Días guevarianos en Ciego de Ávila

Si algo ha caracterizado a los cubanos en los tiempos más difíciles, han sido la solidaridad, el desinterés material y la sensibilidad humana.

Vuelva usted la mirada casi 30 años atrás y coincidiremos en que mientras más dura se ponía la situación en torno a la comida, al transporte, al aseo (por solo mencionar tres necesidades básicas), más la gente compartía y multiplicaba la mano de plátano burro, el poquito de grasa o aquel jabón criollo, muchas veces fabricado en casa, con aceite de coco, cera de panal y sosa cáustica…

Ni hablar de los autos estatales y particulares, recogiendo en las paradas urbanas, por inspiración propia o por la tablilla del funcionario de Transporte, ¡pero recogiendo!, alternativa que llegó para quedarse en muchas provincias y en otras, no tanto o no siempre, como ocurrió aquí, en Ciego de Ávila.

Lejos estábamos de imaginar que, a estas alturas, tendríamos que enfrentar, otra vez, serias limitaciones energéticas, derivadas de más y más irracional bloqueo por parte de Estados Unidos, fenómeno que repercute de forma directa sobre casi todas las actividades y esferas de la vida social y económica.

El momento no es tan crudo como para tener que compartir de nuevo la mano de plátanos, lavar con maguey (como le vi hacer a más de una familia), cocinar con leña en casa o soportar largos apagones eléctricos.

De hecho, dejados llevar por este último “detalle” muchas personas minimizan la complejidad del momento y la necesaria contribución de todos, en el hogar, en el trabajo, en la escuela… para superar cuanto antes las adversidades actuales.

De manera que usted encuentra, entonces, a algunos que, a pesar de andar en el carro estatal que el país le asignó para trabajar, todavía evaden las paradas.

Hombre escribiendoMientras más complicada esté la situación, más se necesita el buen trato y la orientación oportuna

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El momento no es de “sálvese quien pueda”, de “pensar solo en mí” o de “quítate tú para ponerme yo”, cuando en verdad sobran espacio y solución para todos.

No es de prolongar insensible e injustificadamente la espera de aquellos que, por necesidad, acuden a las oficinas de trámite de la Vivienda, Carné de Identidad, Planificación Física u otras concebidas para la atención rápida y eficiente.

No es para cobrar 4.00 pesos por el mismo batido de mamey que hasta hace poco costaba la mitad. Ni para cortar la punta de las pezuñas, dejar la pata “pegada” al pernil o a la paleta del cerdo para cobrarla a 16.00 pesos, formando parte del conjunto y no a 5.00 la libra, como debe ser, por separado.

Mucho menos es momento para enviar hacia la casa, a medio día, a todos los trabajadores, aun cuando se les pagará jornada completa, existiendo problemas que pueden ser resueltos sin energía eléctrica: chapea de áreas verdes, limpieza general, pintura de paredes, arreglos de carpintería, enfrentamiento a vectores…

Estos deben ser días de gratitud y de correspondencia frente a la comodidad que implica seguir durmiendo con ventilador, tomando agua fría, conservando alimentos, viendo las telenovelas cubana y brasileña de lunes a sábado, el Noticiero cada día o las crónicas televisivas de domingo, a cargo de Julio Acanda.

Y debieran ser, entendámoslo de una vez, días guevarianos, con los jefes dando el ejemplo al frente, defendiendo hasta el último kilo (en moneda y en watts), generando más unidad y compartiendo, desde todos los puntos de vista, aquel plato de arroz con pollo al que, en lección de justicia y de humildad, renunció el Che para mezclarlo con el arroz blanco de toda la tropa, y que al menos un grano o el olor a la sustancia llegaran hasta el último de sus hombres.


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