Sembrar la ciudad

Hay dos palabras que siempre se encuentran en la boca de todo cubano, a toda hora del día, desde que amanece hasta la hora de acostarse; no se reduce a profesiones específicas: maestros, albañiles, cirujanos, cuentapropistas o amas de casa; para todos ellos, son dos palabras las que ocupan gran parte de sus horas, de sus pensamientos y de sus energías: ¡La comida!

Digámoslo de nuevo: ¡La comida! Sí, esa tarea pendiente que continúa ocupando las preocupaciones, durante ya varias décadas de la familia cubana.

Un viejo sueño compartido que anida en la vocación de nuestros gobernantes, pero que choca con realidades que desbordan su poder. Y es que la escasez de alimentos en un país que en la mayor parte de su historia ha sido eminentemente agrícola, se convierte, hoy, en una paradoja amarga y difícil de afrontar.

Ante la escasez de insumos, la falta de motivación de los jóvenes, y una tierra conquistada por el marabú y el aroma, han tomado auge en los últimos años nuevas formas de entender la agricultura. De este modo, aparecen en nuestro país, los proyectos de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar (AU/ASU/AF), apoyados mediante regulaciones e incentivados por el Gobierno, como una forma de acercar los alimentos al pueblo.

En la actualidad, en nuestro país, el 70 por ciento de los alimentos frescos consumidos provienen de pequeños agricultores y cooperativas, según datos del Ministerio de la Agricultura. Un modelo que, lejos de ser improvisado, se nutre de políticas como el Decreto Ley 358 (2018), el cual otorga mayor autonomía a los productores para comercializar sus cosechas. Según un informe de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (2023), el 35 por ciento de las familias urbanas en Cuba cultivan algo en casa, aunque sea una mata de orégano.

Sin embargo, para muchos cubanos tristemente, el llamado a sembrar la tierra es recibido con hostilidad. Es cierto que la agricultura urbana no es para todos, pero de ninguna manera es una práctica tercermundista, llamada a acabarse cuando se consiga garantizar una total disponibilidad de alimentos en los mercados. En un mundo cada vez más urbanizado, donde se globaliza progresivamente la producción de alimentos hasta llegar a escenarios de ciencia ficción: granjas de carne, pollos hormonados y hortalizas engrandecidas a base de químicos y fertilizantes de la mayor eficacia; en un mundo donde reina la tiranía de las grandes corporaciones semilleras, muchos han optado por prácticas ecológicas.

La AU/ASU/AF ha dejado de ser una utopía para convertirse en una realidad vibrante y necesaria en un planeta que ya ha superado los 8000 millones de habitantes. Desde huertos en azoteas, hasta granjas verticales de alta tecnología, estas iniciativas, no solo proveen alimentos frescos y de kilómetro cero, sino que también fomentan la sostenibilidad, reducen la huella de carbono y fortalece el vínculo entre las comunidades.

En países de alto desarrollo urbanístico esta modalidad de siembra está siendo adoptada por muchos. Proyectos como Nature Urbaine en París, y Lufa Farms en Canadá son ejemplo de ello. Otro ejemplo bastante curioso es el caso del rascacielos Pasona O2 en Japón, el cual cuenta con un arrozal interior ubicado en el vestíbulo principal.

Hay que tener en cuenta que no es lo mismo sembrar en una gran extensión de tierra, en el campo, que hacerlo en nuestros hogares. Existe una clara desventaja en cuanto acceso a la tierra y al agua, mayores niveles de contaminación ambiental, así como la falta de asistencia y orientación. En muchos casos, lo único de lo que disponemos son de pequeños patios y balcones, lo que no constituye de manera alguna un impedimento para poder llevar a cabo esta práctica. Todo se trata de tener ganas y saber adaptarse.

¿Pero esto realmente es así? Hay muchas personas en nuestra ciudad que cuentan con algún espacio y la disposición de sembrar, pero no saben por dónde empezar. En este sentido se hace necesario que el incentivo al pueblo a “sembrar su pedacito de tierra” esté acompañado de iniciativas reales, que contribuyan a hacerlo realidad. Este mismo medio, en publicaciones de años anteriores, recoge felices testimonios que evidencian que la AU/ASU/AF es un medio viable, y que en muchas ocasiones el Estado provee de los medios para llevarla a cabo.

Es necesario entonces, que los representantes y dirigentes de los numerosos proyectos que existen con respecto a la AU/ASU/AF en nuestro país, lleguen a los lugares adónde más se les necesita. Que las dos partes se unan, y exista una simbiosis que permita que, en cada balcón, en cada placa y en cada jardín pueda nacer una mata de ajíes o un plantío de calabazas; y que en la medida de lo posible, lleguen las semillas a las manos que las aclaman, pero sobre todo información, y orientación técnica, para que el que quiere sembrar tenga una forma de llevarlo a cabo.

La Agricultura Urbana no es una moda pasajera: es una revolución que convierte el gris en verde, los consumidores en productores y las ciudades en ecosistemas vivos.


Escribir un comentario


Código de seguridad
Refrescar