Finalmente el municipio de Ciego de Ávila aplicó alternativas de venta de productos de primera necesidad que han demostrado ser eficientes
Mientras esperamos a que nos toque el turno, la señora que va detrás de mí y que, como yo, se ha puesto a la sombra de un arbolito ornamental, dice categórica: “la gente podrá criticar, pero esta es la única forma de que todos alcancemos algo”. Le doy la razón, añado que debió hacerse antes y adivino conformidad en su rostro, aunque no lo vea detrás de un nasobuco blanco y unas gafas negras.
Una semana atrás, Matilde, la delegada, nos había pedido, a otra vecina y a mí, que hiciéramos “un levantamiento”, apartamento por apartamento, porque ¡al fin! habían aprobado vender los productos de primera necesidad por circunscripciones. Subimos y bajamos los cuatro pisos, 40 apartamentos en total (a razón de 20 por cada una), con la incertidumbre de si funcionaría tal cosa, de si sería verdad, de si resolvería un problema o terminaría creando otro.
Antes, y una dice antes y pareciera que habla de una década, cuando en realidad el lapso es de apenas tres meses, productos como el jabón de baño, el aceite o el pollo llegaban a la tienda recaudadora de divisas del reparto y había guerras fratricidas. Los vecinos bien llevados de toda la vida, azuzados por la escasez y el desespero, recelaban del de al lado, y las coleras y coleros (también de toda la vida) pescaban abundante en río revuelto.
Las colas se hicieron ya no para lo que estaba en la tienda, si no para lo que podría llegar, si llegaba. Colas a rectificar dos y tres veces en el día; que si no estabas en el momento te pasaban la raya y luego no te quejes; que si fuiste a Chicola perdiste la cola… (Esa “organización”, por cierto, se mantiene en las tiendas en Moneda Libremente Convertible para acceder a freezers, motorinas, lavadoras y splits)
Este lunes en la tarde, Baby, la entusiasta del reparto, despejó las dudas con las que Olivia y yo tocamos a las puertas preguntando el nombre de las personas que habitaban cada apartamento. “Mañana, a partir de las 9:00 am, le toca comprar al Edificio 28, díganselo a sus vecinos.” Y fue así. En una libreta, Matilde y otra activista iban anotando el nombre de quien representaba al núcleo, con el carné de identidad por delante, para evitar trampas y “colados”, nos daba un cartoncito con un número y de ahí a la tienda a comprar. Sin molote, sin malestar, sin desespero. Esta vez fue un litro de aceite, pero será así con cada producto de primera necesidad.
Habrá quien diga que lo que hace falta es que las tiendas estén llenas y le asistirá razón, pero si no hay para llenarlas la alternativa es garantizar equidad en la distribución. La mayoría de los municipios avileños ya había demostrado que se podía, incluso Morón. Solo Ciego de Ávila quedaba fuera, en parte, por la complejidad de tener unos 153 000 núcleos censados y otra cifra no despreciable de población “flotante”, además de una red de tiendas y aseguramientos que no cubren la demanda, y cuyas gerencias, inicialmente, no dieron su aprobación.
Mas, todo cambió el 27 de junio pasado, cuando la propia coordinadora de la Distribución y los Servicios del Consejo de la Administración Municipal, Yudith Pardo, lo anunciaba en su muro de Facebook: “Se analiza en el municipio Ciego de Ávila la venta de los productos de aseo y alimentos en las tiendas de las Cadenas de Divisas Tiendas Caribe, CIMEX, CARACOL. Los Consejos de Defensa de Zona, en unión de los Consejos Populares, organizados para garantizar una mayor satisfacción en la población en este tema. Como todo proceso estará en constante monitoreo por las principales autoridades y se tendrá en cuenta la opinión del pueblo respecto a su funcionamiento. El resto de los artículos en estas tiendas estarán al alcance de cualquier cliente que los necesite.”
Inmediatas fueron las reacciones a la medida en la propia red social. La mayoría opinó que si se pudo ahora también se habría podido antes, en los momentos más duros de la pandemia, aunque “nunca es tarde”. La usuaria Lydia Hernández agradeció el esfuerzo y dijo que “muchos no hemos podido jamás comprar ni un paquetico de detergente, pero he confiado en que de alguna forma ustedes tomarían una medida que ayudaría al pueblo como siempre”. Por su parte, Gretell Yraola lo resumía en una línea: “Muy buena idea, así hay más posibilidades. Y los revendedores pa´ la orilla”.
Sin embargo, otras opiniones dejaban entrever que, al menos en estos días iniciales, no todo está organizado. Hubo quien lamentó no saber dónde le tocaría comprar porque no había sido notificado y otros alertaron de otras complejidades que se dan al interior de los núcleos familiares (viviendas divididas internamente, pero con la misma libreta y dirección; familias numerosas a las que no les alcanzaría un solo litro de aceite; personas que “legalmente” viven en un lugar y en realidad están en otro, etc.).
Y aunque cada escenario debe ser contemplado, las autoridades avileñas dieron un importantísimo primer paso, de cara a una situación bastante difícil con los suministros, que amenaza con extenderse en el tiempo. Si el 13 de mayo Invasor apuntaba que la justicia se colaba en la cola, porque varios territorios de la provincia aplicaban alternativas con éxito, el inicio de julio parece demostrar que siempre se pudo y que la cola no es, exactamente, un mal necesario.