Intrépidos. No acude a mi mente un vocablo mejor para definir a los 17 trabajadores de la Empresa Agroindustrial Ceballos, que desde hace varias semanas laboran en la limpieza, higienización y fumigación del centro de aislamiento radicado en Ceballos Ocho, en la provincia de Ciego de Ávila.
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Son almaceneros, estibadores… sencillos laborantes que se convirtieron, sin pretenderlos, en bravos guerreros que dieron el paso al frente sin titubear para realizar estas vitales faenas, sin pensar en el peligro que representa tanto para ellos como para sus familias.
Alexis Díaz Cañizares, de 51 años de edad, es el jefe de estos hombres que, de lunes a lunes, llegan al centro a las 7:00 de la mañana y, bien protegidos, se personan en la puerta de las habitaciones para recoger las bolsas con la ropa sucia de los pacientes.
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“Una vez que hacemos esto, entramos y acometemos la limpieza de los cuartos, para lo cual los pacientes permanecen acostados en sus camas.”
Después se afanan en la limpieza de las escaleras, los pasillos, las áreas verdes. A continuación, cambian la ropa y las escobas, trapeadores… por los trajes y los útiles para la fumigación a todas estos lugares.
Pero no es solo la ardua labor que realizan jornada tras jornada, hasta la hora que acaben, que puede ser lo mismo al mediodía que al atardecer, sino que fueron estos mismos valientes los encargados de acondicionar Ceballos Ocho como centro de aislamiento, para lo cual limpiaron todo y lo desinfectaron antes de recibir el primer paciente.
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Díaz Cañizares señala que para realizar todas estas faenas fueron capacitados, los prepararon como utilizar los medios de protección y se les realizan regularmente los test rápidos.
“Cuando salimos de aquí vamos directo para nuestras casas, no podemos salir a ningún lado, no debemos tener contacto con ninguna persona. En mi caso, solo permanezco cerca de mi esposa, Misleidys, no me acerco, aunque tengo muchos deseos de hacerlo, ni a mi hija Yaimelis y mi nieto Elvis, que están en otro cuarto.”
Converso con Milton Leyva Bravo, de 35 años, a quien le viene muy bien su segundo apellido. Enfundado en un traje de fumigar, deja un instante esta tarea para compartir sus vivencias.
“Tratamos de terminar temprano la limpieza de todas las áreas, dejarlo todo que brille. Después empezamos la fumigación, en distintos grupos, tanto del centro, como de los distintos carros y guaguas que entran aquí cada día.
“Cuando llego a mi casa, ya mis esposa Marielvis me espera en el patio, ahí me cambio y de inmediato me baño con agua bien caliente y no salgo para nada. Tengo que cuidarla a ella y a mi pequeña Darianet, de once años.”
No queda otra que quitarnos el sombrero ante estos hombres, que en medio de este calor que pareciera transcurrir el mes de agosto, se enfundan en trajes que cambian continuamente para dejar como una tacita de oro un centro de aislamiento donde permanecen ingresados contactos asintomáticos de casos positivos a la COVID-19.