Cuando la guagua Diana “blanquiazul” pasó por la parada y siguió de largo sin ninguna señal que calmara los ánimos, el vaho de calor se convirtió en desaprobación y cuchicheo porque a las 2:00 de la tarde están “descongeladas” hasta las esperanzas del más optimista, que terminó nombrando santos y maldiciendo cuando el chofer ni siquiera volteó la cabeza ante la multitud que salió a su alcance.
Sucede que desde la Base de Ómnibus, ubicada en el Reparto Barbero en la ciudad cabecera, hasta la Terminal de Ferrocarriles, hay un buen tramo con varias paradas intermedias que bien pudieran adelantar a unos cuantos hasta el centro de la ciudad o acercarlos a la zona Sur.
Sin embargo, bajo la impunidad del cartel que dice Flete o Extra, o incluso señaliza el nombre de un municipio, las guaguas se mueven en este tramo con probada normalidad ante el vituperio generalizado del que espera.
Esto se traduce en ómnibus que pasan vacíos, sin explicaciones ni consideraciones, de noche o de día, bajo el sol o la lluvia. Si se pega el oído atento a estas paradas, lo mínimo que se escucha es que los choferes se creen dueños del carro y que quienes deben controlarlos no montan guaguas.
Cualquiera pudiera hacerse el sordo, mas aquí de lo que siempre se ha tratado es de garantizar el transporte a la población y, de vez en vez, parece que algunos olvidan su obligación de prestar un servicio y otros su responsabilidad de exigir porque se cumpla.
Eso por no mencionar a los ómnibus de organismos y entidades encargados de transportar trabajadores que van y vienen —a saber si en cumplimiento de su objeto social— y hacen caso omiso a las señas y “murumacas” que les salen al paso.
Ya Invasor explicaba en su edición del pasado 29 de junio la inestabilidad de los portadores energéticos destinados a la transportación urbana e intermunicipal. Al punto de que en los últimos días se ha operado solo con el 50 por ciento del combustible necesario, por lo que más de 400 viajes han sido suspendidos y 47 000 pasajeros han dejado de moverse. Bajo estos términos, un ómnibus vacío, o medio lleno, por las calles resulta oprobio y afrenta para la mayoría.
La información ofrecida por la Empresa Provincial de Transporte agregaba que los 56 puntos de embarques de la provincia se han reforzado con inspectores de transporte, pero la práctica demuestra que, desde hace rato, el simple hecho de anotar en una tablilla la chapa del auto que violó el stop no surge efecto ni denota cambios y se suma a la lista de agravantes que aquejan al transporte.
Dicho de otro modo se viola aquí constantemente la todavía vigente Resolución 435 del 2002 del Ministerio del Transporte que establece la obligatoriedad de recoger pasajeros por los conductores de los autos y vehículos ligeros estatales en dichos puntos y, estadísticamente, son muchas menos las veces que se sabe de acciones contra los infractores.
En el peor de los casos, en el carro de chapa azul hasta te cobran el pasaje y una que ya está montada agradece su “generosidad” frente al silencio cómplice del camino.
• Lea aquí otra anécdota.
Lo cierto es que puede faltar el permiso para recoger personal en ciertos tramos, la decisión oportuna para que el ómnibus de tal entidad contribuya a desahogar las paradas, dinero en las alcancías al final del trayecto o premura como para detenerse en cada punto de embarque, pero es evidente que también falta control y sensibilidad por el dolor ajeno.
Desde las paradas, el asunto ya fue evaluado y sentenciado: detener el vehículo no depende de la cantidad de combustible, sino de la voluntad.