Ahora Juan Venegas Chirino anda con menos respiro. Desde hace ocho meses es el presidente del Consejo Popular Roberto Rivas Fraga. Tiene en la mirilla de las preocupaciones a unos 19 000 vecinos, la población total aproximada de la sureña demarcación, sin dudas, de las menos favorecidas en la ciudad de Ciego de Ávila. Dicen allí “unos 19 000”, a sabiendas de estimados que tienen en cuenta el envejecimiento poblacional y los procesos migratorios.
Muchos omiten su nombre porque Juan, lo que se dice Juan, hay un montón en esta parte del país. Menos le dicen Venegas. Casi todos le llaman por su segundo apellido: “¿Y por qué los de Comunales se demoran tanto, ¡mira Chirino cómo está el basurero!”, “Chirino, ¿qué pasa con el agua?”
El pasado 21 de octubre festejó las 76 velitas. Pero eso se le olvida cuando cabalga en una bicicleta vieja, para que no se le escape ningún escenario, después de asistir a tres reuniones, regresar con un montón de orientaciones y batirse con los problemas. ¡Esos sí que no escasean!
De pie, como si ahora mismo debiera solucionar algún entuerto
Ahora que se acerca el año nuevo, bien que puede exclamar: ¡Hasta aquí llegué!”, en lugar de seguir con la insistencia de que la válvula medio abierta, medio cerrada, permita el mejor servicio de agua potable el que demanda su gente; o que le dedique todo el tiempo del mundo, y que ella merece, a la esposa que tanto lo necesita en casa.
Si total, no hay quien pueda con un Consejo Popular tan “enmarañado”, con una docena de circunscripciones, sin contar en todos los casos con el delegado del Poder Popular idóneo.
Respira profundo cuando se quita el sombrero. Mira hacia adelante. Y vuelve a montar el ciclo que parece que corcovea. Porque sí va a seguir. Porque él no va a dar el brazo a torcer. Porque lo necesitan y ya.
Por eso, y por mucho más, su pueblo y las autoridades del municipio lo aplauden y saludan cuando recibe el homenaje público en el acto municipal por el aniversario 67 del triunfo de la Revolución, que no por gusto, tiene por sede a su patria más chica, la que no cambiaría por nada del mundo, la cual se despereza tras un letargo de años; porque el cambio hace falta, y porque gente buena y tenaz, como Chirino, siempre aparece, aún en medio de la más tupida maraña.