Ahora que se acercan las pruebas de ingreso a la Educación Superior, vuelve un tema que parece ser recurrente en nuestra sociedad y es la incertidumbre de los jóvenes al momento de decidir una profesión a la cual dedicarse.
Desde los inicios de la Revolución, el país ha dado gran importancia a este tema; sin embargo, son muchos aún los desafíos que experimenta la familia cubana cuando se acerca el momento de rellenar la boleta de solicitudes de carrera. Y es que, pese a las muchas iniciativas estatales de formación vocacional, es recurrente el sentimiento de los estudiantes, y también de los padres, de sentirse “desamparados” ante esta situación.
Desde 1980, el proceso de orientación profesional adquirió un carácter legal en nuestro país con la aprobación del Decreto Ley No. 63/80, por el Consejo de Ministros. Posteriormente, en el año 2000, el Ministerio de Educación dictó la Resolución 700, que norma administrativamente el papel rector de la escuela en las actividades de Orientación Profesional y Formación Vocacional. Más recientemente, para contextualizar y perfeccionar estas normas, se han aprobado otras resoluciones como la Resolución No. 202 del 2019, que establece, en su artículo 20, que el MES “dirige, de conjunto con el MINED, la Comisión Nacional de Formación Vocacional y Orientación Profesional, elabora las indicaciones para el desarrollo de los procesos de Formación Vocacional y de Orientación Profesional de las instituciones de Educación Superior”.
Además de esto, desde hace algunos años el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social también participa del proceso de formación vocacional, a través de la Resolución 112/19, que establece el tratamiento salarial para los especialistas de la producción y los servicios involucrados en esta actividad.
No obstante existir una voluntad por parte del Estado, plasmada en estas y otras regulaciones existentes y en un gran número de iniciativas (me refiero los eventos de puertas abiertas en las universidades, las sociedades científicas, los programas televisivos de formación vocacional, las charlas con especialistas, entre otras), siguen existiendo lagunas, y falta de claridad en muchos aspectos, que dificultan el proceso de elegir una carrera.
Uno de los cambios que más podría facilitar esta decisión es disponer, de manera accesible, en los preuniversitarios de los planes de estudio actualizados de todas las carreras. En mi experiencia personal, cinco años atrás, la única luz al respecto era un manual de formación vocacional que circulaba de mano en mano (o de teléfono en teléfono) elaborado en el 2006 y actualizado en el 2008, en el cual estaba plasmado, en un escueto resumen, todas las carreras ofertadas.
En aquel entonces, para encontrar el plan de estudio de una carrera había que escudriñar los sitios web de las universidades para descubrir, la mayoría de las veces, que no se hallaba publicado. Hoy la situación no suele ser muy diferente, y sigue siendo necesaria la consulta de un tercero que ya estudió la carrera para que explique al desamparado estudiante de 12mo. grado “de qué va la cosa”. Sin embargo, estos planes de estudio existen, y sería de una enorme ayuda para el estudiante acceder a ellos de manera sencilla.
Es importante también ofrecer orientación con respecto a una serie de cuestiones que, por lo general, no se tienen en cuenta, como pueden ser, por ejemplo, los retos geográficos que posee cada carrera, ya que muchas de ellas no se estudian en la provincia de origen, lo cual significa una serie de dificultades añadidas para la familia. De igual manera, al tiempo que suelen visibilizarse algunas carreras más que otras, de acuerdo a determinadas necesidades sociales, muchas oportunidades quedan desaprovechadas, y muchas malas decisiones son tomadas debido a la información dada a último momento.
El proceso de formación vocacional tampoco debe detenerse en el momento en que el estudiante accede a la universidad, pues en esos primeros meses los estudiantes se encuentran con una serie de asignaturas básicas que no lo vinculan con la carrera, ni hacen más esclarecedor su futuro desempeño como profesional. Es conocido que la mayor parte de los estudiantes que abandonan la universidad, lo hacen durante esos dos primeros años, en los cuales es muy probable que no hayan desarrollado un sentimiento de identidad con respecto a la profesión.
En este sentido, se haría necesario ajustar los planes de estudio para que los estudiantes tengan una mayor implicación con la profesión desde los primeros semestres. Si bien esta situación ha tratado de solventarse en los últimos años mediante una mayor vinculación con los centros empleadores, aún son insuficientes los esfuerzos que se realizan para ofrecer al estudiante una visión amplia de la carrera que se dispone a estudiar.
Resulta necesario orientar mejor a la familia, para que el proceso de elección se haga con el conocimiento de todas las opciones posibles. Explicar que tampoco es “el fin del mundo” que no se le asigne la más deseada, y que existen diversas oportunidades, como pueden ser el cambio de carrera, para aquellos que no se hallen satisfechos con su primera elección. Para ello es importante que las reglamentaciones del Ministerio de Educación Superior que existen al respecto circulen libremente y se hallen a disposición de todos, y no se queden destinadas a las secretarías de las universidades y a los confusos entresijos de Internet.
Ojalá en un futuro los estudiantes puedan tener al alcance de sus manos toda una serie de informaciones que, por lo general, no se toman cuenta en el momento de considerar una profesión: ¿Cuáles son las posibles oportunidades de empleo al terminar determinada carrera? ¿Cómo funciona el proceso de contratación en Cuba? ¿Cómo es el sistema de impuestos en nuestro país? Todas esas son preguntas que van un poco más allá del talonario de carreras, pero que, sin dudas, contribuirán a facilitar el compromiso de hacer una elección tan importante.