Raciel González: loco, rápido, sin límites

“Vamos a meterle con todo” fue la respuesta cuando su entrenadora le dijo “estamos enredados para los Parapanamericanos”. Miriam Ferrer Fernández tenía cierta razón en estar preocupada. Hace unos cuatro meses, en la semifinal del hectómetro del Campeonato Mundial de Paratletismo París 2023, Raciel González Isidoria se quedó “sentado” en la salida, luego de una arrancada en falso y su marca de 11.18 segundos no le alcanzó para ir a la discusión de las medallas.

“Que recuerde, es la única final en la que me he quedado fuera. No sé por qué pasó”, dice Raciel, que no pierde tiempo en hablar de derrotas, porque no le interesa recordarlas. Va indeteniblemente hacia adelante. Corre, corre y corre para olvidar frustraciones.

El 20 de septiembre, a menos de un mes del inicio de los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023, estampó un asombroso 10.86, lo mejor que hubiese hecho jamás, en el Memorial Jesús Molina, en La Habana.

Solo tres días después, cuando las dudas sobre sus posibilidades de mejorar el rendimiento para la cita chilena iban evaporándose, el bíceps femoral izquierdo comenzó a sangrarle y en el otro sintió contracturas. Con la misma intensidad que entrena un atleta de primer nivel, el fisioterapeuta y el resto del colectivo médico lograron su recuperación en tiempo récord.

En la lid continental se dieron cita nada menos que el campeón mundial y plusmarquista del orbe, Petrucio Ferreira, el subtitular de París 2023, José Alexandre, y Washington Assis, bronce paralímpico en Tokio 2020. El Centro Atlético Mario Recordón, en el Complejo Estadio Nacional de Santiago, era ideal para que estos brasileños bailaran la prueba de los 100 metros planos en la categoría T46.

Tan predestinada estaba la suerte carioca que uno de los rivales de respeto se resintió las lesiones. El frío clima santiaguino ―en verano la temperatura puede ser de 9 grados Celcius― le jugó una mala pasada al cubano. Los doctores, con más rapidez que la de antes, hicieron de nuevo su parte. Ahora le tocaba a Raciel González.

Tres clasificaban automáticamente en cada uno de los heats. Del resto, avanzaban los dos de mejores tiempos. Con reservas por el miedo a volver a lastimarse y, a la vez, previniendo que el fantasma del Mundial de París se asomara, salió Raciel en busca de la final parapanamericana. Fue tan veloz que le parecía inverosímil lo que marcaba el reloj. Rectificó, y sí, ¡10.79! Pasó únicamente por detrás de Petrucio. “Mañana me voy loma abajo”, le contó a su entrenadora con la euforia de quien se sorprende superándose a sí mismo.

Raciel les buscó las cosquillas a los brasileños y ahora eran doblemente peligrosos. En la “fiesta” de ellos, ninguno estaba dispuesto a quedarse sin probar el sabor de una medalla.

Por los carriles 4 y 6 correrían el campeón y subcampeón mundial la carrera que definía. En medio, el cubano con su característico uniforme rojo. Por el 3 saldría el otro brasileño. Uno de los cuatro sobraría en el podio. Aunque el evento se organizara en la capital de Chile y participaran deportistas del continente americano, este era un Mundial más. ¿La revancha?

Raciel González cumplió su rutina. Se colocó los audífonos y pinchó música de Don Omar y de Tego Calderón. Hizo ejercicios de estiramiento, dio tres vueltas al óvalo. “Que sea lo que Dios quiera”, le dijo a Miriam Ferrer.

Entre que escuchó el disparo y cruzó la meta transcurrieron 10.70 segundos. Destrozó otra vez su marca personal para que no se hiciera realidad el pronóstico pre-competencia. Petrucio Ferreira se exigió tanto que detuvo los cronómetros en 10.34, cinco milésimas por encima de su vigente récord mundial. Con 10.63, Washington Assis se agenció la presea de plata y el “bandolero” de Cuba arrebató la de bronce.

No hay medallas por merecimiento, el deporte así no lo entiende. Pero Raciel merecía esa medalla. No solo por sus 32 años y que cada carrera sea una menos en vez de una más según sus cálculos, ni porque la base de entrenamiento fuera más intensa después de perder en el Mundial, ni porque derrotara a las lesiones como si con los rivales no tuviera bastante.

Cuenta vía WhatsApp Raúl Hernández Lima, enviado especial de la revista Jit a Santiago 2023, que Daniel Milanés estaba presentando problemas con la arrancada en los entrenamientos y que sus profesores temían cambiarle su forma de arrancar en la competencia. Raciel, más sabio por viejo, le midió las extremidades y analizó cómo podría aprovechar mejor la arrancada. El día de la final, se sentó a su lado en el carril y le dio las instrucciones. Daniel Milanés cumplió al pie de la letra, bajó de los 50 segundos (49.94) en los 400 metros, T47, y regaló el sexto oro a Cuba. “¡Hay que ver cuánto ayuda Raciel a sus compañeros!”, remata el periodista.

