Crecidas

Aquellas niñas que enseñaron a ser frágiles se han vuelto mujeres. Ahora tienen poco de princesas de cuento y mucho más de realidad

No hace mucho, porque hasta las abuelas se acuerdan de ese tiempo, éramos niñas. Nos llamaban “princesa”. Nos vestían con batas de mucho encaje y nos ponían muñecas lloronas en las manos.

Nos llamaban la atención si queríamos correr y nos decían lo lindas que estábamos limpias, tranquilas, con lazos en el pelo. Todo el mundo corría a calmar nuestros llantos y el mundo de la puerta para afuera a veces daba miedo.

Pasaron los años, la escuela al campo, la universidad, las primeras parejas, el trabajo, los hijos, dolores, esfuerzos, logros, responsabilidades, alegrías… y aquella niña que enseñaron a ser frágil ha crecido.

Mucho nos hemos enseñado nosotras mismas, desde que nos tocó salir por la puerta de casa.

Aprendimos que ya ni las princesas de los muñequitos esperan porque venga el príncipe a matar al dragón. Y empezamos a rescatarnos solas.

Dejamos los encajes y las cintas para ocasiones contadas; ahora salimos apuradas a ganarnos el pan y a traerlo a casa, en zapatillas, botas, sandalias… Nos pusimos, también, los pantalones.

Algunas de nosotras ya arrullaron llantos reales. No fue tan divertido como un juego, y vino, después, un aluvión de preocupaciones y sonrisas. Otras no pudieron, no quisieron, o descubrieron que ser madres no venía escrito en el ADN.

Lo de andar siempre tranquilas, limpias, perfumadas, no se lo pudimos cumplir a mamá y a papá. Nos fuimos a sembrar guayabas, a dirigir construcciones, a correr en las Olimpiadas. A veces ponemos menos empeño en el maquillaje que en la tesis de maestría, en el informe, en la cirugía espinal.

Y esto último es lo más importante que aprendimos, de la niñez hacia acá: el mundo se empeña a veces en asustarnos, en ponernos en peligro o en hacernos el camino más trabajoso. Nos agarramos de derechos conquistados, de nuestros logros, para sacar fuerzas. Repasamos todo eso hoy, que el calendario nos compele: la valentía no consiste en no temer, ya lo sabemos, sino en ir de frente, y tender la mano a otras, para que el esfuerzo toque a menos.


Escribir un comentario


Código de seguridad
Refrescar