El Dr. Ariel Noa Arias, jefe del Departamento de Hospitales de la Dirección General de Salud en Ciego de Ávila, explica las características del dengue y del chikungunya que afectan a la provincia, destaca la importancia de acudir al médico y describe el sistema de comisiones multidisciplinarias creado para el seguimiento a largo plazo de los pacientes
La situación en Ciego de Ávila es similar a la del resto del país. La provincia enfrenta una afectación por arbovirosis, particularmente por el virus del dengue en sus serotipos 2, 3 y 4, aunque lo que realmente predomina en la población es el chikungunya. Esta es la realidad que describe el Dr. Ariel Noa Arias, quien conoce de cerca el impacto de estas enfermedades.
El chikungunya, explica el especialista, es una enfermedad infecciosa que no respeta a nadie. Los mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus son los responsables de transmitir el virus a los seres humanos. Y el proceso no es inmediato: entre la picadura y los primeros síntomas pueden transcurrir de 2 a 12 días, aunque lo más común es que las manifestaciones aparezcan entre el cuarto y octavo día.
Los síntomas son inconfundibles para quienes los padecen. La fiebre llega acompañada de dolor e inflamación en las articulaciones, esa molestia que se instala en el cuerpo y no da tregua. También aparecen el dolor muscular, la cefalea, las náuseas, una fatiga que agobia y erupciones en la piel.
Pero es el dolor articular lo que más aqueja a los pacientes, lo que les impide realizar sus actividades cotidianas, lo que marca verdaderamente sus vidas durante la enfermedad. Las complicaciones graves son menos frecuentes, sí, pero existen: el sistema nervioso central puede verse afectado, también el corazón, los riñones, el hígado, la piel. Y estas complicaciones suelen manifestarse en la fase más aguda de la enfermedad.
El Dr. Noa Arias clasifica los casos en tres categorías. Está el chikungunya articular, la forma más común, donde los síntomas son típicos y no hay mayores complicaciones. Luego está el chikungunya con manifestaciones extra articulares: aquí los pacientes no solo sufren el dolor en las articulaciones, sino que otros sistemas comienzan a resentirse: el neurológico, el cardiovascular, el gastrointestinal, los ojos, la piel. Y finalmente está la forma grave, menos frecuente pero devastadora: shock, hemorragias, compromiso neurológico severo, insuficiencia orgánica. Son casos que requieren intervención inmediata.
La enfermedad, advierte el especialista, tiene su propia cronología, su propio ritmo. La fase aguda se extiende de uno a veintiúndías. Antes se pensaba que eran catorce, pero ahora se sabe que puede prolongarse más. Durante estos días la fiebre es alta, súbita, y el dolor se instala en múltiples articulaciones de forma simétrica: las manos, las muñecas, los tobillos, las rodillas. No es solo dolor, es artritis con inflamación, con hinchazón, con limitación funcional. El cuerpo se vuelve un territorio de molestias.
Después viene la fase post aguda, ese periodo que va de la tercera semana hasta los tres meses. Aquí los dolores articulares persisten, se mantienen durante semanas o hasta el tercer mes. Y es en esta etapa donde muchas personas se confunden. Creen que el virus ha desaparecido porque se sienten mejor, pero no es así. Es parte del comportamiento clínico de esta enfermedad: hay periodos de mejoría y luego recaídas, momentos de remisión seguidos de exacerbaciones. El alivio es temporal, engañoso.
La fase crónica es la más prolongada. El dolor, el edema, la rigidez articular pueden durar más de tres meses, comportarse como una artritis crónica, como un reumatismo articular que se instala de manera permanente. Y aquí algunos hablan incluso de años. La enfermedad puede convertirse en una compañera indeseada que no se marcha.
El tratamiento varía según la fase. En la etapa aguda lo fundamental es el reposo, mantener una hidratación adecuada —primero por vía oral y si es necesario por vía endovenosa— y tomar analgésicos: paracetamol o metamizol, 500 mg cada seis horas. Pero hay algo que debe quedar absolutamente claro, insiste el doctor: nunca aspirina, nunca esteroides en este periodo. Nunca.
