Principio y fin de un año (y la Teoría de la Complejidad)

A 2023 llegaré desconfiando de cábalas y predicciones. Me parece más lógico apostarle a la fuerza interna de la nación: su gente

Si creíamos que 2020 y 2021 nos habían exprimido al máximo las esperanzas, y que ya estábamos “curados de espantos”, vino 2022 a quitarnos la razón y a ponernos, otra vez, contra las cuerdas. Ahora no serían la COVID-19, el nasobuco, el encierro o las pérdidas materiales y de vidas valiosas, sino más bien sus efectos a “largo plazo” y las carencias acumuladas, las que nos robarían el aliento en una carrera de resistencia que simuló el horizonte: cuanto más cerca el fin más lejos.

Amanecimos en enero del 2022 bajo el influjo del “día cero” y la consabida Tarea Ordenamiento, que en algún punto del camino hizo más evidentes que nunca la inflación y la escasez, las cuales, “aderezadas” con la situación energética del país, fueron termómetro rojo y punto de inflexión en el día a día, de ahí que reinventarnos no fue una opción, sino necesidad.

Al que un apagón en este lapso no le haya sacado algún alarido o maldición no sabe nada de la página que acabamos de cerrar. Siguiendo esa línea, los avileños recordaremos estos 12 meses, también, con el récord de pagar 350.00 pesos por una libra de carne de cerdo, las colas para la compraventa de divisas en Cadeca (y para todo), el clima y la falta de combustibles malogrando la cosecha de papas, o por la pequeña molienda de los centrales.

Pero, en un ejercicio de resiliencia infinita y de esfuerzos colectivos, este país, esta provincia, en medio de todas esas penurias y obstáculos, sacó el extra. Hoy, cerrando el año, comunidades preteridas pueden tachar de la lista de deseos el acceso al agua y a mejores condiciones en los consultorios médicos, pueden disponer de servicios más cercanos, pueden contar otra historia.

Este final de 2022 debíamos todos regocijarnos con dos hospitales transformados y más de tres esquinas en los 10 municipios que desdicen esa palabra repetida hasta el infinito todo este tiempo: complejidad. O acaso la reafirman.

Tendremos que coincidir en que si algún paradigma nos ayuda a entendernos y explicarnos es el de la Teoría de la Complejidad. No hay cómo argumentar o enunciar el desabastecimiento, la emigración, la crisis económica, sin tener en cuenta la apertura a nuevos actores económicos, las elecciones municipales, la atención a familias vulnerables. Todo acontece en el mismo país y conviene enunciarlo sin miradas simplificadoras o reduccionistas.

Habrá que pensar en el referendo popular que dio el sí a un nuevo Código de las Familias y abrió las puertas de par en par a más derechos para todos; en la constitución de las asambleas municipales del Poder Popular y la enorme responsabilidad de los elegidos en el cumplimiento de su encargo de representarnos; en la intensa labor legislativa llevada a cabo por el parlamento cubano, oxígeno para la premisa de que, a pesar de los pesares, hay un país que se sobrepone, puja por avanzar y piensa a futuro.

La única certeza de 2022 es que lo hecho y lo por hacer dependen de nosotros. Fue este otro año en el que el mundo condenó el inhumano bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, pero los primeros siguen haciendo oídos sordos y los segundos (o sea, nosotros) resistiendo. Obvio, no hay suficiente mérito en la resistencia si no se empuja el límite de lo posible. Por eso, desde el discurso oficial se habla de ponerle creatividad al acto soberano de no dejarse ningunear por potencia alguna.

Después de todo y de tanto, hubiese querido escribir algo que cumpla los estándares de conceptos como lindo o esperanzador, que no fuese un inventario de logros y deudas, sino más bien un barredor de todas las tristezas e incertidumbres. Sin embargo, me reservo los vaticinios. Al 2023 llegaré desconfiando de cábalas y predicciones. Me parece más lógico apostarle a la fuerza interna de la nación: su gente.

En cuestiones como esta, es decir, la suerte y el futuro de un país, no vale contar las veces que caemos, sino las que nos levantamos. No vale decir a la tercera va la vencida, porque habrá que intentarlo hasta que se concrete. Merecemos prosperidad, eso no está en discusión.

Tal vez, el próximo diciembre en lugar de un texto un poco serio y sin licencias para el optimismo sin asideros, escriba otro al que le sobre la cerveza, la música, la carne de cerdo, los indicadores económicos en positivo, la tranquilidad ciudadana, la seguridad para todos y la armonía. Mientras tanto, me aferro a la felicidad de estar viva y todo lo que eso implica.


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