Los jóvenes repentistas de Ciego de Ávila, Rainer y Reiber Nodal, asumen un nuevo reto de su carrera, sin dejar a un lado la tradición que les formó.
“Ya es hora de explorar nuevos horizontes” escribía en su perfil de Facebook Rainer Nodal hace unos días, para contar que su hermano Reiber Nodal y él se animaban a producir música urbana “tras años dedicados a la defensa de lo nuestro”, del repentismo.
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Como son un par de los buenos, mucha gente buena les deseó que la suerte acompañara al talento ya probado, que llevaran a todas partes el corazón de poeta y que pusieran eso, corazón, a un género que tanto lo necesita.
Y también porque son de los buenos, la controversia no se hizo esperar. Desde quienes “se han gastado la vida en el género (la décima)” y se siente que no se le ha respetado en consecuencia, hasta quien cree que haber nacido “con la tradición debajo del brazo no es camisa de fuerza”.
Hoy Invasor se acerca a ellos, no para avivar la polémica, sino para saber por dónde andan los planes de los muchachos avileños. De sus respuestas se deduce que, aun con el cambio de rumbo, ellos siguen sintiendo en diez versos.
La idea, al parecer, fue de Reiber, que ya antes había incursionado en otros géneros. Reiber le da más vueltas al porqué: “Analizando las canciones del género urbano, pensamos que, poniendo una letra asequible en un ritmo que mueve multitudes, sería un éxito, porque no hay que llegar a ningún extremo, ni al lenguaje vulgar ni al rebuscado. Y ahí estamos trabajando”.
Del impulso no solo nació un propósito, sino la Compañía IVO Pro Music, que se encarga de la producción de los temas. Con eso, y con las ganas, salió todo lo demás. O por lo menos así lo cree Rainer, que afirma, categórico que no dudó. “Creo que un artista debe proponerse cada día una meta más lejana que le ayude a crecer”.
¿Por qué el urbano? Tiene una respuesta sobreentendida a la que muchos amigos de los Nodal se referían en los comentarios del principio: habría que ver qué hacer para que los “gigantes” se sientan realizados sin necesidad de elegir otro rumbo. Las razones son más complejas, y pasan por el deseo de ser más diversos. Sin embargo, en las respuestas de Reiber se percibe, también, la nostalgia: “Para nadie es un secreto que la décima no es promocionada como debe ser y, por lo tanto, quedamos como piezas de un museo, como algo que no puede ser aceptado por la juventud, aunque se ha demostrado en miles de ocasiones lo contrario”.
De ahí que salieran a buscar en lo urbano una manera de llegar a otro tipo de público, más amplio que el del repentismo. “Es una nueva manera de lograr que las ideas de dos poetas consigan llegar más lejos. Considero —dice Rainer— cada canción nuestra como una décima; con otra estructura, claro. Pero el objetivo es el mismo: impregnarle la carga poética que nos caracteriza”.
Que el single Adiós tenga casi 4 000 visualizaciones en Youtube es una señal de que no se equivocaron, y las felicitaciones de sus amigos parecen confirmar el éxito.
Al final todo vuelve a las raíces. La décima se cuela por cualquier agujero de la memoria y los dos terminan hablando de ella.
“Esta forma del arte me ha enseñado muchas de las herramientas que creo necesarias para incursionar en otros géneros: el dominio de la escena, la capacidad para lograr poesía en cualquier otra estructura, y también la tan necesaria conexión con el público. Es importante conocer a quién va dirigida la obra para lograr que sea de su agrado”, dice Rainer.
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Reiber habla de técnica. De la ventaja que es conocer cómo respetar la métrica, las rimas y otros recursos que no le son propios solo a la décima, sino a toda la creación poética y musical.
Pero es más. Como personas, también los formó. El oficio les ha educado en el respeto, para “ponerle el máximo”. Nunca voy a dejar de considerarme un poeta repentista” dice uno. “Es una formación sana. Un mundo que te enseña a ser sencillo y a practicarlo”, dice el otro. No importa cuál fue. No solo comparten la sangre y el arte. El genoma lo deben tener escrito en octosílabos.