No es un deporte colectivo, pero Raciel disfruta o sufre el resultado de los cubanos a la par de los propios. No por hipocresía, lo siente de verdad porque convive con ellos el año entero en la Villa Panamericana de La Habana, sus dolencias, sus festejos…

La leyenda Omara Durand paseaba por la pista y su tercera medalla áurea era segura hasta que por la emoción de entrar a la meta abrió su mano derecha y soltó la soga que la unía al guía Yuniol Kindelán. Fue descalificada en la final de los 400 metros, categoría T12, de los Juegos Parapanamericanos, al aplicarse el artículo 7.9.5 del reglamento técnico.

“Ese era su último evento y al día siguiente, su cumpleaños. A la 'familia' nos dolió verla llorar hasta las 12:00 de la noche. Ella nunca había estado así. Todo no puede ser perfecto, porque de qué vale la vida si todo es perfecto. Pero no había razón alguna para que le sucediera a Omara”, explica Raciel y les da un giro a sus palabras, huyéndole a las penas.

“A pesar de que era una delegación joven y había quienes iban por primera vez a un evento grande, se notó mucha calidad. Nosotros estamos en desventaja por la situación difícil del país; pero somos muy corajudos. Somos lo mismo que los boxeadores cubanos en el deporte convencional, un buque insigne”, y no se permite que se le quebrante la voz en su casa a quien tiene tamaño de basquetbolista y piernas para desmayar un elefante.

De Santiago ningún otro avileño regresó con una medalla. En el evento fundamental de 2023, Raciel González fue el punto más alto del movimiento deportivo de Ciego de Ávila; sin embargo, no obtuvo el premio a Mejor Atleta de Deporte Individual ni su carrera “bronceada” fue el Acontecimiento del año en la provincia. Debió conformarse con un reconocimiento que le queda chiquito: Mejor Atleta en Situación de Discapacidad. “Nunca entenderé esas diferencias, por qué no tenemos iguales derechos, atenciones o prioridades que los deportistas convencionales”, dice recostado en el sofá de su casa, pasándose la mano por sus rizos pintados de amarillo y luego estirando levemente su pulóver de rayas rojiblancas y mangas azules que en el pecho luce el logo del Comité Paralímpico Cubano.

“Soy deportista desde la barriga de mamá”. Pesaba 11.5 libras, pero los médicos no pudieron predecir que naciera el 31 de marzo de 1991 con parálisis braquial obstétrica (miembro superior izquierdo). Según la Revista Cubana de Ortopedia y Traumatología, “ocurre por una lesión mecánica del plexo braquial y produce un déficit sensitivo-motor”.

Hijo de pelotero de series nacionales, oriundo del Colmillo Blanco, un poblado del municipio Majagua, creció viendo a su hermano Raulito tirarse de cabeza por fildear o en el intento por no poncharse. Estaba escrito en sus cromosomas y le fue imposible evitar lanzarse al terreno.

Fue pícher, como Jim Abbott, quien nació sin su mano derecha y propinó, en 1993, un cero jit-cero carreras a los Cleveland Indians en el viejo Yankee Stadium. Quiso serlo, jugó campeonatos escolares y la Televisión Nacional lo entrevistó. Lanzar lo aburrió y fue a cubrir posiciones del cuadro. Capturaba la pelota y, si tenía que tirar a alguna base, la lanzaba hacia arriba, agarraba el guante con la otra mano, volvía a capturar la pelota y tiraba. Cuando logró ejecutar esos movimientos con la mayor agilidad posible, su papá lo convenció de que se dedicara más a estudiar, porque pelotero no sería. O eso creyó Raúl González Mora. Su hijo se escapaba para Jatibonico, a 18 kilómetros de casa, para soñar ser como él.

La familia se mudó a Ciego de Ávila y a Raciel se le alejaron considerablemente Jatibonico y las probabilidades de ser primera base. Apareció, entonces, Carmen Alicia Mursulí con una propuesta: “¿Quieres ir una semana a Matanzas a correr?”. “Yo nunca había competido en atletismo, pero por estar una semana sin dar clases…”, ríe porque a sus 13 años no imaginó el significado de aquel diálogo.

En los 400 metros no fue capaz de llegar a la meta por dolor en el bazo; en los 100 fue sexto y en los 200, cuarto. “Había corredores de varias provincias y de diferentes edades. No existían categoría ni mucho menos”. Sus resultados se tradujeron en una beca en la Escuela de Iniciación Deportiva Marina Samuel Noble de Ciego de Ávila. Una beca en ¿tenis de mesa? Sí, pero de mentira, solo porque las de atletismo estaban cubiertas.

