Ciego de Ávila vs. COVID-19: ¿cómo pasar de grado?

 caricatura Desde el mes de marzo el hijo de una amiga no ponía sus pies en la escuela, como mismo les sucedió a los de unos cuantos sin parentesco ni relación conmigo. La tendencia se acercaba a interpretar el momento cual merecidas vacaciones de un par de semanas, porque muchos confiábamos en que el nuevo coronavirus saldría huyendo con el calor de Cuba.

El aumento de positivos a la COVID-19 provocó, a inicios de año, el cierre de las instituciones educacionales y trajo consigo la necesidad de repensar estrategias para que la educación no encontrara barreras en las casas; entonces, lo que parecía un corto período de descanso escolar se convirtió en cinco largos meses de reclusión.

Entre teleclases, meriendas y sábanas pegadas, el hijo de mi amiga, que de la escuela prefería los ratos con sus compañeros, comenzó a extrañar a los maestros tanto como al uniforme que había quedado planchado a la espera de un día de clases.

Con muy poca costumbre de ver las noticias en el televisor, el niño hizo lo posible en las últimas 26 semanas con tal de ser él mismo quien escuchara la fecha del reinicio, en voz de la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez Cobiella, y cuando por fin lo supo, no hubo en casa quien pudiera hacerlo callar porque “mamá, voy a salir de aquí”, “abuela, pasaré para Cuarto”.

Por tanto embullo, mi amiga supo que debía ponerse las pilas para conseguir tela suficiente, apta para la confección de nasobucos, incluso trató de combinarlos con el color de las pañoletas; unos azules y otros rojos avizoraban el cambio del atributo pioneril.

Pasaron días practicando con ellos puestos, desde las 8:00 de la mañana hasta caída la tarde. Bien le explicó la madre que ni en broma podría quitárselos al salir de la escuela. Solo dentro de casa, con las manos limpias, bañado y con la ropa de jugar podría respirar tranquilo, como lo hacía antes.

Las aclaraciones llegaron de todas partes y con el lenguaje propio de un niño de 10 años: “si toses, encoges el brazo y te tapas la boca con la parte de adentro”; “mucho cuidado con los contactos”, le dijeron, “¿con los del teléfono?”, respondió. Entonces, le reiteraron lo fácil que se traslada el coronavirus de una persona a otra, además de lo riesgoso de estar junto a alguien infestado mientras ni él mismo lo sabe.

Me contó su mamá que el niño ansioso y, en ocasiones, agresivo en los días de cuarentena quiso ser el número uno en llegar el primero de septiembre para ver cuánto habían cambiado los profes y la gente del aula después de tanto tiempo, pero, también llegó loco de alegría ese martes a su edificio con ganas de que fuera miércoles para tener más roce con sus “contactos” de la primaria.

Vea imágenes de cómo inició el curso escolar en el territorio.

Cuando se enteró del rebrote de la enfermedad en Ciego de Ávila, sus experiencias de 10 años de vida, sumadas a los cinco meses de fogueo epidemiológico, le hicieron sospechar lo que luego se le presentó como realidad: más de la mitad de las instituciones de la ciudad cabecera debían cerrar para evitar contagios masivos.

Conozca los números de la COVID-19 en Ciego de Ávila

Volvió frente al televisor para tomar nota en sus clases y no es la primera vez que se entera de cómo va el curso en otras provincias sin casos confirmados. Ya le ha preguntado a la madre, con la autoridad de un niño que piensa mucho antes de hablar, cuándo acabará todo. Ella le responde que, mientras haya personas enfermas exponiéndose, tratando de violar las exigencias de una cuarentena y usando el nasobuco por todo menos por sus vidas, la situación no puede mejorar, ni el hijo de mi amiga, como los de unos cuantos sin parentesco ni relación conmigo, podrán, finalmente, pasar de grado.


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