Decía el poeta en su estribillo: usted preguntará por qué cantamos, y a seguidas hilvanaba la retahíla de argumentos; una lista interminable de razones: afectos, verdades, posibilidades. Cantamos porque el niño y porque todos / Y porque algún futuro y porque el pueblo…
Cantamos porque cada pregunta tiene su respuesta, insistía, poniendo la atención en lo importante, lo impostergable. Cantamos porque es la prueba de estar vivos.
Tal vez sea hora, sea el minuto preciso para responder, parafraseando al poeta, por qué votamos. No queremos creer que cada hora viene con su muerte, sino con la vida.
Se nos ha convocado a amanecer este domingo en las urnas y refrendar el Código de las Familias. Usted, con las dos opciones ante sí, escogerá una y sellará su respaldo o no al documento. Por eso insistimos, ¿por qué votamos? Estas son nuestras razones.
Votamos por el ayer. Hay un grupo, cada vez más numeroso, de personas adultas mayores a las que el Código les garantiza una vejez mejor de la que han tenido hasta ahora. Quizás no en lo material, pero sí en ese componente indispensable del bienestar al que llamamos atención, afecto. Votamos por tener la oportunidad de pagar con amor y derechos a nuestros abuelos y padres el esfuerzo tremendo de habernos traído hasta aquí sobre sus hombros. Bien mirado, el Código es una deuda saldada con nuestros mayores y ya con eso bastaría para elegir una casilla.
Votamos, no obstante, por el hoy. Por los matrimonios que se formalizarán y sus risas y sus flores y sus besos y sus “sí, acepto”; pero también por los que se disolverán a la vuelta de un par de meses, irremediablemente, y podrán gestionar esas crisis con una norma que no obrará el milagro de resucitar el amor, mas hará menos traumáticas las despedidas y las consecuencias legales de esos actos.
Votamos por proscribir la violencia, sacarla del espacio familiar y desterrarla para siempre, adonde no alcance a las mujeres, a los niños, a los ancianos…, a nadie. Votamos por la libertad de elegir a quien amar y que nuestra decisión esté respaldada por la misma ley de quienes hasta ayer solo veían lo diferentes y no lo similares que somos.
Votamos, también, por el mañana. Por los hijos que tendrán la oportunidad de vivir otro sistema de relaciones familiares; de crecer en entornos donde se les tome en cuenta, se respeten y se cuiden, porque así lo dispone el documento y porque los tiempos cambian, y los machismos, las discriminaciones y el patriarcado caerán por su propio peso, como el lastre que han sido.
Usted preguntará por qué votamos y le diremos que por nosotros, por ellos, por ustedes. Porque el camino de la civilidad y el progreso al que no renunciamos pasa por este domingo de referendo. Porque un Código que no resta ni un milímetro los derechos de nadie es el mejor regalo que podríamos hacernos todos.
Votamos, diría el poeta, porque somos militantes de la vida.