Entrenar únicamente con atletas convencionales era un arma de doble filo. Le desmotivaba, quizás; y le pedía el máximo de sí, seguro. Para el primer Campeonato Nacional en que participó no hizo las marcas mínimas. Roandys Hernández le sacó el extra entrenamiento por entrenamiento y, en 2008, fue oro en 100 y 200 metros y plata en salto largo. No le bastó a la Comisión Nacional para llamarlo. Un año después repitió el primer lugar en 100 y terminó tercero en 200. El 6 de octubre de 2009 ingresó al equipo Cuba.

En Guadalajara aterrizó con la inexperiencia de sus 20 años y sin pronóstico alguno, pues si desde 2010 poseía el récord nacional de los 100 metros (11.07), los Juegos Parapanamericanos 2011 marcarían su debut en un evento múltiple.

Corrió sin nada que perder y ganó su semifinal con el asombro en su rostro por los 11.03 segundos que la pizarra reflejó: ¡Récord para Juegos Parapanamericanos! La exaltación le escondió apenas por unos instantes la fractura en el dedo chiquito del pie derecho. Tiempo de recuperación no había y vendárselo era la única opción. Zancada a zancada el dolor no era más fuerte que el ansia de subir a lo más alto del podio. Sus 11.07 los superó por 2 milésimas el brasileño Yohansson Nascimento, recordista del orbe desde hacía unos meses antes (11.01 en el Campeonato Mundial de Christchurh, Nueva Zelanda). Si la semifinal hubiera sido la final…

Ningún reproche guardó Raciel González. Sacó pasaje para los Juegos Paralímpicos de Londres 2012. “Tenía el récord de Guadalajara, pero todavía era muy joven y no había tenido fogueo ese año. Estaba frito”. Positivo, paradójicamente, era que no recordaba por eso ninguna lesión reciente.

Lanzaron primero las pruebas de 200 y encendió las alarmas con su victoria en semifinales (22.09 segundos). Raciel González estaba convirtiéndose en una máquina demoledora de pronósticos y en la final podía suceder lo imprevisto. La figura de Yohansson Nascimiento volvió a revelarse para privarlo del oro.

Una presea de plata bajo los cinco aros no era poco, por el contrario. Mas al avileño de 21 años le restaba una oportunidad. Avanzó, con 10.97 segundos, a la final de los 100 metros, por detrás de Yohansson Nascimento, que estableció nueva plusmarca mundial (10.94).

Los carriles del centro los ocupan los atletas que mejores tiempos registraron en la anterior carrera. Por el cinco, de rojo completo, Raciel González, y por el cuatro, con una indumentaria de color idéntico y ribetes amarillos, Xu Zhao. Por el tres, Nascimento, de azul, principalmente. El cubano arrancó semi-flexionado con el impulso de su derecha; el chino, de pie, y el brasileño con unos tacos porque les faltan sus manos. “Estoy en desventaja por eso y porque pueden bracear con sus dos miembros, a diferencia de mí”. En los primeros metros, Nascimento fue el líder hasta que sufrió un desgarre, cayó al suelo y, una vez sus contrarios terminaron, demostró vergüenza deportiva: se dirigió hacia la meta, por supuesto, con dificultad y la sobrepasó secándose las lágrimas con el antebrazo izquierdo.

raciel gonzalez paralimpico ciego de avilaTomada del sitio oficial IAAF

Eran Raciel y Xu a mitad de carrera. Los demás siguieron como se sigue a un pájaro que se alza en el viento, espectadores que luchan por el bronce. Raciel no lo alcanzaba aún a 30 metros de la gloria, pero por su creciente aceleración parecía que lo haría. A los 9.5 segundos de carrera, el cubano estuvo ligeramente por delante. El chino resistió y un segundo más tarde no cabía ni un alfiler de diferencia entre ambos. Raciel se tiró de cabeza a la meta y cuando Xu vio que el oro era más del rival que suyo, lo hizo también. Los especialistas revisaron desde incontables ángulos con la tecnología a prueba de una carrera así. Las pantallas demoraron en colocar el resultado oficial. “Solo sentí un descenso en el cuerpo y pensé que había ganado”. 11.05 por 11.08, el campeón fue Xu Zhao. Tres milésimas de segundo, ¿qué puede ocurrir en tres milésimas de segundo?

“Corría a las 9:00 de la noche y creía que eran las tres de la tarde. Si me preguntaran mi ciudad preferida, diría que Londres, hasta antes de conocerla, creo. Todo era muy, muy organizado. Si la guagua iba a pasar a las 4:00, era a las 4:00, ni un minuto más ni uno menos. Londres 2012 es la mejor experiencia de mi vida. Lo único que no pude hacer fue tirarme una foto con Rihanna y Jay Z después de la clausura porque la seguridad no me dejó”, son sus memorias tras once años.

