Oscuridades del bulevar

Una vez que los bancos, las tiendas y los negocios de gastronomía cierran, una vez que la luz del día está a punto de apagarse, el bulevar deja de ser un bulevar y se convierte en una calle más.

Es una calle más. Alguien pasará a prisa, sin reparar en que, supuestamente, es un bulevar. Alguien más transitará en bicicleta sin fijarse en las señales que prohíben la acción, sin que le interese, acaso, conservar la condición de bulevar que le antecedía.

Para cuando la luna lleve par de horas posicionada, Independencia entonces será una vía desértica. Solo a las 4:00 de la mañana, quizás antes, algunos volverán a poblarla, en la cola por cobrar la chequera.

Hace unos años, no tantos, el bulevar era un bulevar de verdad, de día y de noche. Durante la mañana y la tarde era uno de los ejes más importantes de las actividades comerciales de Ciego de Ávila y luego, un área de entretenimiento, de cultura, que siempre tuvo un nivel de convocatoria significativo.

Los espacios estaban siempre dispuestos, a la espera. Fuera martes o sábado, los avileños tenían motivos para visitarlo. Sus áreas atestiguaron cumpleaños, aniversarios, ferias de arte popular, eventos múltiples. Los reguetones y las baladas del bar Piña Colada y del Bohemio —ahora Palacio de la Rumba— eran la banda sonora de un lugar en el cual ahora solo se escucha la brisa.

En un tiempo pasado, casi en el olvido total, existió la “Noche avileña”. Cada sábado vestían al bulevar de lujo. Eran entonces los espacios los que buscaban a sus visitantes. Algunas mesas de los restaurantes se colocaban afuera. Las tiendas y puntos particulares mantenían sus ventas hasta altas horas.

El estado actual jamás convencería a los de afuera de que, cierta vez, fue diferente. Entre apagones y la tenuidad de los faros es imposible que muestre sus brillos. El bulevar, a menos de 20 años de construido, ha envejecido.

Por el peso que alcanzó en la vida sociocultural de la provincia, constituía, simbólicamente, más que una arteria cualquiera. Era un punto de referencia y el lugar de muchos lugares donde compartir momentos especiales, por muy comunes que pudieran ser. En una ciudad desprovista de suficientes espacios donde difundir las artes, este bulevar no solo obedecía a su significado primario o enciclopédico, representaba un eje cultural.

Las crisis actuales condicionan la situación de todo. El bulevar no es ajeno. Ha caído en desgracia. Un alza repentina sería descabellada. Resultaría muy costoso que luciera las mismas galas, que fuera sede de eventos de elevados estándares.

Algunos, incluso, criticarían sin piedad dotarle de nuevo de esas ostentosas cualidades que hoy desposee. No es eso. Al bulevar, primero, le hace falta recuperar su espíritu nocturno, recuperar su condición de bulevar.


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