Cuestión de voluntad

Si lo más complejo se garantiza, ¿por qué todo lo otro demerita ese esfuerzo?

Me resisto a aceptar que, porque un servicio sea barato —subsidiado por el Estado, para ser exactos—, estemos obligados a conformarnos con su mala calidad. Y digo mala para no usar otro adjetivo con el cual bien podríamos calificar a más de uno de los que recibimos de manera cotidiana.

Pretendo centrarme en un ejemplo, pero estoy seguro de que sobran, al punto de hacernos cuestionar la instrucción y educación en valores como la responsabilidad, la solidaridad, el humanismo de nuestra sociedad.

Cada semana viajo, al menos una vez, en uno de los trenes que va del municipio cabecera a Morón, o viceversa. Esos viajes de ida y vuelta siempre me llevan a los mismos pensamientos: por qué los coches están sucios, por qué muchos asientos y ventanales permanecen desvencijados, por qué no pocas veces sale a deshora y casi siempre falta la información oportuna a la población.

Y sigo. Por qué pululan las indisciplinas sociales —recuerdo que antes la Policía ferroviaria recorría constantemente los coches—, por qué en la mayoría de las ocasiones los conductores no dan el boletín al recibir el pago en efectivo de los viajeros (y podemos imaginar otros caminos, a dónde va ese dinero). Seguro que usted tiene muchos otros porqués.

Es probable que alguien pudiera pensar que son solo 12.00 pesos y que por ese precio qué más puedo pedir; pero no me convencería.

Lo más difícil: el combustible, el estado técnico de la locomotora, el maquinista y los conductores están, las vías férreas se mantienen bajo las normas establecidas… y hay voluntad política y gubernamental para mantener este servicio contra viento y marea.

Entonces, si lo más complejo se garantiza, por qué todo lo otro demerita ese esfuerzo. Quizá la respuesta de este organismo a una queja publicada en la sección Sin Rodeos, de este órgano de prensa, nos dé algunas luces.

Hace varias semanas, para ser más exacto, el 1ro. de julio, denunciamos la suciedad de la Terminal de Ferrocarriles de Morón, la que obligaba a los viajeros a permanecer de pie fuera del inmueble, hasta la salida del tren que los llevara a su destino.

El 19 de septiembre recibimos la respuesta a dicho cuestionamiento, con la firma del director de la Unidad Empresarial de Base Ferrocarriles Ciego de Ávila, Raidel Paumier Suárez, que creo vale la pena reproducir:

“Es real que la existencia de golondrinas en el interior de la Estación de Morón se torna complejo para mantener una higiene correcta, pero estamos claros que a este tema planteado por el cliente le corresponde a nuestro Consejo de Dirección encontrarle la mejor solución y no permitir que la población tenga que utilizar las banquetas del Bar de la terraza, por no encontrarse en condiciones óptimas para el servicio los asientos del salón de espera de dicha instalación.

“Ofrecemos disculpas por las molestias ocasionadas y comprometidos en que hechos como este no se repitan”.

Justo hace un par de domingos volví a beneficiarme con el tren que, con horario de salida 4:05 pasado meridiano, cubre el itinerario Morón-Júcaro. La terminal muy sucia, la solución de los bancos brilla por su ausencia, el tren salió pasadas las 4:40 de la tarde, 35 minutos después de su horario, sin que mediara una explicación. “Todos los domingos es lo mismo”, murmuraban varios viajeros, y de la higiene de los coches ni hablar.

Dónde quedaron las últimas líneas de la respuesta ofrecida a Invasor, dónde el compromiso del Consejo de dirección.

Pareciera que tenemos que acostumbrarnos a convivir con esta situación, y no hablo de la necesaria reparación capital de la Terminal de Ferrocarriles de Morón —que se sigue dilatando en el tiempo, a riesgo de que un día de estos ya no haya nada que reparar—. Tampoco desdeño el esfuerzo de los trabajadores de los Talleres aledaños, en los que la innovación hace caminar viejas locomotoras y acondiciona los añejos coches Taíno. Hablo de control y de respeto a la población.

De eso hablo, de respuestas como la citada con anterioridad, que dicen poco, que carecen de argumentos y soluciones, y que subvaloran la inteligencia de nuestros lectores y, por ende, de este medio de prensa.

La situación económica del país no puede traducirse en dejadez, cuando muchos demuestran que es posible echar palante y que quitarle, poco a poco, un pedacito a los problemas, en más de una ocasión, es solo cuestión de voluntad.


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