupestre.
Por aquellos años hubo que dar mucho machete para recuperar terrenos y hacerlos producir, pero no todo quedó libre del espinoso arbusto. Eran evidentes sus rebrotes en áreas que no se aprovechaban de inmediato.
Sobre ese tema me llamó la atención una idea expuesta por el fallecido ex ministro de la Agricultura Alfredo Jordán Morales en una visita a la zona de La Cuba, en el municipio de Baraguá. Planteaba el dirigente que si no había secuencia productiva era mejor dejar que el marabú creciera.
Lo cierto es que el país fue saliendo de aquella nefasta etapa por acciones que estimularon el trabajo en el campo, entre ellas, la entrega de tierras en usufructo y facilidades a la empresa estatal socialista para avanzar en su desarrollo económico. La entidad agropecuaria La Cuba ha sido un puntal en esas transformaciones.
Aplicaciones de la ciencia y la tecnología combinadas con el conocimiento empírico de los productores de mayor experiencia han sido armas y ejemplos para sacarle a sus áreas buenos rendimientos en comparación con similares empresas del país.
Para bien de la economía, ese es uno de los paradigmas que tiende a reproducirse en varios puntos de la provincia. Primero de Enero se enorgullece de la Empresa Agropecuaria Arnaldo Ramírez, vital en el autoabastecimiento municipal más el apoyo permanente a Santiago de Cuba.
En estos tiempos difíciles no pueden pasar inadvertidas las faenas en la Empresa Agroindustrial Ceballos, la cual sufrió una devastación total en sus cultivos fundamentales de cítricos por la plaga conocida como Huang Long Bing o Dragón Amarillo, que nos ha dejado prácticamente sin esos preciados frutos.
Pero las tierras de Ceballos y sus alrededores tienen mucha calidad y poco a poco llegaron ideas transformadoras, al punto de que sus áreas se sembraron con otras variedades de frutas que han revitalizado la economía de esa región al punto de ganar la posibilidad de exportar sus recursos.
Al movimiento campesino le toca una dosis elevada en cuanto a sudor e inversiones. Vale recordar el surgimiento de numerosas minindustrias muy cerca de los cultivos con el fin de procesar los alimentos, asegurar su inocuidad y duración, a la vez que benefician a los productores en su gestión comercializadora.
Lo difícil de estos días, marcados por una pandemia de impredecibles consecuencias, radica en la estrategia destinada a que las producciones sigan.
En el mundo existe un gran dilema encabezado por los más ricos, que con tal de aprovechar las circunstancias, insisten en volver cuanto antes al trabajo a costa del peligro que implica la persistencia de la Covid-19.
Como en cualquier parte del planeta, Cuba requiere de producciones sin afectar la salud de sus trabajadores. Es obvio que la alimentación del pueblo deviene prioridad, en un contexto en el que tienen que primar la responsabilidad, la aplicación de las medidas de seguridad y protección, más una convicción que debe prevalecer en cada colectivo: el sentido del momento histórico.