Infracciones “motorizadas”

Se estima que cerca del 45 por ciento de los accidentes de tránsito en Cuba involucra motos o ciclomotores

En Ciego de Ávila, desde hace aproximadamente una década, las motos eléctricas llegaron —y se quedaron— para competir de manera oficial con las bicicletas por la condición de transporte provincial.

Más allá del intento de chiste, no es menos cierto que el aumento de motorinas es considerable año tras año. Aquí, con la serie de deficiencias del transporte público, viene a ser la salvaguarda para recorridos de a diario: ir al centro de trabajo, al agro o la casa de algún familiar —en tiempos de una aguda crisis de combustibles, además—. Alcanza a ser, incluso, hasta el capricho de quinceañeros.

Pero de esa última idea, precisamente, se desprende una primera problemática: menores de 16 años manejan “motorinas” cuando, ante la falta de conocimiento, son más proclives a violar lo regido, accidentarse y, sobre todo, les es imposible poseer cualquier licencia de conducción —en este caso la A-1, para medios propulsados por motores térmicos, eléctricos o de combustión que alcancen los 30 kilómetros por hora—, según establece la Ley 109 del Código de Seguridad Vial y Tránsito.

Esta también dicta otras obligatoriedades como el uso del casco de protección —aunque no sea regla, tampoco es que sorprenda ver que alguien incumpla— y de chapa, sin importar tamaño ni diseño, si la “motorina” ostenta acelerador y cambios de velocidad. Es decir, el incumplimiento de estos preceptos y regulaciones constituye infracción punible y, como reza la sabiduría popular, no se justifica ni atenúa con el desconocimiento, la negligencia, la dilación en los trámites o la insuficiente vigilancia.

De cualquier manera, quien más tendría que responsabilizarse por no cometer infracciones y, a la vez, no sufrir las consecuencias es el propio conductor. No parece así en incontables ejemplos en los que está bajo los efectos de bebidas alcohólicas, irrespeta las señales, va en dirección contraria… o en paralelo a otros conversando.

No prestar la debida atención a la conducción del vehículo es, justamente, una de las principales causas de accidentes en el país, que en el cuatrimestre inicial del año sobrepasó los 3000 accidentes de tránsito en sentido general, con saldo de 243 fallecidos y una cifra superior a los 2300 lesionados.

Se estima que cerca del 45 por ciento de los accidentes de tránsito en Cuba involucra motos o ciclomotores, de ahí que sean motociclistas el 27 por ciento de los fallecidos y el 42 por ciento de los lesionados.

Con tales cifras y las del estado de los viales, que son también poco alentadoras (actualmente en Ciego de Ávila el 75 por ciento de los de interés municipal y provincial se catalogan de regular y mal), resultaría casi inconcebible que se anduviera con las manos sueltas, con una ocupada con comida o agarrando el móvil, a veces para alumbrar el camino por un desperfecto técnico en las luces de las “motorinas” y la escasez de alumbrado público.

Desconcentrados, por arterias transitadas, van algunos escuchando música con audífonos y cambiando una canción por otra con la mirada fija en el móvil. Y en una gran parte de los casos, cual moda, conectados vía Bluetooh con la bocina a todo volumen, interfiriendo y molestando así al resto de los usuarios de la carretera. Mientras más alto suene, mejor.

Lo peor es que este no es un problema nuevo. Si hablamos de, al menos, una década de circulación de este tipo de ciclomotores es lógico suponer que en esos 10 años han sobrado llamados de atención, reportajes, artículos de opinión. Pero pareciera que siguen a exceso de velocidad y sin frenos.


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