A las ocho de la noche la lluvia no hacía más que asustar a todo el que planificaba una escapada de la casa, una noche de concierto, una noche de Piña Colada.
No son aún las diez de la noche. La plaza luce de gala. La gente que conoce todo el repertorio está. La gente que ha escuchado una que otra canción y reconoce que se presentará un tremendo artista de los que no vienen todos los días a Ciego de Ávila, está. Gente de su pedazo de tierra, la del mejor tabaco del mundo, Pinar del Río, está. Quizás incluso haya quienes no conozcan su trayectoria, sin embargo, todos están dispuestos para el disfrute.
Pasadas las 10:30 minutos, “la profe Amalia” ―que perdió su nombre de pila por su papel en la serie Calendario―, al lado del actor Denys Ramos, presenta a su manera, con un poema, a un tipo de pelo rizo y lentes que sube al escenario guitarra en mano con la letra de Vuelve a mirar en la voz.
No es la primera ni la segunda vez que Raúl Paz aparece frente a los avileños al ritmo del trago más musical de la Isla. Conoció “chiquitico” el proyecto y “mira cuánto ha crecido gracias a este público lindo y el Mulato Acelera’o”. El agradecimiento, también, fue carta de presentación de su encuentro.
El sentimentalismo de Pero me enamoré acaba de forma abrupta cuando suena la Mulata que “si la dejan bailar / tremendo lío / para qué mirar…”.
De un momento a otro, los miles son uno. No importa cuán tímido sean, la energía contagia. Raúl Paz, con un tema del 2005, de su álbum Revolución, conecta lo mismo con un joven de quince años que con quienes tienen experiencia sobrada. Un coro. Es simple, “lara la la, lara la la…”.
La adrenalina anda por los cielos y qué bueno que la presentación sea al aire libre, porque un teatro no resistiría tantos brincos. Escasas veces tiembla la tierra por estos lares. A Raúl no le es suficiente, pide palmas. Los metales hacen silencio. Encuentro tú a tú. Raúl miente: pide más palmas y bulla porque no las escucha arriba del escenario. Parece que el cuerpo domina su mente. Da par de volteretas. Toca la pianola. La emoción de un festival que es por minutos un Carnaval.
“Así se vive aquí / a veces tan feliz…” es, al unísono, el fragmento de una canción que no pierde sintonía y la realidad en vivo de los rostros que no pierden de vista a su compositor.
De Azul y mil colores pinta Raúl un instante especial que dedica a alguien que de seguro le identifica… Ambos son despechados. No le gustan los eufemismos: “Que levante la mano todo al que le han pegado los tarros”. Casi todas arriba. Él gira la espalda para subir hasta un pie. “Pero deja que se pase la semana / Deja que te dé la gana / Deja que te falte yo… / Y este pobre corazón se habrá vuelto a enamorar…” de otra Chiquita.
Raúl hace gala de su apellido. ¿Qué contrincante de la guerra supera a un beso? Incita a que le des uno al de al lado, al del frente, al de atrás; en fin, a cualquiera. Al llamado ofrecen resistencia únicamente los cobardes. “Todo se desafinó”, se delata.
“Esto pasa por estar en vivo”, intenta reparar. Palabras que son excusas para otros roces con labios ajenos. “Y solo tú y yo / solo tú y yo sabemos lo que nos pasó…”.