Gracias a las manos de un obrero que las deja limpias, calibradas y bajo comprobación in situ
¿Será que se equivocaron?, pienso al ver el precio de 0,15 centavos.
Notando, tal vez, la curiosidad con que observo, el compañero que marca detrás de mí afirma segundos después: “Aunque te parezca raro, ese es el precio aquí; apenas quince centavos por cada bujía que te limpian”.
Entonces, con la sensación de estar viviendo en la década de los años 80 del pasado siglo, quedo mirando la dedicación con que el obrero José Lapera Pérez introduce la bujía de encendido en el equipo diseñado para quitarle toda la carbonilla y la suciedad que normalmente se le va incrustando con el funcionamiento del motor.
A continuación procede a calibrarla por medio de una fina lámina metálica, como paso previo a la comprobación que terminará realizando en otro equipo situado a su derecha.
“Ahí donde tú ves, tienen más de 50 años de trabajo, me comenta; a veces se rompen, pero yo mismo los arreglo. Lo importante es que esto no se pare.”
• La violación de precios establecidos por el Gobierno, ha sido objeto de seguimiento en Invasor.
Situado al final de la pequeña cola, Adalberto Carballo, chofer del sector alimentario, asiente con la cabeza.
“Este hombre siempre está en su puesto” —comenta—. En verdad es de muy poco hablar, pero qué buen trato tiene con todo el mundo. Ayer me prestó una bujía para que yo resolviera la situación que se me había presentado, hasta que pudiera venir hoy a devolvérsela y a limpiar estas que ahora traigo.”
Jorge Gómez, otro de los usuarios que aguarda, interviene para acotar: “Pues yo lo he visto venir a trabajar hasta estando de vacaciones. No sé cuántos o cuáles reconocimientos le habrán dado en su vida, pero para mí es un verdadero Héroe del Trabajo; ojalá en nuestros puestos todos hiciéramos como él”.
Ajeno a dichos comentarios, Lapera continúa pasando bujías de encendido por el equipo limpiador, hasta que levanta ligeramente la mirada y expresa: “Parece una sencillez, pero la bujía es fundamental para el carro. Si está mala o sucia el motor no trabaja igual; te falla, avanza menos y hasta te gasta más combustible.”
Las manos de Lapera salvan del olvido o de la inercia a cientos de bujías avileñas
Por eso el jubilado Miguel Darias suele venir cada rato hasta ese pequeño establecimiento de la Empresa Provincial de Transporte de Ciego de Ávila, ubicado junto a la ponchera cercana a la terminal de Ómnibus Nacionales, en la calle Chicho Valdés de la capital avileña.
“Como no siempre podía tener un juego de bujías nuevas, al menos me gustaba tener cuatro bien limpias, a modo de repuesto, para resolver cualquier situación en caso de que me fallara alguna de las que traía puestas”, afirma el anciano.
Vuelvo a observar a Lapera durante unos segundos, profundamente concentrado en lo que hace, y siento deseos de decirle que tal vez este sea el único lugar, o uno de los pocos en Cuba, donde se mantiene un precio similar a los de aquellos años del pasado siglo, cuando con cinco o diez centavos se podían comprar los mismos dulces que hoy cuestan tres o cinco pesos, o cuando resolvías con un simple peso el ponche que ahora resulta 50 veces más caro.
Pero opto por callar, poner en sus manos mi justa gratitud y saludarlo con afecto. Desde su silencio, él sabe y disfruta mantener, junto a la chispa de corriente que dispara cada bujía comprobada, el más afable trato y ese precio que a muchos les sigue pareciendo obra de ciencia ficción en estos tiempos.