Mercedes Pomares, hoy no valen las jugadas de engaño

Este martes Ciego de Ávila, Cuba y el mundo reciben la triste noticia de la muerte de La zurda de oro del voleibol cubano

Quiso el azar que el deceso de la más grande hija de Ciego de Ávila que haya transitado jamás por las arenas deportivas de Cuba y el mundo, coincidiera con el acontecer de los Juegos Olímpicos de París 2024.

Mercedes Pomares Primelles puso en vilo al público con sus fortísimos remates en tres olimpíadas consecutivas: Munich 1972, Montreal 1976 y Moscú 1980 y en reiteradas ocasiones alzó premios individuales, sobre todo, como mejor atacadora en torneos internacionales del más alto nivel.

Desde este martes, una de las más notables voleibolistas de la primera generación de las espectaculares Morenas del Caribe abandona el mundo de los vivos, pero inscribe en la eternidad su nombre y epíteto de campeona: La zurda de oro del voleibol cubano.

Imperturbable sobre la cancha, concentrada en darle curso certero al balón que disparaba cual torpedo hacia el bando rival, la Pomares hizo historia como una de las pupilas más aventajadas de Eugenio George, el mejor entrenador de voli del planeta en el siglo XX.

Capitana de la selección nacional gracias a su autoridad y disciplina, protagonizó tantos grandes momentos dentro y fuera de los escenarios de juego que, resultarían interminables, como el día en que fuera nominada como la mejor atacadora en la segunda edición de la Copa Mundial femenina, celebrada en 1977.

Pero quizás la imagen indeleble, la que pudiera acompañar estas líneas, es aquella que captó el momento del descenso de la aeronave que traía de regreso a la patria a los Campeones Mundiales de Cuba, hombres y mujeres que el 6 de septiembre de 1978 conquistaron casi al unísono los títulos universales del béisbol aficionado, y por vez primera, del voleibol femenino.

Al pie de la escalerilla, Pomares y el lanzador Braudilio Vinent alzaban los trofeos supremos, y la morena de Majagua cargaba con el orgullo adicional de ostentar, una vez más, la condición de mejor atacadora.

Años después, en un sentido homenaje efectuado en octubre de 1986, la múltiple monarca centrocaribeña, panamericana y de los torneos Norceca, la guajira recia que le negaba el paso a las lágrimas, no pudo con la ovación que le tributó su pueblo en la sala techada Giraldo Córdova Cardín.

Fue quizás, la única vez en que Eugenio dejaría indefensa a la capitana, llena de elogios y trofeos ante su pueblo, aquella jornada en que la emoción pudo más que la inmutabilidad de la campeonísima.

Hoy no valen las jugadas de engaño para distraer a la gloria, tú le has impregnado tanto rango y dignidad que no hay tiempo para llorarte en la despedida.

La familia del deporte de la malla alta, y la que forman millones de cubanos, prefieren, una vez más, aplaudirte hasta el delirio, cuando tu figura de un metro y 78 centímetros se hace acompañar de ese poder de salto que siempre te distinguió y ahora te confirma en lo más alto.


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