Si algo de magia pudiera concedérsele a las Parrandas de Punta Alegre, veintiún años después del borde del milenio, es el milagro de ser. Para ese pueblo pocas cosas son tan eternas como el mar. El central que fue, el ciclón que fue, y hasta los asentamientos aborígenes; en Punta Alegre todo es huella, menos la alegría.
La alegría se disuelve en el salitre espeso, parece fluctuar con las olas y con cada casita que el mar se lleva y rebrota del suelo. Pero vuelve, ola por ola, diciembre por diciembre. Porque el mar y el tiempo son la misma cosa.
Allí la gente aprende a ser alegre así. Bajo los fuegos. Oyendo la trompeta y el toque gutural del bombo. Allí aprenden a ser virtuosos cuando dominan el toque de trompeta, hacen reventar la pólvora en estrellas furiosas o recrean un pedacito del mundo árabe. Se sabe lo que es triste cuando, como hace muchos años, el fuego se lleva decenas de vidas. Y se aprende a ser útil cuando no se pesca solo por llenar las bocas de la casa propia, sino también porque parte de lo que se gana es para la Salina o el Yeso.
“El que es buen chofer es porque su papá fue buen chofer, y el que es buen decorador es porque cuando niño ya jugaba a hacer carrocitas de juguete.” Lo dice Fernando Rey Peñaranda, yesero de estirpe, y a quien el propio director de Cultura en Chambas, Félix Vázquez Márquez, llama “promotor natural”. El tono convencido de su voz deja ver con claridad que todo eso es una buena definición para “arraigo popular”.
La parranda le da sentido a todo. La conga despierta a la gente del arrullo del mar. Devuelve al terruño a los hijos que ya no viven allí, los ancla. Y en la raya se produce el minuto cero, que justifica meses de trabajo, reclamos inconformes, nostalgias y sueños.
El mar y el ancla
Estar a más de 100 kilómetros de la cabecera provincial es el sino de Punta Alegre. Por eso los jóvenes se van. Estudian lejos, hacen sus vidas, anclan la barca familiar en otras aguas.
Pero estar a más de 100 kilómetros de la cabecera provincial es la suerte de las parrandas. Punta Alegre es el Macondo donde pueden resistir los embates del tiempo, la globalización y la aculturación. El que vive lejos tiene el escudo del barrio tatuado en la añoranza.
Acabamos de entregar por via Messenger los diplomas a Sergio Casas, que aunque salinero ya lleva años trabajando con...
Posted by Barrio El Yeso Oficial on Thursday, December 17, 2020
“Por suerte soy de la Salina, y por desgracia vivo en Ciego de Ávila”, teclea Julio César López para responder a la primera pregunta de mi entrevista, desde la tienda donde trabaja. A Julio llego por Facebook, cuando la búsqueda de indicios me devuelve el grupo Parranderos de Punta Alegre, que él administra.
“Un día revisando las redes encuentro un grupo oficial del barrio el Yeso, y dije: pues, bueno, soy salinero, pero crear un grupo de la Salina sería crear más riña entre barrios, y eso no es bueno. Porque, al final, cuando se acaban las parrandas todos seguimos siendo vecinos y amigos, excepto los que tuvieron querella en dichos festejos. Entonces me propuse crear el grupo Parranderos de Punta Alegre, rompiendo así todas las barreras de división entre parranderos.”
El 2020, que tan duro fue en todo sentido, tampoco pudo mitigar la euforia de la tradición. Se hicieron montajes virtuales de carrozas, se expusieron objetos icónicos de cada barrio, y la esperanza de verla florecer en este año es grande.
Para Fernando Rey —más que rey, patriarca del Yeso—, a pesar de todo, las parrandas están en un buen momento. “Los cambios que están ocurriendo en el país pueden ayudar a que en el futuro la financiación de las parrandas sea más eficiente”. Él recuerda a su madre salir con una alcancía en la mano, si de respaldar al barrio se trataba. Y ahora la realidad no dista mucho, si, como atestiguan los vecinos de ambos barrios, el aporte voluntario de las familias hace la diferencia por encima del presupuesto que se asigna anualmente. “Los materiales los da Cultura; claro que no alcanzan. Lo otro lo buscamos nosotros”, acota a Invasor Isiel Díaz Vera, desde su experiencia como decorador.
Por esa razón, también Abel Artze Moran, proyectista en parrandas y profesor en tiempos de calma, agradece que se preste atención a su tradición, que es prestar atención a su pueblo.
Carroza: "Tutankamón el Niño Rey" Barrio: La Salina (⚓) Pueblo Parrandero: Punta Alegre Año: 2002
Posted by Parrandas de la Región Central de Cuba on Sunday, October 25, 2020
El sueño de Fernando, a sus siete décadas de vida, es que cada barrio pueda administrar sus recursos y producir beneficios, tocar su música en otros escenarios y volver sustentable la tradición folclórica más longeva de la provincia.
De amores
¿Qué distingue al Yeso de la Salina o a la Salina del Yeso?, pregunté en busca de rivalidades que no encontré. Porque, más allá de las costumbres, no los distingue otra cosa.
Hoy se unen los barrios parranderos "El Yeso y La Salina"dando muestra de integridad cultural. Defienden su...
Posted by Cultura Punta Alegre on Thursday, December 17, 2020
“El Yeso es un barrio con gran entrega, respeto y sacrificio ante su fiesta mayor; que disfruta todas sus salidas e intenta superar al oponente, pero siempre sobre la base del disfrute pleno y el fortalecimiento de la fiesta mayor. Es un barrio exigente, alegre, conocedor de su historia, defensor de sus tradiciones y agradecido con los que nos antecedieron, con los que nos legaron la tradición y con quienes ya no están.” Así responde Anyer Martín Venegas, uno de los proyectistas que se dedica a soñar año tras año, aunque esté lejos de la provincia, la majestuosidad de su carroza.
Pero se pudiera decir exactamente lo mismo de la Salina, y Julio lo explica de una forma más convincente: “Distinguir al Yeso de la Salina es muy fácil; claro, para los nativos. Es increíble cómo te palpita el corazón cuando escuchas la conga sonar. Y, sin embargo, puedes escuchar la conga de cualquier otro lado, que no se siente lo mismo. Es increíble cómo con solo de oírla sabes qué barrio es, porque cada uno tiene un toque característico que los diferencia, tanto en las gangarrias como en el tambor”.
Para los más viejos, las alegrías se dosifican en el tiempo y explotan en la memoria como los voladores, cuando recuerdan la primera vez que una carroza tuvo luz eléctrica, o el año en que, junto al resto de las parrandas del centro de Cuba, fueran declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Están en la memoria de Eldy Mariño Córdova, hijo de yesero y salinera, bautizado bajo el fuego parrandero, que le alimenta la ocasión por el periodismo cultural. Están en que las carrozas sigan dando qué soñar a Julio, a Abel y a Fernando.
• Sobre la tradición en otros puntos del país.
Y parte de esas alegrías se deben a la porfía contra los años, la desidia o el olvido. Que les quede claro a Marcelino Silva y a Teodosio Pérez, que si Punta Alegre merece seguir llamándose de esa forma es gracias a las parrandas que se inventaron ellos.