Acogidos y recogidos en la tranquilidad de un cuarto piso, en opinión de algunos demasiado alto ya para el montón de calendarios que en vida inscriben, Evelio Cordero García, Macho, y su inseparable Elena Mejía Barrios, no dejan escapar por estos días las informaciones relacionadas con el Octavo Congreso del Partido Comunista de Cuba, y continuarán haciéndolo así después, para ver cómo lo acordado se concreta en acciones.
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No es simple curiosidad o deseo de ocupar en algo el tiempo “libre”. Es necesidad. La mayor parte de los 85 años que tiene él y los 77 de ella, han transcurrido apasionadamente apegados a esa organización, desde que ingresaron, con el aval que en aquellos tiempos cruciales les había dejado el paso por las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI).
“Yo estuve entre los primeros maestros populares preparados en Camagüey después de la campaña de alfabetización; había participado, además, en el plan piloto, en actividades como guía de pioneros, en la inspección a la educación de adultos y en otras tareas, incluidas las de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, todo lo cual fue tenido en cuenta por mis compañeros de base campesina para elegirme como ejemplar y realizarme el proceso de ingreso al Partido.”
Concentrando en sus ojos todo el sosiego del mundo, Elena sigue develando recuerdos de una etapa muy intensa, allá en los recónditos parajes de La Yamagua, zancajeando la geografía que hoy cubre la zona de Sanguily en el actual municipio de Venezuela, cuando tener un hijo muy pequeño, vivir albergada junto a su esposo y cocer los alimentos en un reverberito, jamás fueron pretexto para dejar de entregarse por completo a sus deberes laborales o para eludir responsabilidades políticas como organizadora, secretaria general, miembro del Comité Municipal del Partido…
Por ello a nadie sorprendió que, años después, una mano se levantara para proponerla, y todas las demás para aprobarla, como candidata a delegada al Primer Congreso del Partido, en 1975.
Le proponemos otros acercamientos de Invasor a delegados de Ciego de Ávila a anteriores congresos:
• El Congreso que Omar no esperaba
• Rolando Valle: “esos fueron mis tiempos”
• Diálogo moral con Arquímides
—Han transcurrido 46 años, Elena, ¿pudiera usted cerrar por un instante los ojos y decirnos qué ve?
“Cómo no…, veo a Blas Roca entregándole las banderas a Fidel, la solemnidad de aquel instante, el dolor con que nuestro Comandante en Jefe informa la muerte de Raúl Díaz Argüelles, en Angola; escucho, párrafo por párrafo, la voz de Fidel leyendo el Informe Central: veo los documentos, esos mismos que conservo intactos, como acabaditos de recibir; veo a Asela de los Santos y a otras personalidades analizando cosas muy importantes en mi comisión acerca de la niñez y la juventud. Pero sobre todo veo, clarito, clarito, el rosto de nuestro máximo líder riendo y disfrutando el poema Sóngoro Cosongo, que él mismo le pidió declamar a Nicolás Guillén…”
No sé en cuántas ocasiones Macho habrá escuchado esas vivencias de su esposa. Solo sé que por el modo en que la observa parece oírla por vez primera. Y pensar que él pudo estar también allí, como delegado. De hecho, hasta lo propusieron.
“Yo era por entonces el Secretario del Partido en Venezuela, pero qué va, en mi opinión un excelente compañero llamado Enrique Olivera tenía más méritos que yo. Él acumulaba una rica trayectoria, de enfrentamiento a la dictadura batistiana, estuvo preso varias veces, hasta le asesinaron un hijo, se vinculó a la Sierra, fue uno de los que le dio a Fidel la noticia acerca de la huida de Fulgencio Batista…, de manera que lo propuse a él como delegado.
“Al que sí asistí fue al Tercer Congreso. De este nunca he olvidado cómo, mientras lee el Informe, Fidel se detiene, pone el documento boca abajo, apunta con el dedo hacia quienes le escuchábamos y enfatiza que si bien ninguna obra humana es perfecta, debemos luchar para perfeccionar todo cuanto sea posible el trabajo del Partido.
“Como todos, fue un congreso muy profundo y crítico, pero también alegre, matizado por momentos como aquel cuando Carlos Rafael Rodríguez está interviniendo, Fidel toca a Raúl y le dice jocosamente que está filosofando. Entonces Carlos Rafael se vira y le dice: ‘Usted sabe bien que yo no soy filósofo ni cosa parecida’. Y Fidel, muerto de la risa, le responde: ‘Compadre, fue jugando contigo’.
“¡Pero… cómo se aprende en un Congreso! Es una experiencia muy linda, cargada de conocimientos y enseñanzas que luego tienes que trasladarles a los demás y aplicar. Porque el Partido es también eso: escuchar, hablar, trasladar, aprender con la gente, con los trabajadores, con el pueblo. Nadie puede creer que se lo sabe todo porque dirija o trabaje en el Partido”.
El matrimonio ha conservado con sano orgullo documentos del Primer Congreso
—De este Octavo Congreso, ¿qué esperan Macho y su Elena?
—Continuidad de todo lo que nos enseñó el Comandante en Jefe. Mira, por los años que tengo, por la experiencia acumulada, por la situación que estamos atravesando, te digo que este será un congreso histórico, con garantía de continuidad a pesar del cambio generacional dentro de la dirección política del país. Será un congreso para reafirmar que seguiremos con un solo Partido, como aprendimos de Martí, y que no habrá marcha atrás.
“Del gobierno de los Estados Unidos no podemos esperar nada bueno. Como mismo nunca les perdonaron a los haitianos haber armado una revolución contra Napoleón, tampoco el imperio norteamericano le perdonará a nuestro pequeño país la obra que ha hecho en más de 60 años. Eso es así. No seamos ingenuos. Nadie se deje confundir.
“Más que fe, por tanto, debemos tener mucha confianza en la Revolución. Ahí tenemos a Díaz-Canel encabezando la batalla y a un equipo de ministros trabajando como nunca antes”.
Brmh