Rosa, una educadora de la edad dorada

Regresar al Círculo Infantil Hipólito Delgado, de la cabecera florenciana, donde tuve la dicha de forjar parte de mi infancia y prepararme para los estudios que más tarde cursé, fue una experiencia peculiar en la que viví mezcladas la nostalgia y la percepción de la realidad actual.

La persona que motivó mi visita, a diferencia de mí, va a ese centro prácticamente todos los días. Su nombre es Rosa Quesada Dorticós y es su directora desde hace más de tres décadas.

“En el año 1979 me gradué en la Escuela de Formación de Educadoras para Círculos Infantiles de Santa Clara. Desde entonces estoy trabajando acá. Soy jubilada reincorporada, así que no me he desvinculado nunca de la enseñanza, excepto dos años en los que cumplí misión internacionalista en Venezuela y otros dos en los que fui metodóloga de mi rama en la Dirección Municipal de Educación.

“Aquí trabajé cinco años como educadora, estuve seis de subdirectora y todo el otro tiempo he sido directora. También puedo decir que fui la primera niña que se matriculó en este círculo infantil en el año 1961, cuando se fundó”.

Casi de guion cinematográfico fue esa última coincidencia, aunque queda claro que la trayectoria de Rosa va más allá. El amor y cariño hacia los niños fue su principal impulso para ser educadora infantil y cuenta cómo esa profesión le da alegrías cuando se trabaja como es debido.

“Fui educadora fundamentalmente de la infancia temprana, desde cuarenta y cinco días en aquel entonces hasta dos años de vida. Son niños en los que se ve el resultado de lo que aprenden.

“Entran sin saber hablar y una les enseña  comunicación tanto oral como gestual y vemos, en ese tiempo, cómo ya son capaces de realizar acciones con objetos y nombrarlos. Incorporan procesos cognoscitivos como el pensamiento, la imagen, la memoria y el lenguaje”.

Mientras tanto, como directora, la rutina cambia hacia un rumbo de mayor compromiso. Rosa es una de las principales responsables del crecimiento de todas las educadoras del círculo Infantil, por lo que debe ser la primera en superarse.

inter niños

“En estos momentos está el tercer perfeccionamiento de la educación, donde debemos preparar a las educadoras, porque son programas nuevos. Hemos tenido que profundizar en cada uno de sus contenidos y de ahí derivar para también preparar a nuestras educadoras.

“La autopreparación diaria es fundamental. Se ha introducido la lengua inglesa desde el segundo año de vida y Fidel y Vilma Espín pasan de ser reconocidos como Líderes de la Revolución a Héroes de la Patria. El saludo y la despedida son muy importantes en los tres momentos del día y también decir gracias. Es un poco difícil porque hay que escribirlo y pronunciarlo”.

La mayoría de las educadoras que trabajan en el círculo infantil de Florencia han sido preparadas por Rosa. Muchas de ellas se han superado a partir de otras labores que desempeñaron en la institución. Gracias a su esfuerzo, hoy todas son licenciadas y siguen creciendo profesionalmente, todo para garantizarle a los niños la mejor enseñanza. 

Entre todas ellas, dos destacan por su experiencia: Lupe y Petronila. “Son dos jubiladas reincorporadas que empezaron aquí antes que yo. Su liderazgo es muy importante, incluso a cuatro de las muchachas que terminaron la licenciatura en este curso les sirvieron como tutoras”.

“Lupe es nuestra educadora de computación, ejerce con mucho profesionalismo y con muchas dificultades su programa para los niños de quinto y sexto años de vida. Por la falta de electricidad creó alternativas y medios de enseñanza que confeccionó con sus propias manos y esfuerzo.

“La computación en nuestra enseñanza es el inicio de los niños para la preescritura, pues se basa en la movilidad con los dedos y con las manos, es decir, para que después el niño haga el rasgo de la preescritura y que mejore su aprendizaje, porque el fin de nuestra educación es realmente preparar a los niños para la enseñanza primaria con un desarrollo integral”.

