No es la primera vez que escribo para una edición de fin de año, pero a fuerza de ser sincero, también es la primera ocasión que emprendo la encomienda con los mismos dolores que ahora tienen los avileños que recibieron la visita de la Chikungunya. Me duele todo. O casi todo, que no es lo mismo, pero es igual.
Dicen que las secuelas que deja son casi siempre en las articulaciones. No sabía que tenía tantas en mi cuerpo. Qué manera de sufrir por una picadura. ¡Jodedores que son esos mosquitos!
Pero no queda otra que fajarse de campana a campana, si con otros “bichos” enormes hemos tenido que lidiar los cubanos y no perdimos la sonrisa.
Dicen que nos reímos de nuestra desgracia, cuando la realidad es que los cubanos lo que tenemos son unos… deseos enormes de hacer verdad aquello de que a mal tiempo buena cara.

También es cierto que esa misma cara no es tan linda cuando visitamos el mercado y confirmamos los precios del arroz, tomates o malanga. Y hasta el de la javita para llevarnos el producto.
Esa misma carita se puso un poco más feíta cuando supimos que se desconoce cuándo podremos contar con la balita de gas. Fue un balazo en el centro del pecho.

¿Y las redes sociales? Hay las benditas redes sociales. Aunque ya mi edad es mejor contarla en décadas, confieso que no demoré en adaptarme a ese monstruo moderno, que de social tiene muy poco, pues en ellas se ven a pululu, y de manera cotidiana, el chancleteo y las ofensas, de una parte y otra en la discusión de un tema. Es como si fuera “el patio de la casa”.
En mi caso, cuando la disputa es sobre la realidad cubana, y el tópico se refiere a nuestras carencias, no tardo en distinguir tres grupos: quienes se quejan, con toda la razón del mundo; quienes le agregan el ingrediente de la exageración y lo morboso, y los que tratan de aprovechar para su discurso barato.
Señores, pero Internet llegó para quedarse y hay que saber vivir en este “barrio”de tantos y tantos vecinos. No queda otra.
Y a propósito de Facebook, una amiga, pero de la vida real, me contó que en la fiesta de fin de año en su centro laboral, un compañero la invitó a bailar un cadencioso bolero y no pasaron dos minutos en que tuvo que decirle a su pareja: “Pepe se está poniendo la cosa dura”, a lo que este respondió, “no le hagas caso a Facebook que siempre están hablando porquerías”.
