Los bateyes de Ciego de Ávila tuvieron, a mediados del pasado siglo, a un jugador de béisbol que no solo brilló en estas tierras. A cuatro años de su centenario narra algunas de sus vivencias.
Si usted llega a Manguito, pintoresco asentamiento del municipio de Ciro Redondo, y pregunta por Ventura Fernández Hernández, enseguida aparece la indicación para llegar a su modesta casa: “Caminas hacia la ceiba y luego tomas por el callejón que está a su derecha. Por ahí preguntas y te dirán”. Y en minutos estás sentado en la sala de quien fuera un versátil pelotero, capaz de desempeñarse en todas las posiciones, aunque sus mayores lauros llegaron desde el montículo.
“Mi familia vino en 1929 para Morón, donde permanecí hasta los 16 años, cuando fui en busca de trabajo a Ceballos. Allí vivía mi hermano Marcelino. Un día fuimos a ver un juego. Él me presentó y dijo que yo era pelotero.
• Hoy Ceballos continúa siendo un polo productivo clave del territorio avileño, lo cual se remonta al pasado siglo. Este post lo ilustra en síntesis.
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Posted by Jossé Antonio Quintana García on Wednesday, November 4, 2020
“Enseguida me dejaron batear, di jonrón y me aceptaron. Como conseguí empleo en los naranjales, me quedé en la zona. Primero fui cátcher, después pasé a tercera, al campo corto y segunda base.
“Al pitcheo llegué accidentalmente. Jugamos en Majagua, donde los de Ceballos perdimos 18x1. Me incomodé y, como tiraba duro, pedí la bola para el segundo juego. Volvimos a perder, pero esa vez 0x1 y por un error.”
Tras este cambio siguió creciendo la historia del jornalero, quien, como la mayoría de sus contemporáneos, combinaba su juego preferido con las labores para asegurar el sustento. De hecho, su vida se tornó itinerante a partir de 1940.
“Jugué en Pina, Baraguá, Júcaro, Punta Alegre y Chambas. Recuerdo la Liga Interprovincial, en la que intervine por Pina. Entre el 48 y el 49 fui a la Liga Pedro Betancourt, en Matanzas, con el central España, pero era lejos, había poco dinero y vine de regreso.
“En 1952 participamos en el Campeonato de la Trocha, entre equipos del campo. El nuestro tuvo como nombre Deportivo Fontanales, y lo completamos con jugadores de Ceballos y Virginia. Fuimos los últimos en inscribirnos entre los 24 que participaron, y ganamos.”
El 14 de julio cumplió 96 años, vividos mayoritariamente en la tierra avileña, aunque siente el orgullo de ser natural de Mayajigua, en el municipio espirituano de Yaguajay.
Con 96 años de edad, el ex pelotero avileño Ventura Fernández Hernández tiene intacta su memoria y el amor por el béisbol.
Posted by Rigoberto Triana Martínez on Monday, November 2, 2020
Un país bonito, pero…
En busca de mejoras fue a La Habana en 1953 para intervenir en la Liga Popular.
“En un terreno de Marianao, un hombre de apellido Valdés me propuso ir a la Liga Negra, en los Estados Unidos. Le dije que yo trabajaba y debía mantener a los cuatro hijos que ya tenía, y me aseguró que no recibiría tanto dinero, pero como algo había, acepté.”
Así comenzó su corto período en el exterior. “Entre el 56 y el 57 estuve con los Cerveceros de Oldsmobile. Gané siete partidos y no perdí. Las oportunidades de bateo fueron pocas, aunque efectivas. Salía como emergente, promedié 361 y di ocho jonrones.
“Trece cubanos estábamos en aquel equipo. Los más cercanos a mí eran Alberto Mieles, receptor del equipo Marianao; el lanzador Miguel Ángel Hernández; Enrique Izquierdo, Rafael Ibáñez y Pepsi Cola Huerta.
“Cuando terminamos el campeonato, hicimos una travesía; jugamos en Ohio, Pensilvania, Mississippi, Chicago, Texas, Colorado e, incluso, en territorio de Canadá. Aquellos partidos me dieron una imagen de Estados Unidos, un país bonito, desarrollado, pero con mucho racismo.
“En Montana, luego de ganar mi juego, 1x0, fuimos a comer en un restaurante y no nos dejaron porque éramos negros. En Ohio fui a buscar cigarros. En el lugar estaba prohibida la venta a las personas negras; como yo no hablaba inglés, empecé a hacerle gestos a la dependienta y me los despachó. Tres norteamericanos de nuestro equipo, me preguntaron que dónde había comprado; les indiqué, pero a ellos no les vendieron. Terminamos compartiendo los míos.
“Otro momento difícil ocurrió el 6 de septiembre de 1957, cuando fuimos retenidos ocho horas por el FBI en Mobile, Alabama. El día anterior se produjo el levantamiento en Cienfuegos. Se dijo que una embarcación tripulada por los sublevados entró a Estados Unidos y, como éramos cubanos, sospecharon de nosotros. Esperamos hasta que el cónsul Gastón Aguilera intercediera a nuestro favor.”
Por aquellos días se abrió la oportunidad de jugar en México, a donde fue llamado, junto a otros atletas, por el dueño de un equipo. Al llegar tuvieron una amarga sorpresa: el hombre que los convocó había fallecido. Como la economía no le daba, emprendió el retorno a casa.
“Aquí seguí representando equipos de bateyes y poblados. Un día, por la mañana, lancé con la novena de Santo Tomás, gané por lechada ante una selección de Ciego de Ávila. De ahí salí para incorporarme al equipo de Pina. Por la tarde jugamos y dejé el partido ganando 4-2 en el séptimo inning; lamentablemente, el relevo no fue bueno y perdimos.
“Así estuve hasta 1968 cuando, en Ciego, hice par de tiros malos de tercera a primera. Sentí que ya no estaba bien, que la pelota no me salía rápido, y dejé de jugar.”
Esa decisión no significó su separación del diamante. Asentado en Manguito, ocupó la dirección del equipo local, ganador en 11 campeonatos municipales de Ciro Redondo.
“En cuanto al trabajo, estuve en los acopios de caña de El Purial y Virginia; y, con respecto a la pelota, fui entrenador de pitcheo en Pina”, afirma el longevo beisbolista, Gloria Deportiva de la provincia.
Ya la vista no le funciona como desearía. El andar se le dificulta. La memoria y la expresión oral sí las tiene en excelente forma, junto al sentido de la ética: “La disciplina y el respeto son algo esencial para un pelotero. Nunca me expulsaron del terreno ni fui sancionado”.