A los días, en su recibimiento en Majagua, apenas consciente de lo que significaba ser doble medallista bajo los cinco aros, la prensa local le extrajo algunas palabras: “Fueron cuatro años de preparación muy fuerte. No es solo que llegue la oportunidad, sino hacerlo bien. Y estoy muy contento y satisfecho con los resultados alcanzados. Pienso llegar a Río 2016 en buena forma para buscar la presea de oro, que es lo que más anhelo”.

Durante el ciclo rumbo a Río, se colgó la medalla de bronce en los 200 metros del Campeonato Mundial de Lyon del IPC (Comité Paralímpico Internacional) 2013 y la de plata en el hectómetro de los Juegos Parapanamericanos de Toronto 2015.

Era el 10 de septiembre de 2016 y el aire batía a favor (+0.9) de los competidores en Río, Brasil, el país de sus criptonitas. En la eliminatoria Uno, Raciel González paralizó los cronómetros en 10.93. Su entonces marca personal era un aviso. Y fue tan solo eso: la ruptura de grado Dos en un bíceps femoral pulverizó aquel anhelo que cuatro años atrás no contuvo entre labios: concluyó sexto (11:16). Yohansson Nascimento finalizó tercero entregándole el batón del éxito a Petrucio Ferreira. El polaco Michal Derus se les atravesó a los brasileños en el medallero.

“No sé si es que la vida no quiere que yo gane”, comenta con voz derrotada. Pero no hacen falta únicamente oros para ser un vencedor. Raciel lo ha sido y lo es. Las veces que ha caído, o que las lesiones lo han derribado, ha vuelto a ponerse de pie y a volar. En los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019, ganó dos bronces: en los 100 metros y el salto largo T46. “Quién se iba a ir sin medalla no me importaba, pero una era para mí”. Así lo hizo de Guadalajara 2011 a Santiago 2023. “Competía en 200 hasta que el IPC eliminó la prueba y en el salto largo hasta que surgió el loco ese que se llama (Robiel) Yankiel Sol”.

Raciel González continuó su preparación durante la etapa de distanciamiento social a causa de la COVID-19

Raciel llama “loco” a todos. ¿Raulito? “Ese loco no es fácil. Nos parecemos nada más en los apellidos. Es mi familia y como pelotero lo admiro”. ¿Bolt? “Tremendo loco, cuando hizo los 9.58 le metí la cabeza al techo del brinco que di. Nunca lo pude conocer, aunque he tenido muchos Bolt a mi lado: Yunidys (Castillo), Omara (Durand), (Leinier) Savón…” ¿Petrucio? “¡Maldito loco! A ese le va a llegar su hora. Uno sabe que es el campeón, el recordista, el mejor; pero nadie es invencible, ¿o qué?”.

Loco de verdad es Raciel González Isidoria. Es un loco al que siempre habrá que tener en cuenta por la cordura con que continúa a un altísimo nivel, aun cuando la vida en las pistas esté por fugársele.

“Son 15 años en el deporte. Quiero dedicarles más tiempo a mis padres, que están mayores, a mis hijos. Tengo dos, una niña aquí y un niño en La Habana con el que juego mucho fútbol. Esos son mis locos preferidos.

“Por otra parte está que no hay una buena alimentación. No es fácil regresar de un entrenamiento riguroso y comerse un huevo frito frío, unas cucharadas de arroz y caldosa. El salario a veces lo tengo que utilizar para alimentarme, no para ayudar a mi familia. En la Villa Panamericana de La Habana no hay condiciones ni seguridad”.

El semanario Trabajadores, en el reportaje Complejo Panamericano de La Habana del Este: Donde anida la desidia, reflejaba precisamente el deterioro en las áreas deportivas, además de la yerba a la altura de la rodilla, la insuficiente iluminación y un conjunto de características más que propician acciones delictivas en la zona, incluso, agresiones sexuales.

“Pienso tirar mi último cartuchazo en París (Juegos Paralímpicos de 2024). El entrenamiento empieza el 4 de enero. Trabajaré lo más perfecto posible; con énfasis en el tiempo de reacción. Tengo ahora muy buen remate, si mejoro eso no sé hasta dónde pueda llegar. No me pongo límites. Cerraré tirándole al récord del mundo, si total. Vamos a ver cómo me llevo con las viejas lesiones y si los brasileños son imposibles de derrotar”.

“Ah, y si me entra el loco, jugaré una (Serie) Provincial de Béisbol, ya se lo dije a mi papá. Hubiera querido ser pelotero, pero la vida no es siempre como uno quiere”.


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