Verano en casa: de la ansiedad a la resiliencia

Más que añadir opciones para estos meses sería oportuno pensar en qué pasatiempos nos agobian ya.

Me escribe todos los días un amigo friki para preguntarme (diría yo, reclamarme) cuándo acabará el confinamiento generado por la COVID-19; lo hace siempre que ve un resumen de la habitual conferencia de prensa del doctor Durán y que reproduzco cada mañana en mis estados de Facebook.

Su anterior rutina de vida, esa mezcla entre la escuela y salidas con amigos al café Cacharrito, y largas horas de charlas en el parque Martí de Ciego de Ávila, ya no se parece a la de hoy, porque las paredes del cuarto se convirtieron hace un tiempo en el cómplice de su silencio.

Ahora que vivimos un julio diferente, me interroga: “¿De qué verano me hablas?”. La verdad es que, entre la COVID-19 y los fenómenos meteorológicos, el esperado jolgorio de estos meses parece impensable en medio de un 2021 al que todos le teníamos buenos augurios por el bien de nuestra salud física y mental.

Resulta que ya ha pasado más de un año y la casa es todavía el espacio ideal para protegernos del virus del SARS-CoV-2 y, a la vez, el escenario donde crecen preocupaciones ante el encierro del que somos partícipes. Es normal cuestionarse entonces qué hacemos este verano.

En esta época es costumbre realizar planes para vacacionar en grande, sin embargo, tuvimos que modificar un sinnúmero de hábitos y prácticas.

Aunque en similar etapa de 2020 las opciones de disfrute colectivo fueron reducidas, ahora, cuando las temperaturas suben y las ansias por darnos un chapuzón también lo hacen, la situación epidemiológica comprime a cero las posibles iniciativas.

Afloran entonces la confusión, el pánico, la alarma y la impotencia, todo generado por la adaptación apresurada al teletrabajo, la sobreexposición a clases televisivas o virtuales, la observación elevada a las pantallas de celulares o el miedo a un posible contagio con la pandemia. Por el contrario, hay quienes ponen todas las ganas para superar el momento y logran controlar su pánico.

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Hablar de un verano virtual o de opciones en la pequeña pantalla no es consuelo siquiera para quienes pasan el día conectados con el ciberespacio, o hacen del sofá una cama para no perderse un programa en la televisión o la película que grabó en la memoria.

Más que añadir opciones en casa en estos meses sería oportuno pensar en qué pasatiempos nos agobian ya y desechar prácticas que, si bien nos ayudaron, llegó el punto en que no satisfacen el interés personal de romper con la monotonía que, a la larga, se traduce en ansiedad.

Esta desesperación, dicen los psicólogos, puede catalogarse como normal, e incluso saludable, porque de cierta forma pone en alerta a los individuos ante el peligro y de esta manera se protegen a sí mismos y a los que les rodean.

Por ende, resultan entendibles las manifestaciones de angustia, sobre todo en niños y adolescentes, para quienes el verano es, casi exclusivamente, sol y playa. La ansiedad provocada por el comportamiento y desarrollo creciente de esta pandemia es comprensible, aunque los esfuerzos por revertir esa situación son extraordinarios.

Sabemos que vivimos otro año atípico, pero lo que nunca debemos perder es el optimismo del regreso a una nueva normalidad a la que nos llevarán vacunas como Abdala, sin escatimar comportamientos adecuados que contribuyan a cortar la transmisión.

Que sea este verano el tiempo oportuno para reflexionar en el valor de la vida, por nosotros y por quienes tuvimos que dejar atrás. Anotemos en la última hoja de esa libreta cuya asignatura está a medio terminar cada idea que parezca divertida, incluso atrevida, para hacerla realidad cuando nos veamos nuevamente las caras.


Comentarios  
# JAleM 19-07-2021 08:40
El verano 2020 fue muy arriesgado. Con una búsqueda en Internet, en Invasor, leerás. Y las condiciones epidemiológicas eras muuuuyyy distintas. Verano en casa, sin desesperos ni fatigas. Tiempos mejores vendrán.
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