Para quien aprendió a deslizarse entre derrumbes, a sofocar incendios, a dar los primeros auxilios como paramédico y a bucear en las profundidades, verse de un día a otro reciclando ropa sucia, acomodando las piezas en el ropero y contándolas con paciencia no es cualquier cosa.
Es que a Elvis Hernández Peláez el puesto de salvavidas en el Hotel Pilar I, en la cayeria norte, se le queda corto frente al hecho de ser miembro del Grupo Especializado de Operaciones y Socorro de la Cruz Roja Internacional en la provincia, donde ha aprendido al dedillo los protocolos de actuación ante desastres y accidentes.
Por eso cuando el turismo cesó y el hotel cerró las puertas no le sorprendió la llamada que lo convocaba a sumarse a la brigada de 32 personas que iría hasta la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez para, en buena lid, hacer de todo un poco.
Así ha sido durante casi una semana en la que su día a día se ha reducido a caminar vestido de verde, con gorro y nasobuco incluido, por los pasillos desiertos y las escaleras que llevan al área roja. Lo otro es más simple, aunque igual de importante, pues inventariar la ropa sucia que irá a la lavandería para el proceso de desinfección no es tarea menor en un centro de aislamiento donde las medidas higiénico-sanitarias deciden.
De las 200 camas disponibles para el ingreso de pacientes sospechosos a la Covid-19, solo cuatro están ocupadas hoy, por lo que el ritmo de trabajo también ha ido descendiendo la curva que implica la lucha contra esta enfermedad en Ciego de Ávila.
Entonces entre descanso y descanso se piensa demasiado en la familia que quedó en casa o en el hijo de dos años, que vive en Ciro Redondo y al que la voz que transpira el celular puede sonarle confusa.
Se permiten las anécdotas en ese variopinto grupo que reunió bajo el mismo techo y con igual propósito a músicos, rescatistas, trabajadores del sector de la vivienda y personal sanitario, y por supuesto saltan las comparaciones donde casi siempre lo mágico del buceo vence frente al resto de las habilidades y experiencias. También a ratos vuelven la rutina de entrenamiento, necesarias para estar en forma y las últimas noticias sobre las tecnologías de rescate y salvamento porque vencer la costumbre es difícil incluso entre cuatro paredes.
Pero como enfrentar una enfermedad tan sutil como esta, que se propaga con besos, abrazos y partículas de saliva, es un asunto muy serio, el punto final aquí no lo tendrán los ejercicios físicos, sino la inteligencia emocional y la disciplina con que asuman la tarea.
A estas alturas el sentimiento compartido que se respira es el de ser tan útiles como demande la pandemia y por eso cada quien se ha despojado de sus subjetividades y ha olvidado un poco lo que hacía antes para aportar bajo otros códigos y formas, y esta hibridación de sentidos nos obliga a pensar que hay mil maneras de ayudar y una perfecta para cada persona.