Fatiga pandémica, lo dice la ciencia en Ciego de Ávila

El aumento del número de contagios por COVID-19 en Cuba, a pesar de las medidas restrictivas vigentes, es una certeza que se confirma cada día frente al televisor, cuando la conferencia de prensa nacional informa que el récord anterior de casos positivos se superó a sí mismo en la última jornada.

Pero más allá de los números, hay familias que sufren, personas que mueren y un sistema de Salud que hace malabares para soportar la presión; y lo que más preocupa es que al cabo de 16 meses de enfrentamiento al virus el incumplimiento de las medidas sanitarias parece regla y no excepción.

Precisamente, con estas hipótesis los psicólogos Ilianne Hernández Verdecia, Daileny Álvarez Portela, Katia Roldán Contreras y Danis Rodríguez Ceballos investigaron acerca de los factores que han determinado una baja percepción de riesgo en Ciego de Ávila y cómo esto ha catalizado el contagio.

Se trata de una investigación sobre el terreno, que aplicó con rigor métodos y técnicas científicas para describir la realidad avileña y ponerla en contexto en medio de una situación epidemiológica compleja y de la declaración de la fase de transmisión comunitaria en Cuba.

A través de la técnica cualitativa del grupo focal se entrevistaron a más de 100 sujetos de diferentes puntos del municipio cabecera y de Gaspar, y los resultados vinieron a confirmar las conjeturas. Danis Rodríguez Ceballos, jefe del Grupo Provincial de Psicología de la Salud, se refirió a que el alza de casos positivos pudiera explicarse en tres dimensiones: decisiones socioeconómicas que determinan una alta movilidad en función de garantizar necesidades básicas; relajamiento de las medidas sanitarias al cabo de un año de convivir con el virus, y la creencia de que la solución está más cerca con el inicio de la vacunación en el país.

Los resultados, también, concordaron con lo que la Organización Mundial de la Salud ha definido como fatiga pandémica al referirse “al estado de agotamiento psicológico generado por las restricciones y precauciones adoptadas durante la pandemia”. De ahí que se considere como otra secuela del SARS-CoV-2, con un peso importante en la baja percepción de riesgo de los avileños.

Ilianne Hernández Verdecia aclara que el miedo es una reacción emocional que obliga a estar hipervigilante ante lo desconocido, pero ha cedido debido a la familiaridad con el virus. Entonces los modos de actuar dependen de valoraciones individuales, por ejemplo, “me considero saludable”, “tengo comorbilidades” o “necesito salir porque nadie más en casa puede hacerlo”.

Existe, también, un divorcio entre pensamiento y acción porque las personas identifican el peligro, pero aun así asumen conductas de riesgo. Por eso, Daileny Álvarez Portela aclara que otra de las actitudes identificadas es redoblar las medidas después de haberse expuesto al virus, cuando en realidad estas son preventivas y sostenidas.

Los especialistas señalaron la necesidad de perfeccionar los mensajes de bien público asociados a la enfermedad y garantizar información veraz, oportuna y sistemática, que no debe limitarse solo a los espacios informativos habituales y a los spots televisivos que refieren síntomas y modos de contagio.

Katia Roldán Contreras aclara que la complejidad epidemiológica actual demanda apelar al factor emocional y hacer llegar a las personas mensajes que visibilicen que un ser querido puede ser el enfermo, historias de vidas, anécdotas relacionadas con las labores del personal de Salud y particularizar los datos en dependencia de la situación real de cada provincia.

Concordemos en que la vacunación masiva es la luz al final del pico, pero no solución inmediata para ponerle un alto al contagio por COVID-19. Por el momento toca vivir pensando en el futuro, no besar ni abrazar hoy para poder hacerlo mañana y en esta carrera de resistencia no valen el cansancio ni el descuido. 


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