Una puesta teatral, para el consejo técnico asesor de las Artes Escénicas, pero con público, en el patio de la Casa del Joven Creador. Todo en el contexto de la Jornada Villanueva, que rinde tributo al teatro cubano
No fue un estreno lo presentado en la noche del 19 de enero por Caminos Teatro, con su obra Náufragos, pero bastó para mostrarlos como un grupo teatral que conquista la escena avileña. Y no me aventuro, en vano, a decir que será su consagración.
Para emitir tal juicio, sobran razones.
Una puesta para el consejo técnico asesor de las Artes Escénicas, pero con público, en el patio de la Casa del Joven Creador. ¡A tope! Y mucho más emblemático, en el contexto de la Jornada Villanueva, que rinde tributo al teatro cubano y a las víctimas del suceso de 1869 en suelo habanero, cuando Cuba era colonia española.
Estamos hablando de una pieza dirigida por Juan Germán Jones Pedroso y que goza por la simetría compositiva en todas sus variantes, la escenográfica, dramática e histriónica.
Primero, hay que ver que la escenografía representa una sala-comedor de una casa cualquiera, donde se ha erigido una especie de altar con la familia que ya no está. Fotos de personas reales cuelgan de los hilos, figurados como una telaraña temporal.
Ahí están, también, los actores que han pasado por la agrupación y que tomaron la compleja decisión de “irse”.
Jorge Luis Sardina Arlety Martínez Roque Luis G Alfonso Hera Hanny Cunill Jorge Morales Hoy estuvimos juntos en el escenario. Caminos Teatro " La Vida en la Escena " @seguidores @destacar
Posted by Jenny Ferrer Diaz on Friday, January 19, 2024
La composición está muy bien diseñada por German Jones y descansa sobre la base de la opresión. La cercanía de los cuerpos encerrados en un espacio y tiempo, hace que los personajes se ahoguen, y que la trama puje por liberarse y transgredir todas las fronteras.
Una mesa cuadrada y cuatro sillas. El cuatro como número que representa la base, la familia, porque de la familia cubana se estará hablando con el corazón en las manos y desde cada esquina punzante. El café como elemento de cubanidad.
Muchos otros símbolos hacen derroche de presencia: bandera cubana junto a banderas de dinero, un girasol, el propio naufragio como catalizador de todas las soluciones y, a la vez, como solución a la condición humana del propio cubano.
Me atrevo a decir que, más que emigración, la obra nos está hablando de la desgarradura de la institucionalidad que se sufre hoy desde su misma célula fundamental, la familia.
Y luego hay que ver el nivel actoral.
Son cuatro personajes. Náufragos. Dos hermanas de una generación que ha envejecido y sus respectivas hijas. Todos ven la vida de manera distinta en perfecta dialéctica. Los cuatro consiguen un entramado de voces que hiela el alma y descorre la puerta de las emociones.
Ellas no inventan sus parlamentos. Cada bocadillo está milimétricamente concebido desde lo vivencial. Así lo apuntaba Germán Jones en los minutos introductorios a la puesta. Así los concibió en los meses últimos de 2023, tras los sucesos más duros de su vida y que lo cambiaron todo para siempre.
Las actrices lo han incorporado tan en lo hondo, que parecieran confesiones. Aunque por momentos exageraban los gritos, todo estaba en concordancia con la frustración, la rabia, la impotencia. Ellas se cuestionan y, al mismo tiempo, quieren una solución al más elemental de los problemas. Ellas pujan por salvarse del naufragio en el que están varadas. Ellas cuestionan, sí, duramente, pero desde esta orilla y con el respeto posible.
Era tan efectivo y parejo el nivel de las actuaciones, que a uno le quedaba la sensación de estar en un ring de boxeo, donde cada actriz sacaba su mejor gancho, uppercut, o su defensa preferida. Mas, ninguna bajaba la guardia.
Entiendo que despunta Jenny Ferrer (Aracelia) con sus explosivas transiciones y su buen manejo de los resonadores. Esas herramientas del aparato fónico que permite a los actores proyectar la voz y darle matices a cada parlamento.
Comedida y analítica, Ferrer es una actriz ya experimentada y que aquí, como la hermana mayor, la más férrea y arraigada a lo tradicional, sabe llevar las riendas de las interpretaciones. Pone los puntos sobre las íes en materia actoral. Se regodea y disfruta cada bocadillo, y no queda más remedio que degustarlo, por imitación, y luego ponerle lo vivido y soltar las lágrimas.
Es tal el grado de comunicación que consigue con el público, que la empatía se torna obligada y, contradictoriamente, orgánica. Hasta nos sentimos identificados con Aracelia.
Merece también los aplausos Alina Betancourt (La maestra), avileña que pasa temporadas en el Teatro del Viento, de Camagüey, dirigido por el genial Freddys Núñez Estenoz. Y trae consigo un nivel actoral de altos quilates. Frescura y porte a base de oficio, expresión corporal, talento y ganas de actuar.
Se le disfruta en lo que dice y hace. Sus transiciones son derroche de energía y modulación constante. Pisa el acelerador de las emociones. Pone presión en la escena. Se lo notan los ojos cargados de emoción, lo que me recuerda la técnica de Konstantín Stanislavski, donde primero vives el texto y luego lo liberas.
Hay una escena donde comparte “pelea” con Mercedes Mesa Paz (Carla), su prima, en ambos extremos de una mesa, y uno no sabe dónde poner a descansar la mirada. Las actuaciones llenan todo el espacio dramático e irrumpen la sobriedad de una escenografía que, llegado ese punto, apenas existe.
Como mismo se anulan las demás actrices. Son solo ellas dos argumentando, desde el alma, lo que significa estar y quedarse; lo que conlleva la decisión de irse o permanecer.
Yanelis Velázquez (Haydée) es parca en su actuar y domina también el escenario. No se queda atrás cuando se trata de sacar las emociones y lo sufre.
Mas la obra debe ir ganando en seguridad, para que las actrices no se emocionen en demasía y, por momentos, pareciera que olvidan el texto. Todo es perfectible.
Un pedazo de mi, de ti, de todos. NAUFRAGOS. Propuesta del Proyecto Caminos Teatro del Consejo Provincial de las Artes...
Posted by Artes Escénicas_Ciego de Ávila on Friday, January 19, 2024
Otra de las protagonistas de la puesta es la música escogida por Jenny Ferrer. Va a tono con el sentir. Se convierte en una segunda piel para resguardarse de los efectos de la intemperie. Es el complemento dramático adecuado para lograr acentuar el significado del “naufragio” como símbolo.
Ahí estuvo Mercedes Sosa, desde su manera magistral de cantar. Desde su americanismo. Desde el corazón universal de los náufragos de todos los tiempos.
Para cuando se haga el estreno oficial de Náufragos, y se consiga hacer temporada teatral con ella, ya Caminos Teatro habrá afianzado su consagración.