Cuatro mujeres, rostros de la vejez

Ya rebasan los sesenta. La familia es su leitmotiv. El destino las ha juntado como vecinas. El destino las hizo mujeres, las hizo nacer en este país —en este pedazo del país—. Las obligó a sacrificarse y a seguir haciéndolo todavía. Para Odalis, Gina, Olivia y Oslydia, la vida es un ir y venir del aire entre sus canas.

En su mamá, su papá y dos hermanos piensa Odalis al despertar y antes de irse a dormir. A lo mejor por eso tiene el cuerpo lento y sus pasos sofocados atraviesan el patio en un vaivén; porque es como si el recuerdo de sus difuntos se sumara a las libras que ya tiene.

Con 66 años hace lo mismo que casi cualquier cubana; levantarse y preparar café, salir a buscar leche y pan, si hay. Lavar, planchar, limpiar. Del pasado recuerda que era muy fiestera y el futuro se lo imagina criando a sus nietos.

La Organización de las Naciones Unidas establece la edad de 60 años para considerar que una persona es adulta mayor.

En sus estimaciones sobre la perspectiva de población mundial, declara que la proporción de personas de 60 o más años aumenta a un ritmo mayor que la población por debajo de esa edad.

En nuestro país el envejecimiento poblacional alcanzará un 35 por ciento para el año 2050. Alrededor de tres millones 300 000 personas tendrán más de 60 años, según la Oficina Nacional de Estadísticas.

Las mujeres cubanas presentan un mayor porcentaje de longevidad con respeto a los hombres, un fenómeno también observable a nivel mundial. Gina no sabe que ella es una de las tantas mujeres adultas de ese promedio. No le interesa mucho el tema de la esperanza de vida. Como ella misma dice, la suya ha sido dura.

La niña que aprendió a coser, a cocinar, a criarse sola, hoy es una mujer de 73 años que habla de su infancia con una mueca dolorosa. Le preocupa el futuro de su hijo, paciente de oncología. Extraña a sus nietas, con las que hace videollamada a diario. Vive gracias a la ayuda de otra hija, también fuera del país. Y se queja de todo, bastante. Pero acepta existir, sin embargo.

ginaGina, amante de las novelas turcas y ahora de los reels de Facebook

Desde la perspectiva del Instituto para la Atención de los Adultos Mayores, el envejecimiento es un proceso de cambios a través del tiempo, natural, gradual, continuo, irreversible y completo. Estos cambios se dan a nivel biológico, psicológico y social, y están determinados por la historia, la cultura y la situación económica, de los grupos y las personas.

Cada persona envejece de manera diferente. Su propia personalidad, estado de salud, experiencias y circunstancias determinan su disposición frente a la vejez.

Así es como adultas mayores contemporáneas mantienen una actividad física muy distinta. Por ejemplo, Olivia es una de las mayores de este grupo y su habilidad para montar bicicleta es envidiable. No importa que fume, los 71 años de sus pulmones, por ahora, lo soportan. No importa tampoco que tenga cataratas, el camino lo conoce de memoria.

A Olivia lo que le gusta es la tranquilidad. Jugar un poco con los tintes y las tijeras en los pelos de las vecinas es su hobby. Le habría gustado dedicarse a la peluquería de verdad. En cambio, ha sido zapatera, ayudante de cocina, custodio y operadora en un taller de maquinarias. Le preocupa quedarse sola. Pero después dice que no, que eso es normal ¿Sus hijos? Cada uno tiene su vida.

olivia"¿Sueños? Ya yo no tengo sueños ni nada."

Por otro lado está Oslydia, de 63 años. Y más allá de las típicas dificultades del día a día, no logra identificar ningún problema grave para ella. Es una mujer sencilla, resuelta. Decidió todo lo que valora importante sin pestañear; la costura, donde nació, el recuerdo de la infancia de sus hijos y su esposo. Pero no tiene un sueño que desee cumplir.

oslydiaOslydia, mujer de campo

Para estas mujeres envejecer es, a veces, soplar el vapor del café recién hecho. La salud y la calidad de vida de cada una, casi siempre, se imponen a sus propios pensamientos. Por eso no creo que hayan perdido el impulso de soñar.

Aunque lo ignoren, ellas son protagonistas de la comunidad, del barrio, de la familia. Todavía son parte activa de la sociedad. Escuchar a las personas adultas, guiarlas e inspirarlas a continuar sus aspiraciones es fomentar una digna cultura del envejecimiento. Al fin y al cabo, garantizar su bienestar, es garantizar el bienestar de la mayor parte de la población.


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