El mágico mundo de la Señorita Tiempo, a destiempo

Cubierta de libro Le debo a la amiga Santa Massiel Rueda el préstamo del libro El mágico mundo de la Señorita Tiempo. Se trata de una noveleta infantil sobre las aventuras que viven unos niños en su tiempo de vacaciones, después de descubrir la casa de un personaje singular, la Señorita Tiempo.

Cuando su autor, Leonel Daimel García (Ciego de Ávila, 1989), no soñaba convertirlo en libro, ya era un manojo de guiones para el programa homónimo de la Televisión Avileña. En este ejemplar, lo primero que resalta a la vista es el diseño gráfico de la cubierta, basado en una ilustración de José Rolando Rivero, artista de la plástica, poeta y editor de este volumen. 

Ese tipo de ilustración me recuerda las usadas en ediciones memorables de los años 80, como Pippa medias largas, Me importa un comino el rey pepino, Ronja, la hija del bandolero, entre otras; sin embargo, no creo que esté a la altura del tipo de ilustración más frecuente en este tiempo de redes sociales en Internet.

Pareciera que se ha empleado un tipo de estilo con marcada intención linotipista, para darle cierta antigüedad al texto, o un regusto por el estilo más conservador del arte de ilustrar. Aunque, a mi entender, esto no era necesario. El público infantil cubano tiene bien puestos los pies sobre la época en que le toca vivir.

Por otra parte, la concepción de una protagonista que tiene todas las características de una vedette, o bailarina sacada de una película del wéstern, nos hace poner en entredicho sus cualidades morales. Si bien el resto de las ilustraciones del libro necesitaba una tipificación de los personajes más adecuado en consonancia con el mundo de la fantasía, con otros vuelos creativos, y una sensualidad propia del mensaje a transmitir, no consiguió despegarse de una carga semántica más bien “dura” de la realidad.

Estas observaciones hacen que me pregunte: ¿Estará conforme el autor con esas ilustraciones? ¿Pudo tener el espacio y el tiempo para ponerse de acuerdo con la editorial en cómo sería la imagen de su libro?

Estamos acostumbrados a que los volúmenes salidos de Ediciones Ávila presenten pocos problemas en su diseño. Y, en esta última generación, son ejemplares realmente hermosos. En este caso, no se rompe la regla. Y la elección de la caja tipográfica, el tamaño de las letras, el interlineado, la ubicación del título de los capítulos, la paginación…, no deslucen, no atentan contra su visualidad y el objetivo final.

Pero creo que el talón de Aquiles está en la ubicación de las ilustraciones, ajena a las buenas costumbres de la edición y el diseño. Pues rezan las normas (aunque cada editorial tiene las suyas) “que las ilustraciones han de ir cercanas al texto que las nombra” (Norma editorial cubana, corrección 2017). En este libro, no hay una imagen reflejando el texto en sí. Están como desfasadas. O van antes o después.

Una de las más elocuentes deficiencias que tiene es el empleo de un narrador-personaje que interactúa con los distintos sujetos de la historia. En algún momento se arma hasta un juego de palabras entre todos, y llega un instante en que pareciera que será desterrado del libro por alguno de los coterráneos.

Todo se complica cuando, desde el segundo capítulo, pareciera colarse en la historia un segundo narrador. Sale de un libro mágico que se abre en la casa de la protagonista y sus parlamentos tienen una bien definida tipografía con puntos en común con La historia interminable, de Michael Ende.

Este recurso no está bien aprovechado ni resulta del todo necesario. Enseguida el suceso se olvida y se vuelve a la razón del narrador partícipe. Hasta que llegamos al final del octavo y penúltimo capítulo, donde se nos vuelve a poner un ruido en la lectura. El Narrador está contando lo que un Escritor escribe. O sea, como por arte de magia, el libro es el resultado del oficio del Escritor que nunca se había mencionado ni como personaje ni como demiurgo, porque se creía que el narrador del libro era Dios.

He visto pifias en grandes obras maestras, desde La guerra y la paz hasta El resplandor. Por lo que no me asombra que, a esta altura de El mágico mundo de... aparezca que el Narrador comparte honores con el Escritor, y con el que también pareciera estar en pugna. Y quedaron otras cosas pendientes en este ejemplar, sobre todo en la redacción y el uso de las comas. 

El hecho de que esta tirada, de solo 200 ejemplares, no representa un gasto grande para la editorial, y menos si ya se vendió, no tiene que significar que ha sido un éxito editorial. También podría haberse convertido en las doscientas pesadillas para un autor joven que quisiera verlas quemadas en la hoguera del olvido.

Posted by Taller Especializado en Literatura Infantil Compay Grillo on Friday, May 22, 2020


Comentarios  
# Sarai 30-03-2021 21:12
Deberían cambiar el título del artículo pues esperaba leer una crítica sobre la temática del libro o la historia que trata. Asumo que el crítico sea un magnífico escritor cuando ha sido capaz de encontrar "pifias" en obras tan valiosas como las de Tolstoi y King. Me pregunto si el señor Vasili es artista plástico. Zapatero a sus zapatos.
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# NL 02-04-2021 23:13
Creo que el redactor del artículo no tiene los suficientes conocimientos para criticar una ilustración u obra plástica alguna. Me parece que sibel libro se agotó por algo será. No creo ni creo en un escritor o artista alguno que trabaje para un Premio. Al final el público es el que manda.
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