Un análisis reciente del cumplimiento de la Política de la vivienda en el país, encabezado por el miembro del Buró Político y Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz, puso sobre el tapete lo que muchos cubanos saben por experiencia propia: Todas las provincias muestran un retroceso en el programa de producción local de materiales de la construcción.
Como consecuencia, apenas se logró, hasta el cierre de agosto, el 39 por ciento del plan de fabricación de viviendas correspondiente al 2024, y aunque Ciego de Ávila no está entre las provincias señaladas como más deficientes, tampoco escapa de los incumplimientos reiterados en uno de los proyectos de mayor impacto social.
Ya Invasor lo anticipaba desde abril pasado, cuando al cierre del primer trimestre el territorio solo ejecutó el 15 por ciento de lo planificado, que en números exactos significaba 74 casas de un plan de 670.
Es cierto que las complejidades de la economía, vinculadas al suministro de materias primas, la situación energética y la afectación en la producción de cemento, hacen mucho más escabroso el escenario, pero no por ello deja de preocupar la tendencia decreciente experimentada a partir de 2019 y las pocas perspectivas de que ese panorama pueda revertirse a corto o mediano plazo.
Mientras, miles de familias afectadas por eventos meteorológicos esperan a lo largo del archipiélago por la posibilidad de recuperar el techo perdido y otras tendrán que seguir aplazando el sueño de construir, más que un espacio físico donde vivir, un hogar para formar una familia y criar los hijos por venir.
Quien ha padecido la carencia de una vivienda sabe cuánto puede representar esta en los planes de vida de las personas para alcanzar la estabilidad laboral, familiar y sicológica, y cuánto influye en el estado anímico para enfrentar las vicisitudes cotidianas.
Tener un lugar a donde volver cada día y encontrar la paz y el reposo necesario no debe ser un privilegio ni un premio, sino un derecho elemental, que todavía dista mucho de cumplirse.
Han sido varias las estrategias concebidas por el Estado y las indicaciones a los gobiernos territoriales para aprovechar las potencialidades de cada lugar e incrementar la fabricación de materiales, pero todo ello queda muchas veces en papeles, consignas y euforia pasajera que no se concreta en hechos.
Pueden contarse con los dedos de las manos los emprendimientos exitosos e iniciativas que no tropiezan en el camino con trabas burocráticas, fichas de costo y otros males que frenan el avance.
En tanto, cada día el fondo habitacional continúa deteriorándose, porque faltan también acciones y recursos para el mantenimiento, a lo que se suman afectaciones por nuevos ciclones o lluvias intensas.
No obstante, si algo pueden hacer los gobiernos locales y los organismos encargados, es velar porque los pocos recursos disponibles vayan a manos de quienes más lo necesitan y no se desvíen hacia los más empoderados.
Duele ver cómo crecen de un día a otro edificaciones particulares con derroche de materiales y proyectos arquitectónicos de lujo, mientras familias con subsidios aprobados esperan por construir, al menos, una célula básica con condiciones indispensables.
Sería prudente chequear alguna vez cuál es el origen de los recursos que sustentan en tiempos actuales construcciones de tres plantas, viviendas suntuosas o negocios, para garantizar que no respondan al desvío de los materiales asignados a obras priorizadas de la economía, como el turismo.
Justicia, honestidad y control deben ir de la mano para que el sueño de un cubano común, de tener una vivienda, no siga en pausa indefinidamente.