Mortalidad infantil, despejar la vida en Ciego de Ávila

Cerrar 2019 con una tasa de mortalidad infantil de 6,1 por cada mil nacidos vivos, la segunda más alta del país, ha sido un número agridulce que no encierra todos los esfuerzos por salvar la vida de un bebé, pero del que se infiere, también, que la cadena de atenciones se resiente y quiebra en Ciego de Ávila.

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A priori, la Matemática con que se descifra este indicador puede ser injusta en esa ambivalente relación establecida entre muertes y nacimientos, al punto de que en el contexto avileño —con un total de 4 003 alumbramientos, 705 menos que los reportados en 2018, lo cual es comparable con dos meses sin ningún parto en ambos hospitales provinciales—, lograr un descenso de la tasa por debajo de cuatro defunciones parecía una aspiración inmensa.

Así lo confirmó la práctica y en mayo del 2019 Invasor enunciaba parte de la problemática al señalar, según información del Centro Provincial de Genética Médica, que 69 mujeres, producto de captaciones tardías en las áreas de salud, no acudieron al ultrasonido del primer trimestre, para ese entonces detectar un defecto congénito y acortar sus efectos sería difícil. Asimismo, eran nueve las que se negaron a someterse a la amniocentesis, procedimiento que, aun siendo invasivo, resulta primordial para quienes sobrepasan los 37 años de edad.

Precisamente, la persistencia de defectos congénitos, asociados a las malformaciones, determinó la sobrevivencia en este grupo etario, a lo que se sumaron la prematuridad, el crecimiento intrauterino retardado y las complicaciones ligadas al aumento del embarazo en la adolescencia.

Las otras explicaciones las esgrime Ismael González Santana, vicedirector de Asistencia Médica en el territorio, al reconocer que algunas mujeres se desenvuelven en entornos sociales desfavorables para la maternidad y lo común es que presenten conductas de riesgo, difíciles de corregir.

Desde el hábito de fumar hasta una alimentación inadecuada o la negativa a ingresar a un Hogar Materno deciden y ciñen el empeño de los profesionales de la Salud.

Da fe Juan Miguel García Hernández, jefe del Programa Materno Infantil (PAMI) en la provincia, de que no todos los indicadores terminaron en rojo y, si contar las muertes que hoy causan desvelos, fueron muchas más las alegrías devueltas con los pequeños sonrientes puertas afuera de las salas de Neonatología y Terapia Intensiva Pediátrica.

De ahí la satisfacción común de la eficacia en el tratamiento a niños con pesos extremos (entre 1 000 y 1 500 gramos) y la disminución del índice de bajo peso al nacer en 102 casos, así como por los resultados alcanzados en los municipios de Florencia y Majagua, que no reportaron ningún fallecido, y en Baraguá, Bolivia y Chambas, que mantuvieron este indicador por debajo de cuatro.

Con igual énfasis se avanzó en el tratamiento e identificación de parejas infértiles desde cada área de salud, tanto que el Centro de Reproducción Asistida del territorio logró este año 313 embarazos por esta vía, incentivo necesario para la natalidad.

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Después de un 2015 con cinco fallecidos por cada mil nacidos vivos y un 2017 con una tasa de 3,8 —segunda mejor cifra en nuestro récord—, establecer tendencias en Ciego de Ávila es complicado, y el rosario de causas probables e improbables parece repetirse en otras seis provincias, donde tampoco se cumplieron las metas previstas; sin embargo, Cuba continúa a escala global dentro de los 35 países con la tasa más baja y dentro de los primeros en la región, aunque tampoco esto despeja responsabilidades y mucho menos es condición imperecedera.

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