En la fase post aguda continúan los analgésicos, pueden incorporarse medicamentos neuropáticos como la pregabalina o la gabapentina. Y aquí es donde entran los esteroides, pero con extrema precaución. Solo bajo indicación médica. Solo cuando las formas poliarticulares son muy inflamatorias, cuando hay tenosinovitis, sinovitis activa, cuando los antiinflamatorios no esteroideos no funcionan. Y aun así, por periodos cortos: 10 mg al día durante cinco días, reduciendo progresivamente por diez días. En casos graves, 5 mg por kilo al día durante cinco días, también con reducción progresiva.
Los esteroides son un arma de doble filo. Sí, son antiinflamatorios potentes, pero también comprometen la inmunidad. Pueden provocar inmunosupresión, abrir la puerta a infecciones oportunistas, a sepsis, a infecciones bacterianas que complican aún más el cuadro. Y no solo eso: pueden causar trastornos digestivos, gastritis, sangramientos.
A largo plazo las consecuencias son aún más graves: alteraciones endocrinas y metabólicas, obesidad, síndrome de Cushing. Por eso el doctor insiste tanto en este punto. Conoce demasiados casos de personas que compran esteroides a revendedores y se los toman sin control, al libre albedrío. Es una práctica peligrosa que debe erradicarse.
La automedicación es el enemigo silencioso. En ninguna arbovirosis —ni en chikungunya ni en dengue— se debe recurrir a ella. La atención médica es imperativa, ya sea en el nivel primario o en el secundario. No hay atajos, no hay remedios caseros que valgan.
¿Cuándo se debe acudir al hospital? El Dr. Noa Arias enumera los criterios con precisión. Una fiebre elevada y persistente por más de tres días que no responde al tratamiento casero es señal de alarma. También la deshidratación moderada o severa, cuando no se tolera la vía oral, cualquier alteración en el estado de conciencia. Las personas mayores de 65 años con postración deben ser ingresadas.
Los pacientes con comorbilidades crónicas —hipertensión, cardiopatía isquémica, diabetes— que se descompensan necesitan atención hospitalaria. Si aparecen síntomas de neumonía o infección bacteriana, hay que actuar. Las manifestaciones extra articulares graves, los signos de shock por dengue, las condiciones sociales de vulnerabilidad: todos son criterios de ingreso.
Hay señales que indican un mayor riesgo de progresión hacia formas graves. Una fiebre alta que persiste sin ceder, la anorexia extrema, la deshidratación severa, esa astenia marcada que deja al paciente sin fuerzas, la fatiga abrumadora, las lipotimias. Son avisos que el cuerpo lanza y que no deben ignorarse.
El sistema de salud de la provincia se ha organizado para responder. Esta no es una enfermedad que afecte solo las articulaciones, aunque ese sea el síntoma más visible. Puede comprometer el sistema neurológico, el cardiovascular, el hepático, el renal. Por eso el seguimiento requiere un enfoque multidisciplinario: clínicos, pediatras, reumatólogos, especialistas en ortopedia y traumatología, psicólogos. Todos son necesarios porque las secuelas pueden ser múltiples y complejas.
Se han creado comisiones evaluadoras en cada área de salud, en los policlínicos, en los municipios. A nivel provincial funciona una comisión en los hospitales que reúne todas estas especialidades. Es una red de seguimiento y control porque el comportamiento de la enfermedad se prolonga en el tiempo. Puede durar tres meses, noventa días, quizás más. Algunos estudios hablan de años. No es algo que se resuelva rápidamente y se olvide.
El mensaje del Dr. Noa Arias es contundente: reposo, hidratación adecuada, analgésicos apropiados. Y sobretodo, nunca anticoagulantes, especialmente aspirina. La clave está en buscar atención médica oportuna, en no improvisar tratamientos, en confiar en los especialistas.
Las arbovirosis llegaron para quedarse un tiempo, pero con el sistema de salud organizado y una población informada que acuda a consulta cuando debe hacerlo, las secuelas pueden minimizarse. Esa es la apuesta. Esa es la esperanza.