Son las 2:50 de la tarde. La reunión se ha anunciado para las 3:00. Estoy como ansioso. No dejo de mirar el reloj constantemente. Todos los citados están presentes y han ocupado sus respectivos asientos.
Temo que se percaten de mi nerviosismo. Vuelvo a mirar el reloj. Son las 2:55. Ahora llegan los compañeros de la presidencia. Sigo ansioso. ¿Sucederá lo que me imagino?
Paso revista a experiencias en situaciones como estas. No encuentro ninguna semejante a la que ahora estoy viviendo. Sigo expectante. Me anima la idea de que seré testigo de un acontecimiento sin precedentes en los últimos tiempos. Solo que ahora me asalta la idea de que muchos no me creerán cuando lo cuente.
Vuelvo a mirar el reloj. Falta un minuto para las 3:00 de la tarde. El corazón se me quiere salir. Observo los rostros de cada uno de los presentes. Sé que muchos de ellos piensan lo mismo que yo. Saben que, dentro de breves segundos, ocurrirá algo sin igual. Me asalta la palabra extraordinario.
Se acerca el desenlace. ¡Parece increíble! El compañero que está sentado en el centro de la presidencia toma el micrófono y dice: “Compañeros, damos inicio a esta reunión…”. Y casi no puedo contener un grito de alegría. ¡He sido testigo de una reunión que ha comenzado a la hora citada!*
Publicado originalmente en el periódico Invasor, el domingo 28 de abril de 1985.
Ahh y llegar media hora antes no es sinónimo de puntualidad. Ser puntual es comenzar a la hora acordada.
Brmh
Cual sera la causa de todo esto ?
Brmh