“No hay un solo artículo del Código que no tenga un basamento en la vida real, porque el Código es sencillamente lo que somos. El Código también es Cuba y nos ha aportado un aprendizaje, nos ha enseñado a ser menos egoístas y a pensar más como sociedad, a ser más inclusivos, a trabajar los sentimientos de enaltecer todo lo que podamos a nuestros semejantes, a nuestros compatriotas”.
Esas palabras del Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, cerraron su encuentro con representantes de un amplio sector de la sociedad cubana; personas vinculadas afectivamente a un Código de las Familias que refleja, asimismo, la diversidad de sus historias de vida.
El intercambio—que ocurriera días antes, pero que fuera televisado en la noche de este jueves por casi dos horas— mostró la necesidad de una normativa que no impone, “no decreta que debe existir algún tipo de familia en particular, reconoce todas las que existen inspiradas en el amor y en otros sentimientos humanos. Por lo tanto, negar la existencia de otros tipos de familias es un acto de exclusión que niega la inclusión presente en ese Código, y creo que la exclusión daña y nos atrasa”, apuntó el mandatario.
Minutos antes de tal declaración, uno de los artífices del texto jurídico, el Doctor en Ciencias Leonardo Pérez Gallardo, había enunciado esa idea, la de un Código que “fotografiaba”. Tomaba del pretérito para saldar deudas, del presente para reflejarlo, y del futuro para garantizarnos perennidad. Luego diría que la familia no es solo la célula fundamental de la sociedad, lo cual es un concepto biologista, sino un núcleo de afectos, de amor.
Ese amor que el Código convirtió en Ley le recordaría a Díaz-Canel una sentencia martiana. “Que el amor sea la moda. Que se marque al que no ame, para que la pena lo convierta”, citó el presidente convencido de que “eso lo vamos a lograr con este Código”.
Y fue ese el sentimiento que reinó en el Palacio de la Revolución, a pesar de tristes historias que validaron, al mismo tiempo, la necesidad del respeto al otro. “La palabra respeto, que tiene que marcar el destino de este país”, precisaría Miguel Barnet, presidente honorífico de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), quien a su vez ponderó la pertinencia de la racionalidad para no cometer injusticias, como las del pasado.
Sobre ese particular Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), dijo sentirse agradecida de que incluso la generación histórica del país haya superado sus prejuicios y junto al Partido haya impulsado las transformaciones que nos regalan un Código tan inclusivo.
Parte de ese universo lo representó el periodista Francisco Rodríguez Cruz, quien con su activismo se ha mantenido visibilizando la importancia de votar a favor del nuevo Código este domingo.
“Les pido entonces que no dejen que los descontentos, las necesidades, los desencuentros, las discrepancias políticas o de cualquier otro tipo, las de antes o las de ahora, determinen en el bien que podemos hacernos”, escribió días antes en una publicación en Facebook que leyera durante el intercambio.
Allí presentes: educadores, médicos, psicólogos, juristas, profesionales de diferentes sectores, adultos mayores, abuelas, personas en situación de discapacidad, familias, miembros de instituciones religiosas, artistas, deportistas, estudiantes, representantes de la Red de mujeres lesbianas y bisexuales, de la Red Humanidad por la Diversidad, Red de personas trans…
Por eso las historias narradas se volvieron imágenes de un álbum multicolor. Desde las palabras de la Doctora en Ciencias Psicológicas de la Universidad de La Habana, Patricia Arés Muzio, apostando por familias que construyan libertad y dignidad; las de la madre de un niño discapacitado que ahora podría llevar el apellido de su padre afectivo (no biológico); las de la abogada Hilda María Vázquez que, de aprobarse la normativa, ya no tendrá que “saltar por encima del Código vigente” para intentar cumplir las expectativas y conflictos de las familias…hasta las del campeón olímpico, Julio César La Cruz, víctima del rechazo de su padre y, hoy, parte de una familia que incluye a su entrenador.
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