Mortalidad infantil en Ciego de Ávila, salir de la inercia

Cuando las noticias pierden el valor de la novedad ya no sorprenden, y uno termina asimilando como normal lo que debiera ser, cuando menos, excepción. Por eso, cerrar el año con tasa de mortalidad infantil cifrada en 6,1 por cada 1 000 nacidos vivos en Ciego de Ávila, la cual iguala a la de 2019  y se inscribe por tercer año consecutivo entre las más altas del país, ha sido una estadística predecible, a juzgar por el comportamiento de este indicador en los últimos meses, pero no por eso se dice más fácil o con menos connotaciones.

En estos doce meses se reportaron 3 778 nacimientos, 331 menos que en la pasada etapa, y, con dos fallecidos menores de un año menos que el año anterior, sumaron 23 las defunciones por causas asociadas fundamentalmente a la persistencia de las malformaciones congénitas, a los tumores malignos y a las infecciones.

Las otras explicaciones las esgrime Juan Miguel García Hernández, jefe de sección del Programa Materno Infantil (PAMI), al señalar que, si bien se ha avanzado en la detección prenatal de las malformaciones, en varios casos los padres decidieron continuar con el embarazo y el desenlace ha sido el peor. A esto se suma el crecimiento uterino retardado y el parto pretérmino, que incluso sumó dos nacimientos extrahospitalarios.

Tampoco el índice de natalidad ha aliviado las estadísticas, y desde las consultas de atención a la pareja infértil la efectividad alcanzó el 60 por ciento, con alrededor de 250 embarazos, de una meta fijada en el 85 por ciento.

Por su parte, la tasa de mortalidad materna, de 53 por cada 100 000 nacidos vivos (dos muertes) no cumplió las expectativas y continúan sumando las mujeres que después del parto o la cesárea necesitan cuidados en las salas de terapia intensiva debido a infecciones, hemorragias y a la preeclampsia.

En realidad estos problemas no son nuevos, y así lo decía con voz firme en el pasado mes de noviembre José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, al señalar que en las áreas de Salud se ha incumplido con la clasificación de los riesgos y seguimiento a las embarazadas; que ha fallado la aplicación de protocolos de prematuridad, enfermedades hipertensivas y prevención de asfixias; que existen problemas organizativos en los salones de parto y Neonatología, mala calidad en los pases de visitas en los Hogares Maternos y dificultades en el diagnóstico de las malformaciones congénitas fetales.

Incluso fue más enfático y concluyó diciendo: “Hay que resolver las necesidades de superación profesional y debe revisarse el trabajo de los directivos en los distintos niveles.”

• Lea otros detalles de la intervención de José Ángel Portal Miranda.

Bajo estos términos, hasta el lector más ingenuo pudo comprender que la cadena de atenciones no andaba bien y que el cierre del año nos dejaría números en rojo y muchísimos compromisos por delante.

Desde entonces este es el lenguaje que se habla, y de ello da fe el jefe de sección del PAMI al enunciar la puesta en marcha de procesos de capacitación en todos los niveles y la revisión de cada uno de los protocolos de actuación establecidos para las gestantes y los pacientes pediátricos.

Además, 2021 arranca con un sistema de videoconferencias que pretende evaluar en cada municipio y en los hogares maternos el trabajo de los Grupos Básicos de Salud, y el seguimiento a los lactantes de larga estadía en Neonatología y en las salas de Terapia Intensiva de Niños.

Lo cierto es que mejorar los indicadores del PAMI en Ciego de Ávila no será solo una tarea de los cuadros, los obstetras o los neonatólogos, sino que el asunto es multisectorial y transversal a la asistencia médica en cualquier consulta o sala por donde pase una pareja con riesgos reproductivos preconcepcionales, una embarazada o un lactante.

Por el momento, está claro que la correlación que va desde el consultorio hasta el alumbramiento feliz y el alta médica necesita ajustar prácticas y protocolos.

Mirar en retrospectiva implica reconocer que, con los mismos recursos y en igual contexto, en los municipios de Majagua y Florencia la historia ha sido diferente y se mantuvo el récord de cero mortalidad infantil, mientras que el bajo peso al nacer se comportó en la provincia por debajo de 5.

Es justo también no solo mirar las muertes, sino balancear el indicador hacia las vidas salvadas y recordar que los números no sirven para “tasar” los esfuerzos en favor de un bebé o los desvelos al pie de una incubadora, pero eso cuenta por igual. La certeza de que por cada muerte hay miles de mujeres que llevaron a feliz término su embarazo, debiera ser impulso suficiente para salir de la inercia.


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