En ese objetivo, Rosa tiene claro que la educadora lo es todo para el infante: “el liderazgo es suyo, es el modelo, por eso tiene que profundizar en los objetivos y los contenidos para llegar con claridad al niño y que este adquiera esos conocimientos como debe ser, nada se puede improvisar. Todo está en la superación y la auto preparación que tienen esas educadoras en el horario del mediodía, cuando los niños están en el proceso de sueño, y en sus casas”.

De sus dos misiones internacionalistas en Venezuela guarda gratos recuerdos. “Estuve tres meses en el 2006 en la primera infancia, donde trabajé en los Simoncitos preparando a las directoras de esos lugares en toda su organización y cambios que propusimos en procesos como el de la alimentación y el sueño, todo fue organizativo. Lo más difícil de esa misión fue que tenía que andar en busetas sola para trasladarme entre los cuatro estados que atendía”.

“En el 2012 fui para preparar a los directores municipales en tres misiones, la Robinson, la Rivas y la Sucre, estuve allá dos años. Ahí fue casi todo metodológico. La superación fue inmensa porque no eran mis enseñanzas, la Misión Robinson es la enseñanza primaria aquí en Cuba, la Rivas es la secundaria y preuniversitaria y la Misión Sucre es la universitaria.

“Esa vez estuve solo en el estado Trujillo, donde atendía dos municipios llamados Rafael Rangel y Escuque. Rafael Rangel me fue muy familiar porque tiene casi la estructura de Florencia, es montañoso, con lomas muy parecidas a las de aquí.

“Nos tocó impartir todo en cuanto a planificación del trabajo. Para mí fue fácil y sencillo, porque en la primera infancia se aprende a ser muy rigurosos en ese sentido. Teníamos un coordinador y jefes de misiones en cada estado y nos preparaban a nosotros en un taller metodológico. También di clases de Metodología de la Investigación a los médicos cubanos. Me gustó mucho el trabajo en Venezuela”.

Si algo caracteriza a Rosa como directora es su exigencia. Esas ganas de que todo se haga de la manera correcta son parte de las razones por las cuales ha logrado destacar en su vida laboral.

“Me gustan las cosas casi perfectas y sé que así no pueden ser, pero tengo un colectivo que, independientemente de que esté al cincuenta por ciento de la cobertura, es muy abnegado, muy disciplinado y muy respetuoso. No he tenido el más mínimo problema, ya hace más de cinco o seis años que no tengo que aplicar medidas disciplinarias.

“Hago mucha conciencia en que lo que tenemos en la mano es un tesoro, porque nuestros hijos son lo más preciado. Son niños muy chiquiticos, indefensos, por quienes que hay que darlo todo y entonces insisto mucho en la responsabilidad que tiene cada cual aquí”.

Los padres son también una parte importante del día a día en el círculo infantil. No solamente agradecen el cuidado y formación de sus pequeños, sino que buscan la forma de implicarse y ayudar cuando les es posible.

“Nos apoyan en todo, nos preguntan qué nos hace falta, se suman a actividades como la pintura de los salones y nos dan manteles para las mesas y productos de aseo cuando escasean. Tengo en este momento un colectivo de padres que lucha porque las cosas salgan mejor.

“También se unen a nosotros en el apoyo a otros que lo necesiten, como es el caso de una madre de seis niños, a quien le prestamos especial atención, con visitas a su hogar y la ayuda que nos sea posible ofrecerle”.

La vida de Rosa y el círculo infantil que dirige son casi lo mismo, según sus palabras está más tiempo allí que en su casa. Es a lo que ha dedicado la mayoría de su vida y tiene su futuro muy claro:

“Mientras la salud me lo permita voy a estar aquí, preparando a las trabajadoras y las reservas. Me gustaría algún día, cuando esté bien viejita, pasar por la calle y ver el círculo como siempre lo esperaba”.


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